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Memorial

Por Cecilia Lavalle
FLOR_CesarMartínezLópez
CIMACFoto: César Martínez López

¿Soy una o soy muchas? Como diría Germán Dehesa, es una pregunta “densita” para un fin de semana. Pero me pareció inevitable después de haber asistido a tres memoriales en menos de quince días.

“Memorial” es una palabra extraña en nuestro idioma. En Estados Unidos se usa con regularidad para designar una reunión en la que se honrará la memoria de una o varias personas fallecidas.

Pero aquí no solíamos hacer eso. Aquí se llevaba a cabo un velorio, y era en pequeños grupos en los que se recordaba a quien había muerto. Algunas personas rezaban. Otras más podían incluso reír, contar chistes o celebrar reencontrarse en ese lugar. Los velorios podían ser un poco caóticos, sin duda.

Hasta que llegó la pandemia y cambió todo.

Así continúan ahora los relatos, sea lo que sea de lo que hablemos.

Y si la forma de vivir la vida cambió, cuantimás la muerte. La forma de morir, en muchas ocasiones, y la forma de honrar la muerte de quien amamos.

De manera que ahora muchas personas organizan de manera virtual –por supuesto- un “Memorial”. Y se celebra una misa, o la familia más cercana pronuncia algunas palabras, entre las cuales se aprovecha para agradecer el cariño, el apoyo, la solidaridad; o se transmiten videos con fotografías del ser que se honra; o la gente que “asiste” se turna la palabra para recordar en voz alta alguna anécdota. O todo eso junto.

En los tres a los que asistí hubo un poco de todo eso junto. Pero, al menos en dos, tuve esa sensación de que no se hablaba de una sola persona, sino de distintas, aunque fuera la misma.

Por ejemplo, en uno se habló del optimismo con que vivió la pandemia y lo mucho que animaba a otros a mantenerse con pensamientos positivos. Y yo pensaba: ¿de quién hablan?, porque yo lo recuerdo enojado, abatido, taciturno; y precisamente extrañaba su alegría.

En otro se exaltó la generosidad de la persona y lo mucho que había apoyado a su familia y a gente a su alrededor. Y pensé: “No es la persona que yo conocí”.

En los tres memoriales hubo testimonios en los que claramente reconocí a la persona que yo extrañaba. Pero en otros, parecía que hablaban de personas muy distintas a las que yo conocí.

Así que inevitablemente me pregunté si yo era una o muchas. Si en mi Memorial (en caso de que se realice uno) habría quien pensaría: “¿de quién hablan?”.

Después de darle vueltas al asunto, llegué a la conclusión de que las personas somos una con muchos lados. Como un gran poliedro. Y, en función del tiempo y el espacio en el que interactuamos con otras, pueden ver un solo lado o varios.

También creo que no somos lo mismo siempre, a lo largo de un mismo día, por ejemplo. Ni para siempre. Cambiamos con el tiempo o con las circunstancias que nos toca vivir.

Pero, claro, las personas con las que interactuamos se pueden quedar con un recuerdo o un manojo de recuerdos como si fueran fotografías; imágenes fijas que les permitirán traer a la memoria esa impronta y no otra.

Mi amiga Ana dice que, en esas ceremonias, la persona que fallece “mágicamente” se vuelve perfecta. Se borran sus defectos, sus errores, sus agravios, y sólo se recuerda al “maravilloso” ser que era.

Y yo confío en que esa costumbre siga el día de mi Memorial. Porque eso de no estar ahí para argumentar en mi defensa…

21/CLT/LGL

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