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Ricky Martin y Jwan Yosef

Por Teresa Mollá Castells
CIMACFoto: César Martínez López

Ontinyent, Esp. Hace unos días el cantante anunció que él y su marido van a volver a ser padres. Y lógicamente lo volverán a ser mediante vientres de alquiler como ya lo fue el cantante con sus hijos mellizos y ya como pareja con su hija. O sea que por cuarta vez acuden a la explotación reproductiva de entre una y tres mujeres para ver cumplidos sus deseos de paternidad y acabar comprando a sus hijos.

Y en el colmo del cinismo lo anunció en la gala de la cena anual de la organización Human Rights Campaign que le entregaba un premio por dar visibilidad y por su defensa del colectivo LGTBI, y por su filantropía. Habría que preguntar a la o las mujeres que gestaron sus hijos si piensan lo mismo de su filantropía para con ella o ellas.

Basar la satisfacción de nuestros deseos en la explotación reproductiva de mujeres empobrecidas es, desde mi punto de vista, inhumano y justamente lo contrario del término filantropía que podría ser perfectamente definido como egoísmo. Egoísmo por explotar a mujeres para que gesten para mí con los riesgos que ello lleva para la vida de esas mujeres y las secuelas que les puede generar tanto físicas como psicológicas. Egoísmo por dejar huérfanos de madre y sin genealogía materna a sus hijos a quienes privan de su derecho básico de conocer su ascendencia y por ser el resultado de una transacción económica en el mejor de los casos. O, lo que es lo mismo, ser tratados como mercancía, como productos resultantes de una operación comercial.

Ante el deseo de ser padre existe un recurso llamado adopción y que puede ayudar e incluso salvar la vida de muchas niñas y niños. Pero como dice el poema de Quevedo «Poderoso caballero el Don Dinero» y hay personajes como estos que utilizan su dinero para, incluso, comprar vidas humanas.

Como ya he dicho en otras ocasiones, tanto los vientres de alquiler como la trata con fines de explotación sexual son prácticas que considero delictivas y que evidencian la gran connivencia entre el patriarcado y el capitalismo. Y se hace evidente porque en ambos casos el fin último, la satisfacción del deseo de paternidad o de satisfacción sexual, se ceba sobre el cuerpo de las mujeres empobrecidas que son utilizadas como materia prima de ambos lucrativos negocios que generan beneficios cuantiosos a los proxenetas y a las agencias de vientres de alquiler.

En ambos casos prevalece el deseo de la gente poderosa frente a los derechos de las mujeres empobrecidas por el propio sistema capitalista que permite su explotación sexual y reproductiva.

Pero estos dos personajes conocidos mundialmente no son los únicos que han recurrido a esta forma de explotación de mujeres. Tenemos personajes y personajillos sin salir de casa. Miguel Bosé y su expareja, el arquitecto Nacho Palau, compraron también cuatro hijos. El actor Javier Cámara, hizo lo mismo con dos mellizos. El cantante Miguel Poveda con su hijo. El presentador Jaime Cantizano con su hijo. El también presentador Kiko Hernández con sus dos mellizas. Carmen Cervera también con sus mellizas o Tamara Gorro con su hija. Como vemos todos ellos y ellas, gente pudiente que se puede permitir la compra de niñas y niños.

Más allá de estos nombres reconocibles tanto en el panorama del Estado Español o internacionalmente, el hecho de asociar esta práctica comercial a estos nombres no puede naturalizar esta práctica aberrante para con la vida de las mujeres que son explotadas reproductivamente para satisfacer el deseo de otras personas.

Un deseo nunca puede convertirse en derecho. Y mucho menos cuando la materia prima para llevarlo a cabo sea el cuerpo de una mujer. Y sobre todo cuando implique explotación de cualquier tipo.

No olvidemos que este tipo de prácticas es la consecuencia de muchos tipos de violencias machistas hacia esas mujeres y que, de facto, simboliza el ejercicio del poder y de la posesión de un bien.

La violencia estructural que implica es suprema como máxima expresión de todas las violencias que se ejercen contra las mujeres tratadas para ser prostituidas o contra las mujeres captadas para gestar para otras personas. No podemos olvidar este aspecto tan importante.

Las instituciones públicas deberían velar para que los Derechos Humanos de estas mujeres fueran respetados y no ultrajados por la ley del más fuerte, económicamente hablando, pero ¿Quien le pone el cascabel al gato del capitalismo aliado íntimo del patriarcado?

Supongo que a las feministas nos tocará seguir denunciando este tipo de prácticas ilícitas de explotación de mujeres en todo el mundo hasta que seamos escuchadas y sean abolidas en todas partes. Sólo de ese modo se garantizará la aplicación de los Derechos Humanos para ese perfil de mujeres ahora explotadas.

Tenemos un largo camino por recorrer, y todas las fuerzas y todas las energías van a ser necesarias.

19/TMC/LGL

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