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Resistencia ciudadana contra la militarización

Por Lucía Melgar

Este martes 6, unos cientos de personas (en su mayoría jóvenes, estudiantes y activistas mujeres) se reunieron en La Victoria Alada para oponerse a la imposición por vía legislativa de una mayor militarización del país. Bajo la mirada de figuras que nos recuerdan la Independencia y que han visto antes tantas marchas y protestas contra la violencia y por los derechos de las mujeres, algunas desplegaron mantas, entre cuyos mensajes se leían: “Nos faltan 24,000”, “Si es militar es patriarcal”, “El feminismo es antimilitarista”, “110,000 desaparecidos”. 

Bajo una lluvia intermitente, el plantón se transformó en una marcha hacia el Senado. Veladora en mano,  acompañados de dos banderas blancas que ondeaban brillantes en la noche, grupos diversos coreaban consignas que se han repetido una y otra vez en Reforma y han sido desoídas por gobiernos sordos (los mismos gobiernos que confían más en las armas que en el poder la sociedad, que prefieren escucharse a sí mismos que a las voces de jóvenes, hombres y mujeres que merecen un futuro mejor):“Queremos trabajo/queremos escuelas/queremos hospitales/no queremos militares”, “¡Seguridad! ¡Sin guerra!”.

Corearon también frases nuevas que mucho dicen acerca del abismo que se ha ido construyendo entre este gobierno y parte de una sociedad que se atrevió a creer en un cambio político real y hoy está desencantada: “AMLO decía que todo cambiaría… ¡Mentira! ¡Mentira! ¡La misma porquería!”. A diferencia del gobierno que achaca todos los problemas al pasado y se deslinda de sus antecesores, desde la manifestación se elevaba el reclamo:  “Obrador, Obrador, ya pareces  Calderón”.

Un reclamo menos duro de lo que algunos interpretan si pensamos que, a quince años del inicio más explícito de la militarización, la evidencia de sus estragos debería bastar para detenerla. Junto a este reclamo empezó a elevarse también la constatación de que militarizar a la Guardia Nacional sólo agravará la violencia que ya padece este país: “La Guardia Militar/ A nadie va a cuidar”, que pronto se transformó en “La Guardia Militar a narcos va a cuidar”.

Aún bajo la lluvia, las rejas del Senado (iluminado con los colores patrios… como si la patria de veras le importara a quienes ahí legislan), se transformaron en un gran tendedero donde resaltaba la demanda:  “No a la Guardia Nacional Militar. Por Heidi, por todas las víctimas y la paz”.  Cortesía de la torpeza del Senado o de los propagandistas de un régimen revestido de verde olivo, las fotografías de la exposición “Más cerca de ti” -destinada a ensalzar a las fuerzas armadas a la vista de los transeúntes- se transformaron en lienzos para una intervención artístico-política.

Con pintura en aerosol algunos dejaron ahí plasmado su enojo contra una institución que ha sido acusada de graves violaciones a derechos humanos. Otros, por su parte, pegaron imágenes  que revivían ecos del 68 : “Este diálogo no lo entendemos”, acompañado de la imagen de un tanque, o expresaban la conciencia de una realidad apabullante: “120,000 desaparecidos”, “La paz no se consigue con armas y militares”.

Con veladoras encendidas, algunos pudieron escuchar el comunicado de organizaciones participantes que así refrendaron el carácter ciudadano y pacifista de un acto de protesta que, sin ser multitudinario, debería haber invitado a senadores y senadoras a la reflexión y al rechazo de una propuesta a todas luces inconstitucional y, sobre todo, contraria a los intereses de la sociedad.

¿Qué podía esperarse, sin embargo, de un conjunto de representantes que ni siquiera tuvieron la sensibilidad de pensar en el absurdo de acoger una exposición de fotografías de prácticas militares? Claramente, esta exposición que no alcanzan para encubrir su ineficacia ante el crimen organizado y su incapacidad para respetar los derechos humanos y tratar a la población como personas y no como adversarios o hasta enemigos. ¿No le bastan a las fuerzas armadas y al régimen los pasillos del metro, las pantallas a la entrada de la terminal 1 del Aeropuerto, donde se han colgado fotografías o videos favorables al Ejército y la Marina?

Este tipo de despliegues no es nuevo. Sin embargo, no es casualidad que cuando desde la sociedad civil organizada de todo el país surgen voces críticas del proyecto de seguir sembrando el territorio de cuarteles y  manteniendo en las calles a militares y a una guardia militarizada, se nos quiera convencer de la bondad y necesidad de las fuerzas armadas en la vida diaria.

Si bien estas fuerzas armadas cumplen con funciones útiles en casos de desastres, por ejemplo, más limpiaría su imagen reconocer las violaciones a los derechos que han perpetrado elementos suyos y castigarlos. Ninguna propaganda puede borrar la realidad. Ni mil mentiras oficiales pueden borrar la memoria.

Hay quienes se han hecho eco de las denostaciones de Morena contra las participantes de la marcha, por ser “elitistas” o “blancas” o falsas “feministas”. Pasando por alto el giro demencial de un partido que se decía antimilitarista, es patético y preocupante que algunas voces reproduzcan el discurso polarizador, cargado de misoginia, que manipula los rencores sociales para descalificar a quienes salieron a expresar su rechazo a una decisión arbitraria, que va contra la constitución y contra el sentido común.

La militarización no favorece a nadie más que a las fuerzas armadas (si acaso) y al poder arbitrario que se quiere único. La causa de la paz no admite divisiones. Lo que está en riesgo es la vida y la seguridad de millones de personas, en particular de las mujeres, de niñas -como Heidi- de niños y hombres que han sido acusados falsamente, apresados, torturados o asesinados.

Esta madrugada, el Senado ha demostrado su sumisión a los intereses del Ejecutivo y su indiferencia ante los intereses de la sociedad. Incongruentes, vociferantes, incapaces de escucha y diálogo, los y las senadores de Morena y sus comparsas nos han dado la espalda.  De este marasmo y degradación de la vida pública no vamos a salir, ni contribuiremos a acabar con el infierno de la violencia que corroe al país, si no convertimos la resistencia civil al predominio de las fuerzas armadas y del poder del líder en causa primordial de todas y todos.  

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