Inicio Agenda “Siempre hay que verlas a ellas”, a las víctimas: Cristina Rivera Garza y el feminicidio de su hermana Liliana. La literatura desde las mujeres

“Siempre hay que verlas a ellas”, a las víctimas: Cristina Rivera Garza y el feminicidio de su hermana Liliana. La literatura desde las mujeres

Por Diana Hernández Gómez

Ciudad de México.- El pasado 5 de julio, la escritora mexicana Cristina Rivera Garza recibió el Premio Xavier Villaurrutia 2021 por su obra El invencible verano de Liliana (Literatura Random House, 2021), en la que narra el feminicidio de su hermana Liliana Rivera Garza. Tras la premiación, se desató una polémica debido a declaraciones del escritor Felipe Garrido, ante las cuales la autora respondió con contundencia: siempre hay que verlas a ellas, “darnos cuenta de lo que perdemos cuando nos arrebatan a una mujer”.

Durante su discurso en la ceremonia de premiación, el escritor Felipe Garrido comentó que le parecía que el personaje del feminicida de Liliana estaba “intencionalmente opacado”, y que a él como lector le interesaba conocer más sobre él, su perfil y sus “posibles justificaciones”.

Ante esto, Rivera Garza respondió tajantemente: “Tenemos que verlas a ellas, conocer sus nombres, toparnos con los lugares donde vivieron”. Solo de esta forma –explicó la también catedrática de la Universidad de Houston– podremos dimensionar lo que perdemos cuando perdemos a una mujer a causa de la violencia feminicida.

“Sus asesinos tienen demasiada prensa”, agregó la escritora. Pero esta presencia supera los medios: también se encuentra en la literatura que forma parte del canon en diversos países. 

Cristina Rivera Garza durante la presentación de su novela El invencible verano de Liliana.
Fotografía: Facebook “Instituto Nacional de Bellas Artes”

Los feminicidas y su visibilidad en la literatura

Durante su discurso, Felipe Garrido habló sobre obras donde los feminicidas ocupan papeles centrales en la historia. Estas se suman a una larga lista donde los asesinos toman el centro en lugar de profundizar en los perfiles y vidas de las víctimas. 

Muchas de ellas, además, son obras escritas desde la perspectiva masculina que ha imperado en el canon literario mexicano desde hace siglos.

Ante esto, la novela de Rivera Garza propone abordar los temas desde otros sitios. Tal como declaró la escritora durante su premiación, uno de ellos puede ser el afecto que une a las y los familiares con el recuerdo de las víctimas y la búsqueda incansable por la justicia.

Este afecto es el mismo que llevó a la autora a buscar el archivo judicial del caso de su hermana. A la par, Cristina Rivera Garza decidió hacer su propia documentación y usar como materia prima todo lo que su hermana Liliana escribió y guardó sobre sí misma antes de morir.

Así, El invencible verano de Liliana resulta una obra que mezcla la ficción con la realidad, una realidad amplia donde la víctima de feminicidio no es solo eso: también es escritora, estudiante, una hermana e hija, entre muchas otras características y cualidades.

La complejidad que habita en toda mujer es arrebatada del mundo con un feminicidio. De ahí que, para Rivera Garza, sea necesario nombrarlas a ellas y visibilizar los lugares por los que transitaron “para darnos cuenta de todos los lugares donde nos hacen falta”.

La escritora llamó a realizar un proyecto para colocar placas en diferentes partes de las ciudades mexicanas donde ha ocurrido un feminicidio. Declaró que esta puede ser otra forma de invocarlas y también de combatir la indiferencia social frente al aumento de la violencia feminicida en México.

El único perfil del feminicida es el de la violencia patriarcal

Durante su premiación, Cristina Rivera Garza recordó que detrás de cada feminicidio hay una serie de violencias patriarcales y machistas, las cuales son cuestiones sistemáticas y no individuales.

A mi hermana no la mató un hombre enamorado, sino un macho criminal.

Cristina Rivera Garza

Parte de estas violencias es también la impunidad de la que gozan miles de feminicidas en México. La catedrática mencionó también el encubrimiento proporcionado a los agresores por parte de amigos, familiares y compañeros de trabajo, entre otras esferas.

De ahí que, para la autora, sea necesario hablar sobre estos delitos desde un lenguaje que se oponga a las violencias patriarcales. Estas nuevas formas de narrar incluyen, por ejemplo, abordar con mayor profundidad los perfiles de las víctimas desde la literatura, en lugar de seguir reproduciendo estereotipos que, hasta cierto punto, justifican y mitifican este tipo de crímenes.

Finalmente, Rivera Garza recordó la deuda que el Estado mexicano tiene con las víctimas de feminicidio asesinadas antes de 2012. Muchos de sus casos se clasificaron como “crímenes pasionales”, lo que invisibilizó la violencia sistemática oculta en ellos.

Nombrar estos casos desde trincheras como la literatura puede abrir nuevos espacios para dimensionar la gravedad de estos delitos. También puede hacer que la sociedad se dé cuenta de que, con ellos, se borran mundos completos para las mujeres víctimas de violencia y sus familias.

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