Ciudad de México.- La obra pública ha sido ampliamente excluyente, dejando afuera, el reconocimiento de otras experiencias como el de las mujeres, las madres cuidadoras, las niñas y adolescentes, así lo dio a conocer Argentina Ana Falú, acompañada de un equipo de ONU Mujeres y del Ministerio de Obras Públicas de Argentina.
Desde esta reflexión, la arquitecta, académica y activista feminista argentina Ana Falú, acompañada de un equipo de ONU Mujeres y del Ministerio de Obras Públicas de Argentina emprendió un trabajo pionero en la región y que, según señaló en conferencia de prensa, fue un trabajo equivalente a cuatro tesis doctorales.
Hay que referir que existen 4 fases que componen el ciclo de obra pública: Planificación, diseño y evaluación de proyectos, gestión administrativa y financiera y finalmente, la ejecución y seguimiento de una obra.
Las mujeres también deben de estar presentes en el diseño de las obras, se debe considerar cómo les impactará en la vida, pues hay que recordar que el espacio público puede ofrecer contención y seguridad, especialmente, para mujeres desplazadas, de comunidades indígenas, trabajadoras domésticas o mujeres en contextos de desastres naturales.
«La perspectiva de género en el ciclo de la obra pública» evidencia cómo este sector ha sido ampliamente excluyente. Por ello, el documento sentencia y realiza un llamado a las instituciones públicas a que comiencen a deconstruir la manera en la que accionan.
Si enmarcamos todos estos datos en México, encontramos que la Encuesta Anual de Empresas Constructoras (EAEC) arrojó este 2022 que el 84.4% de personas que trabajan en obras y construcción, son hombres y apenas un 15% son mujeres.
Todo esto, a pesar de que esta industria sea una de las que más acumulan riqueza, las mujeres continúan siendo segregadas de participar, no sólo como trabajadoras en mano de obra, sino también, como planificadoras en la construcción.

La obra pública desde una perspectiva de género: ¿Qué propone?
Dentro de todo este ciclo se implementa una serie de trabajo multisectorial, donde órganos diversos y personas trabajadoras se desempeñan para consolidar la obra. El meollo comienza cuando dentro de este trabajo importante, las mujeres no ocupan ningún cargo directivo, de decisión y tampoco tienen la posibilidad de señalar cuestiones que deben ser puestas en duda.
En conferencia de prensa de ONU Mujeres, se señalaron algunos escenarios que dan pista sobre la importancia de que la obra pública se salga de la esfera patriarcal pues, según se apuntó en la presentación del informe, las mujeres no representan ni el 5% de la industria de obras públicas: «No sabemos si barren el lugar, si preparan alimentos o qué hacen, pero no están en la toma de decisiones».
Si lo aterrizamos, podemos poner un caso hipotético donde mujeres de una comunidad rural enfrentan una magna obra de carretera en sus territorios, esto les dificulta llevar a sus hijas a la escuela diurna, pues para lograrlo deberán cruzar la pista que corre en ambos sentidos y que, además, posee una pobre luminaria.
Ninguna de las personas involucradas en el diseño de la obra reconoce que son las mujeres de esa comunidad quienes realizan los viajes de cuidado para llevar a las infancias a la escuela; nadie cuestionará qué sucede con la primaria que ha quedado del otro lado de la carretera, los peligros que implica cruzar e incluso, la violencia que puede gestarse de encontrarse con desconocidos que van de paso por la pista.

