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Falacias y espectacularización contra el aborto

Por Lucía Melgar Palacios
Imagen cortesía de la Colectiva Hablemos de aborto

El debate acerca del aborto está desde hace décadas plagado de falacias. La Iglesia católica ha contribuido a la confusión con sus ataques contra la «ideología de género», espantapájaros que distorsiona los postulados del feminismo y de los estudios de género.

No son nuevos entonces los gritos de «sí a la vida, no al aborto» que el domingo pasado recorrieron Reforma y otras avenidas del país. Lo nuevo y preocupante es la espectacularización de la maternidad adolescente que se llevó a cabo en la Ciudad de México mediante un ultrasonido realizado en público a una chica de 15 años con un embarazo cercano a término.

Si bien toda creencia religiosa o ausencia de ésta merece respeto y está protegida por la Constitución, manipular las creencias o convicciones personales con fines políticos impide, o cuando menos, obstaculiza las decisiones informadas. En este caso, el Episcopado , junto con organizaciones antiderechos, convocó a marchar en todo el país «por la mujer y  por la vida», contra las determinaciones de la SCJN contra la criminalización total del aborto y la libertad de conciencia médica ilimitada.

Además de preguntarnos, si en un Estado laico es correcto que la jerarquía religiosa intervenga abiertamente en la vida pública o participe en una manifestación, cabe volver a señalar la apropiación del discurso «de la vida» para afirmar dogmas contrarios a la ciencia, que ni en el propio catolicismo son absolutos.

Seguir mintiendo acerca del inicio de la vida, equiparando embrión y feto; abogar porque en las constituciones estatales se proteja «la vida desde la fecundación»; mentir sobre las consecuencias del aborto en la salud física y mental de las mujeres, con estudios falsos, como han documentado diversas especialistas, y plantear que con la prohibición del aborto y su criminalización se defiende a «la mujer» y a «la vida», es alzarse contra los derechos y libertades de niñas, adolescentes y mujeres, cuya autonomía ya está restringida por la violencia, la violencia sexual, la precariedad y la doble moral.

Habrá quien diga que «el 48 por ciento de la población está contra el aborto», lo cual es dudoso: la medición depende de cómo se  formule la pregunta. Cuando se indaga si alguien está de acuerdo con penalizar a la mujer que aborta, el porcentaje es mucho menor; en cambio si se equipara el aborto con un «genocidio», como se dijo el domingo, y se habla de «asesinatos» de bebés, no hay quien pueda estar de acuerdo. La cuestión es que con 12 o 14 semanas no hay «bebé» sino embrión, vida en potencia no viable ni, menos, «persona».

Los grupos antiderechos repiten este discurso falaz, rebatido desde la ciencia y las ciencias sociales, porque «la defensa de la vida» apela a las emociones. Nada dicen, en cambio, acerca de las vidas mutiladas por la violencia sexual o el feminicidio. Esas vidas no importan.

Ahora distorsionan también la decisión de la SCJN sobre la objeción de conciencia médica como si convirtiera a los médicos/as en víctimas de un Estado cruel y no se limitara a delinear normas para impedir que con la objeción aplasten los derechos de las mujeres o pongan su vida en peligro.

Si ya la propagación de falacias es preocupante, usar a una adolescente de 15 años para espectaculizar la imagen del feto, exhibir a la chica y aplaudir este atentado a su privacidad como un magno» baby shower», es deleznable. También es mentiroso: la defensa del aborto legal y seguro no elimina plazos ni atenta contra la maternidad elegida.

Ante este uso y abuso de una menor de edad, la Secretaría de Gobernación y el Inmujeres no pueden callar ¿Dónde quedó la Ley de Niñas, Niños y Adolescentes? ¿Qué consentimiento pudo dar «Ana»? ¿Por qué se escogió a una menor de edad para exhibirla así? ¿No preocupa que una chica de 15 años esté embarazada?

La legalización del aborto, por demás limitada en cuanto existen causales explícitas y en los cuatro estados donde se ha despenalizado los plazos son cortos, no obliga a nadie a interrumpir su embarazo, sólo permite que quienes no pueden o no quieren continuar un embarazo tengan la posibilidad de interrumpirlo sin arriesgar su salud y su vida.

La despenalización es un acto de justicia social, en favor de una maternidad libremente elegida para todas las mujeres.

21/LMP/LGL

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