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De esto sí hay que hablar

Por Lucía Melgar Palacios

El abuso sexual y la violación fueron largo tiempo temas tabú, ocultos bajo la consigna “de eso no se habla” , como si fueran vergonzantes, para la víctima, no para el agresor. Ese silencio contribuyó y contribuye todavía a normalizar conductas violentas que, aun tipificadas como delito, se pasan por alto. Aunque en años recientes se habla más y se actúa para denunciar esta violencia y exigir su prevención y sanción, dos casos recientes demuestran que en la sociedad y entre las autoridades subsisten complicidades que urge romper.

La semana pasada la youtuber Nath Campos denunció en un video la violación que perpetró contra ella un compañero de trabajo, conocido como Rix, a quien en esa época consideraba su “amigo”. Este relato es impactante no sólo por la traición y abuso de un hombre en quien ella confiaba y que “aprovechó” que estaba alcoholizada, sino también por la reacción de otros “amigos” e integrantes de su “management” (como ella lo denomina) ante esta agresión.

Abusar del estado de indefensión de una mujer por haber bebido u otras razones es injustificable. El agresor tampoco puede justificarse porque “estaba borracho” y “ no se dio cuenta” de lo que hacía. La violación es un acto de dominación y violencia, no un “error”. Provoca daño y trauma a la víctima, aún más grave si quien agrede es una persona cercana.

Lo más llamativo de este relato es la reacción de “amigos” y compañeros de trabajo de Nath Campos, en particular de su agencia. En general, según cuenta, les pareció mal pero no grave, o no lo bastante para confrontar al violador, despedirlo, o sugerirle a ella que denunciara. Al parecer, pretendían seguir trabajando todos con él sin problema. ¿A fin de cuentas ambos estaban borrachos? Así, quien tuvo que mantenerse a distancia o renunciar a diversos proyectos fue ella, no él, lo que le supuso más daño psicológico y pérdidas económicas. Sólo una nueva agresión, verbal, de “Rix” contra la madre de Campos rompió la inercia. Ella pensó en romper con la agencia de talentos DW pero se quedó porque ésta separó a “Rix”. Además denunció al agresor con apoyo de una diputada.

En el video en que hizo público su caso destacan las referencias a la culpa, el miedo y la falta de valentía. ¿Por qué las mujeres tienen que ser “valientes”? ¿Por qué se les hace sentir culpables de la agresión, en particular de la violación? Campos menciona que asistir a la marcha del 8 de marzo le dio ánimo para denunciar y seguir adelante, lo que confirma la importancia de estas movilizaciones y denuncias públicas. Tuvo quien la apoyara para que el MP no la maltratara y revictimizara como a tantas otras y luego, antes de difundir su caso, contó con el apoyo de su familia, lo que no siempre sucede.

Esta historia no es única. Es una nueva llamada de atención a la sociedad, a quienes no se indignan ante un caso de violación, no apoyan a la víctima, no le sugieren que busque una terapia y, si quiere, denuncie, a quienes pretenden mantener sus relaciones laborales o personales con el agresor como si nada hubiera pasado. Tolerar al perpetrador, callar o aludir “sin hacer olas” es hacerse cómplice, contribuir a perpetuar la violencia sexual.

Las complicidades que sustentan la violencia contra las mujeres son aún más graves cuando autoridades que deben sancionarla apoyan a los agresores y atacan a las víctimas y a quienes las acompañan. Esto sucede desde 2019 en la Universidad del Istmo en Oaxaca donde, pese a recurrentes denuncias de estudiantes y colectivas, mantienen sus puestos tres profesores acusados de hostigamiento y abuso sexual y, en cambio, una de las docentes que apoyaron a las estudiantes fue acosada laboralmente y despedida el año pasado. Hasta ahora, ni las autoridades educativas ni el gobernador de Oaxaca han respondido. ¿Qué esperan la SEP, ANUIES o Inmujeres para intervenir?

Las mujeres han demostrado su capacidad de organización y movilización para exigir un alto a la violencia sexual. Hace falta, sin embargo, que la sociedad entera y las autoridades se hagan cargo de que callar o tolerar estos delitos es ser cómplice. Un primer paso, por parte de las agencias de talentos y el medio de youtubers, sería reconocer los casos de abuso y violencia y establecer políticas de prevención y cero tolerancia.

En la UNISTMO, por otra parte, es urgente que las autoridades estatales y federales intervengan para acabar con la impunidad de los agresores y de las autoridades que los protegen y establecer políticas educativas con perspectiva de género que reviertan el machismo en las universidades oaxaqueñas.

21/LMP/AJSE/

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