Inicio Columna ¿En qué se ha convertido la manifestación del Día del Orgullo?

¿En qué se ha convertido la manifestación del Día del Orgullo?

Por Teresa Mollá Castells

Hace muchos años leí en un artículo de Shangay Lily una expresión que me llamó poderosamente la atención. Comenzaba a hablar del “gaycapitalismo” y de lo que se estaba comenzando a hacer con todo lo relacionado con las conmemoraciones del “orgullo”.

Ahora no hacen falta explicaciones. Lo vemos año a año. Y, en el colmo de los colmos, hoy me encuentro con que la retransmisión que hizo ayer TVE de la manifestación enfocaba una y otra vez a un grupo de hombres, mayoritariamente, que han comprado a sus criaturas a través de vientres de alquiler de mujeres, seguramente pobres, que lo hacen para mejorar su situación con todos los riesgos que ello significa. Y solo para satisfacer los deseos de esos hombres que representan perfectamente lo que es el “gaycapitalismo”.

Otra cosa que me llama la atención poderosamente en estos actos es la presencia mayoritaria de banderolas que representan el movimiento transgenerista, tan aplaudido por la mayor parte del colectivo. Gente que representa una misoginia brutal hacia las mujeres en general y hacia las lesbianas en particular, enarbolando y formando parte de un movimiento que debería ser reivindicativo. No lo entiendo.

Miento, sí lo entiendo. Y lo entiendo perfectamente, porque de nuevo el patriarcado juega sus bazas e intenta arrasar con cualquier cosa que suponga un peligro para su supervivencia.

De ese modo, y de nuevo, han convertido un acto que debería ser reivindicativo en algo disparatado e incluso vergonzoso para las personas que pensamos que se puede amar en libertad y a quien se quiera amar, más allá de su sexo.

Y recordamos que ser homosexual todavía está penado con la muerte en demasiados países del mundo. O que observamos con terror cómo las lesbianas son tachadas de transfobas por no querer tener relaciones con hombres que se sienten mujeres. O cómo la ministra de igualdad abandona el feminismo para hacerle el juego a ese gaycapitalismo que ella se empeña en reforzar con su propuesta de ley trans.

Malos tiempos para las reivindicaciones reales del colectivo, sobre todo de las mujeres lesbianas que, una vez más, han sido aparcadas por el patriarcado en su nueva versión posmoderna y chupiguay.  

Como feminista radical (de raíz), soy una firme partidaria de que cada cual ame a quien quiera y como quiera y que los derechos civiles sean los mismos para todas las personas independientemente de su orientación sexual. En lo que ya no estoy tan de acuerdo es que los deseos de algunos supongan la opresión de las mujeres lesbianas, por ejemplo, la practica expulsión del colectivo gaycapitalista.

Conmemorar los disturbios de Stonewall de 1969 se ha convertido poco menos que en un carnaval y ha dejado de tener nada de reivindicativo. Las personas realmente comprometidas han sido prácticamente expulsadas de ese carnaval de disfraces, colores, música y premios a quien sea más veloz corriendo con tacones o a folklóricas caracterizadas por su machismo y su sentido rancio de la vida.

Entiendo perfectamente a algunas amigas lesbianas y algunos amigos gays que han decidido alejarse de ese festival de luz y de color y totalmente vacuo, reivindicativamente hablando, porque ya no les representa. Porque reivindicar la compra de bebés para satisfacer deseos como que no es muy serio que digamos.

Y sí, todo el mundo tiene derecho a amar en libertad y a quien quiera, pero también hemos de recordar que la homofobia sigue presente en nuestro día a día y que las agresiones homófobas han aumentado significativamente. Y este tipo de temas no se combaten con carnavales. O, al menos, ese es mi parecer.

Siento una especie de vergüenza ajena ante este espectáculo avalado por una ministra y todo su equipo que dan alas a ese gaycapitalismo insolidario, neoliberal y no reivindicativo de nada que no sea “lo suyo” y mucha fiesta. No creo que representen a las personas luchadoras y solidarias que existen dentro del movimiento y que han conseguido desvirtuar los valores básicos de ese movimiento LGTB.

Solo deseo que las personas que siguen en su lucha diaria sean respetadas y no devaluadas como consecuencia de estos espectáculos que podrían calificarse de bochornosos, excluyentes e insolidarios.

Todo mi respeto y admiración a las personas que luchan solidariamente por un colectivo que todavía sufre la homofobia en sus diferentes variantes.

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