Inicio Destaca la mano de obra femenina en el sector maderero

Destaca la mano de obra femenina en el sector maderero

Operando grandes máquinas industriales, o con sus propias manos, casi 50 mujeres trabajadoras de Ixtlán de Juárez, Oaxaca tienen una participación que no se ve en ningún otro aserradero, o fábrica de muebles.

A 65 kilómetros de la ciudad de Oaxaca, en la Unidad Comunal Forestal Agropecuaria y de Servicios, ellas «dan el extra». La mayoría son jefas de familia y participan en el aprovechamiento de 24 mil metros cúbicos de madera que al mes representan una venta superior de tres millones de pesos.

De las 120 personas que trabajan en la Unidad Comunal, 40 por ciento son mujeres, quienes se destacan «por su responsabilidad, son muy ordenadas y disciplinadas en el área», resalta Alejandro Pérez Pérez, jefe del aserradero.

En el aserradero es donde se concentran las labores más rudas, trabajan 15 personas y tres de ellas son mujeres. Reyna Isabel Hernández Ramírez, lleva casi la mitad de su vida trabajando ahí, y con su sueldo ha sido el sostén de sus tres hijos, pues enviudó hace 15 años, cuando tenía 27.

Soy barrotera», dice, y la necesidad de sacar a adelante a Luz María, de 26 años; Ignacio de 23; y Claudia Araceli de 10 años, hicieron que consiguiera el empleo, abunda. Cuando apenas ingresé me pusieron a cargar tabla, fue muy pesado, sólo estaba saliendo tabla de pulgada y media, y al día siguiente, no me quería levantar.».

La serenidad con que Reyna trabaja, la disimula tras unos lentes y un cubrebocas, que la protegen de las astillas que saltan cuando un péndulo con un disco de ocho pulgadas corta a una velocidad de 500 revoluciones por minuto las piezas de madera que pesan diez kilos.

Un casco, un mandil de carnaza o piel y los guantes, la protegen de los 3 mil cortes que hace al día, en una jornada que empieza a las 7:00 de la mañana y concluye a las 5:30 de la tarde.

A cambio, recibe un pago semanal de 980 pesos, al mes un vale para despensa por 220 pesos, y cada dos meses un bono de puntualidad y asistencia de 645 pesos. La pesada jornada, que sólo deja intervalos para desayunar y comer, ha hecho que Reyna no disfrute a sus hijos.

POCO TIEMPO PARA LA MATERNIDAD

Cuando Natividad Hernández García, de 29 años, sale de su casa para irse al aserradero, sus hijos –Leonel de 5 años y Gabriel de 3- están dormidos. Familiares se encargan de cuidarlos porque ella es madre soltera. Sábado y domingo puede dedicarles más tiempo.

A los 14 años Natividad empezó a trabajar aquí «por curiosidad» y desde hace tres años le saca filo a los dientes de las sierras, unas de hasta 10 metros de largo, que por su longitud hace que sea complicado manejarlas con las manos, cubiertas solamente por unos guantes.

Para Antonia Aquino García, quien lleva 15 años empleándose en el aserradero, «las mujeres trabajamos a la par con los hombres, no hay diferencias» y ella se la pasa en el patio «dándole duro» para cargar y apilar, junto con su compañero Raúl, tres millares de tablas.

Más que lo pesado de su actividad, ella cree que los chismes que la ligan con compañeros de trabajo es lo peor que tiene que soportar en el aserradero. Eso y los cuestionamientos de que gana mil 100 pesos a la semana «por hacer un trabajo sencillo», han hecho que Antonia muestre una actitud áspera que oculta a una mujer tranquila y sociable.

JEFAS DE FAMILIA Y DE ÁREA

La determinación de Antonia predomina en las mujeres que intervienen en la elaboración del mueble, donde 80 por ciento de las 14 áreas tienen a una jefa. «De la plantilla de 72 trabajadores 48 por ciento son mujeres y su desenvolvimiento, sobre todo en el área de acabados, es muy favorable, son más detallistas y delicadas para darle el toque al mueble», apunta José Manuel Sierra López, gerente de la fábrica de muebles.

Por necesidad, Luisa Jacinto García conoció el mundo de la madera del que no ha querido salir porque a sus 46 años, sería casi imposible encontrar un nuevo empleo, y aún falta que su hija menor, Rosalía de 18, termine una profesión.

Luego de ponerse la faja que evita que su cansada espalda resienta el trajín de cargar tablas que debe cortar del tamaño que le indiquen, Luisa resume su historia: quedó huérfana al año de edad, es analfabeta, se casó pero su marido la abandonó dejándole la responsabilidad de sus cuatro hijos: Máximo de 28 años, María del Carmen de 26, Mirsa de 24 y Rosalía de 18 años.

«Cuando entré aquí dije no me salgo hasta que mis hijos estén grandes y ya tengo dos ingenieros. Ellos se sienten muy orgullosos de mi trabajo. Mi hijo Máximo ya está haciendo su doctorado y me dice que ya que termine me va a sacar de trabajar pero no creo poder estar en casa.

En Oaxaca, donde las mujeres están al frente del 85 por ciento de los hogares, la maternidad de las trabajadoras de la Unidad Comunal, es la fuerza toral que les permite rendir una jornada de hasta 12 horas de trabajo, con apenas unos minutos para almorzar y una hora de comer.

Hay quienes algunos días aceptan entrar a las 7:00 de la mañana y salir a las 9:00 de la noche por conseguir unas horas extras en una compañía forestal que, además de aprovechar de manera sustentable los bosques, su producción se basa en la mano de obra femenina.

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