Hace algunos años, cuando estaba en la universidad, tuve la oportunidad de ver Irreversible (2002). Esta película de Gaspar Noé desató una polémica por mostrar explícitamente una violación en una secuencia que, además, dura casi 10 minutos. La sensación al verla, sin embargo, fue distinta a la que sentí con Algunas bestias. Y es que la incomodidad que despierta esta última cinta, además, lleva detrás las desgarradoras cifras de violencia sexual en el núcleo familiar en América Latina.
El argumento de esta obra chilena –dirigida por Jorge Riquelme Serrano y estrenada en 2019– es simple de resumir pero bastante complejo de analizar. Una familia (abuela, abuelo, madre, padre, hijo e hija) llega a una isla donde Consuelo y Alejandro, dos padres de clase social medianamente alta, planean desarrollar un proyecto turístico.
La pareja está acompañada de los padres de Consuelo, Dolores y Antonio, a quienes tienen la intención de pedir apoyo financiero para materializar su idea. Además, llevan consigo a Maximiliano y Ana, dos hermanos jóvenes que dan muestras de una relación bastante cariñosa.
El conflicto comienza a perfilarse cuando Ana está con Nicolás, un hombre encargado de procurar todos los servicios en la cabaña donde la familia se hospeda –la cual, además, está dentro de una isla donde aparentemente no hay nadie aparte de ellos–. Casi al inicio de la cinta, Ana acusa a Nicolás de tocarla indebidamente mientras la columpiaba. Sin embargo, él lo niega y el asunto no trasciende más allá de la discusión.
A pesar de que esto parece generar una expectativa respecto a lo que vendrá después, la historia da un giro definitivo cuando la abuela de la familia, Dolores, abusa de Nicolás al tocarlo sin su consentimiento. A partir de esto, Nicolás se ausenta y deja al resto de familiares en una cabaña donde las dificultades generan una tensión que crece de manera magistral y culmina en una sensación de desolación absoluta.
Esta desolación es producto de otro abuso cometido dentro del ámbito familiar: justificándose con su soledad, Antonio violenta sexualmente a su nieta, quien a lo largo de todo el filme también es agredida de manera velada por su hermano mayor. Con esto, Algunas bestias retrata un problema sumamente frecuente en América Latina: el abuso sexual en la privacidad del hogar.
El incesto: un problema generalizado en América Latina
De acuerdo con un informe publicado en 2021 por la organización Equality Now –la cual trabaja a favor de los derechos de niñas, adolescentes y mujeres–, el incesto es una problemática que se ha extendido de manera alarmante en todo el continente americano.
Según la investigación, en Bolivia, por ejemplo, ocho de cada 10 niñas víctimas de abuso sexual en 2019 fueron agredidas por miembros de su familia o por personas que ellas consideraban sus familiares.
El caso de México no es menos grave. Fabiola Alanís Sámano, titular de la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Conavim), declaró en una conferencia de prensa de 2021 que el 90 por ciento de las violaciones cometidas contra niñas tienen lugar en el seno familiar. ¿Los culpables? Con mayor frecuencia, primos y tíos; aunque abuelos, padrastros y hermanos también están entre los agresores.
En este sentido no es casualidad que –de acuerdo con el informe de 2021– la cantidad de abusos sexuales contra niñas, adolescentes y mujeres haya aumentado durante la pandemia de COVID-19, cuando las víctimas quedaron confinadas con sus violentadores. Además, varios refugios y centros de denuncia también cerraron sus puertas, dejándolas sin opciones para pedir ayuda.
Según la investigación de Equality Now, este problema va acompañado de un grave silencio que deja a millones de víctimas fuera de los registros y las aleja de la justicia. Mientras tanto, el número de ataques se multiplica.
En casa no se habla de eso
En Algunas bestias, la violencia que Dolores ejerce contra Nicolás nunca es nombrada: la o el espectador es el único que sabe lo que sucedió, lo cual aumenta la desesperación por no poder hacer nada frente a lo que está sucediendo. Pero este no es el único abuso silenciado en el filme.
La terrible violación de Ana por parte de su abuelo, quien intenta justificarse y pide perdón entre lágrimas, no es enunciada por nadie aunque todos en casa lo escuchan, todos en casa saben lo que pasó y nadie es capaz de detenerlo (o de siquiera intentar hacerlo).
De acuerdo con el reporte de la organización Equality Now, este silencio es sumamente frecuente al hablar de la violencia sexual cometida en el hogar. Esto tiene que ver, en parte, con la confusión: muchas de las víctimas abusadas por un familiar no entienden que lo que acaba de pasar constituye un delito.
Por otro lado, la posición de subordinación de la persona abusada respecto al abusador expone a las niñas, adolescentes y mujeres a una condición de vulnerabilidad en la que abundan amenazas y engaños. Esto provoca que muchas de las víctimas no hablen de lo que vivieron sino hasta muchos años después.
Al final de Algunas bestias, sin embargo, no alcanzamos a ver ese después. Todo queda suspendido en una atmósfera de silencio y desesperanza.
La violación en Irreversible es insoportable por lo explícito de la escena y el sufrimiento que esta terrible violencia desata en la víctima y su esfera cercana. Pero en Algunas bestias, la violencia sexual resultó para mí todavía más incómoda por el lugar en el que nace: las bestias que habitan el interior del hogar.