De esto deviene la enorme problemática de que la obra pública debe de dejar de ser un sector ampliamente masculinizado, porque, además de recrudecer la división sexual del trabajo, también repercute en la vida de las mujeres que habitan en distintos contextos territoriales. Hablamos de dos factores bilaterales que se articulan y así, reproducen la desigualdad.
» (Se debe) superar la dicotomía de espacios en función de la división sexual del trabajo que relega a las mujeres y diversidades al ámbito privado y jerarquiza los roles y funciones de los varones en el espacio público. Esta división estereotipa tareas y actividades como femeninas y/o masculinas y deja a las mujeres por fuera de diversas esferas laborales, como la construcción, al subordinarlas en sus funciones y relegarlas a tareas de cuidado y domésticas, que a su vez están desvalorizadas y no son reconocidas monetariamente», refiere Ana Falú.
En este tenor, se exponen 3 aspectos importantes sobre la incorporación de la perspectiva de género:
Entender las demandas diferenciadas de mujeres, diversidades y varones según la división sexual del trabajo, y al mismo tiempo, hacerles partícipes de la Obra Pública según sus necesidades.
Además de incorporar a las mujeres y diversidades a las dinámicas de la economía y el mercado que la Obra Pública impulsa.
Sin olvidar, el generar nuevas oportunidades en el mercado laboral. Este enfoque interpela la subvaloración de las mujeres y el rol asignado a ellas. Además, coloca en agenda la vida cotidiana, doméstica y de cuidados que afecta a múltiples esferas (política, privada, pública, comunitaria) y la ubica como una continuidad entre la vida productiva y reproductiva.
En conferencia de prensa, la autora de la obra, Ana Falú señala que el poder esbozar por primera vez este trabajo en nuestra región, conlleva dos revelaciones, la primera, es que se interpela la cultura patriarcal dentro de las políticas de obras públicas y después, da pie a que el conocimiento feminista de género en materia de urbanismo sea considerado como una parte vitalicia para la construcción de obras y ciudades.
Infraestructuras feministas garantizan derechos
En su participación, María Regina Cafferata, especialista en género e inclusión social para América Latina y el Caribe, refirió que, al construir una infraestructura feminista, entonces, construimos la posibilidad de hacer posibles los derechos.
Por ello, es urgente que la obra pública se convierta en un espacio civil, según explicó María Regina Cafferata, se debe poner el acento en la diversidad, garantizar sus opiniones y reconocer las necesidades de las personas, especialmente, de aquellos sectores que han sido alejados de la toma de decisión, mujeres, personas racializadas, personas desplazadas y también, las adolescencias e infancias; todos estos sectores son prioritarios para que las obras públicas dejen de apostar por la producción violenta de proyectos masivos, y dar origen a la sustentabilidad donde todas podamos construir los territorios que merecemos.

En su participación, compartió la importancia de que las mujeres construyan espacios y obras, porque no es sólo un beneficio individual, sino que su trabajo se puede convertir en un faro para otras e incluso, en una herramienta de autodefensa para luchar contra la violencia. Así, María Regina Cafferata leyó el siguiente testimonio de una mujer originaria de la provincia de Jujuy, Argentina que logró hacer comunidad gracias a una biblioteca:
«Es el hacer de las mujeres, nos juntamos y siempre hacemos algo y en ese hacer, nos construimos. Es la magia de juntarnos, charlar, escuchar y revitalizarse, aquí no existe la cultura de la amistad como en las grandes ciudades aquí las mujeres sólo estaban encerradas en sus casas, aquí tuvieron la posibilidad de preguntar qué les pasaba. Es así que formamos redes de apoyo, organizaciones, luchamos por recursos y participamos, esta comunidad es lo que hace la transformación».
Esto es complementado con la participación de Maite Rodríguez, coordinadora de Red y Hábitat de América Latina y el Caribe quien señaló que la obra pública tiene que ver con el acceso al recurso, a la seguridad y a la interacción.
Fue Cecilia Alemany, directora regional adjunta de ONU-Mujeres para las Américas y el Caribe y Representante a.i. en Argentina quien concluyó la presentación del informe señalando que, en toda la región, esta industria es muy poderosa y posee un margen muy amplio para ofrecer trabajo a las mujeres, sin embargo, no lo hacen, ni promueven su inclusión al mercado laboral de construcción, a pesar, de que se tenga registro de que son excelentes en su trabajo.
Por ello, se cerró el diálogo con una frase que nos recuerda que el género transversaliza absolutamente todos los fenómenos que nos rodean:
«La política de obra pública no es neutra de género» (Cecilia Alemany)
Finalmente, hay que zanjar que en México se presentó hace 2 años la Guía para la activación y operación de equipamientos urbanos y espacios públicos con perspectiva de género para que niñas y mujeres se sientan seguras en el espacio público, auspiciada por la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu). Sin embargo, no hay mayor información sobre la aplicación de esta guía y cuáles son los resultados en estos últimos 2 años.
Esta guía que nace desde Argentina contiene información vitalicia para aplicar esta perspectiva en la creación de políticas en materia de obras públicas y que, son urgentes en nuestro país que muestra un rezago importante.
Apuntando a que, este compromiso pinta para la Agenda 2030 por la igualdad y que, la futura secretaria de la Sedatu, Edna Elena Vega Rangel no puede dejar de lado, pues como señaló Maite Rodríguez, el desarrollo urbano y territorial feminista, constituye un elemento prioritario en el acceso a los derechos de las mujeres.