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Las humanas

Por Cecilia Lavalle

¿Las mujeres son humanas? La respuesta parece obvia. Pero durante un par de siglos no fue así, y algunos derechos humanos aún se nos escatiman.

Del 25 de noviembre al 10 de diciembre se llevan a cabo 16 días de activismo contra la violencia hacia las mujeres.

No es casual que terminen ese día. Es más, por eso son 16 días de activismo y no 15 o 10 (en general, conmemoramos en múltiplos de 5).

Cuando nacieron eso que hoy llamamos derechos humanos, el documento se llamó “Derechos del hombre y el ciudadano” (Francia 1789).

Fue un gran documento. Salvo porque ninguna mujer podía tener algún derecho de los que se mencionaban ahí.

¿Derecho a la propiedad? No. ¿Derecho a ejercer cargos públicos? No. Para acabar rápido, se precisaba que todos los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Así que nosotras ni libres ni iguales en derechos.

En ese mismo instante nació el feminismo como un movimiento por la igualdad de derechos. Y, como no les hizo gracia alguna, subieron la apuesta con el Código Napoleónico (que tuvo una enorme influencia en las leyes de casi toda Europa y sus colonias, entre ellas lo que hoy es México). Ahí quedó establecido legalmente que no éramos dueñas de nada, ni de nuestro cuerpo.

Entonces doblamos la apuesta: Los movimientos sufragistas exigían derecho a la educación, a la propiedad, pero sobre todo al voto, porque queríamos cambiar esas leyes tan opresivas e injustas.

Ante eso, la filosofía y la naciente ciencia moderna (de las que igualmente estábamos excluidas, salvo excepciones) tuvieron el atrevimiento de asegurar que ni humanas éramos. Bestias tampoco (poco les faltó), pero quedábamos en una especie de término medio entre las bestias y los verdaderos humanos (que, claro, eran los hombres).

En ese debate, acciones de las mujeres y reacciones de todo el sistema (que años después llamamos patriarcal), cuando tuvieron lugar las dos guerras mundiales. Y al término de la segunda, ante los horrores vividos se decidió convocar a las naciones para crear un nuevo “contrato social”.

¿Y cómo cree que se iba a llamar ese documento? ¡Declaración Universal de los Derechos del Hombre!

No fue así, porque en la naciente ONU había ya varias mujeres y la mayoría eran sufragistas (o lo había sido, porque su país ya reconocía ese derecho).

Ese grupo de mujeres consiguió, entre otras, que el documento se llamara Declaración Universal de los Derechos Humanos, y que quedará establecido en el artículo 1, que toda persona tiene todos los derechos y libertades sin distinción de sexo.

De modo que un 10 de diciembre de 1948 conseguimos nuestra acta de nacimiento legal como humanas.

Por eso desde aquí honro y agradezco a: Eleanor Roosevelt (Estados Unidos), Hansa Mehta (India), Minerva Bernadino (República Dominicana), Marie-Hélène Lefaucheux (Francia), Shaista Ikramullah (Pakistán), Bodil Begtrup (Dinamarca), Bertha Lutz (Brasil), Amalia Castillo (México), Wu Yi Tang (China), Eudokia Uralova (Bielorusia), Jessie Street (Australia), Lakshmi Menon (India), Isabel Sánchez (Venezuela), Isabel de Vidal (Uruguay), entre otras de cuyos nombres apenas vamos teniendo noticia.

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