Ciudad de México.- bell hooks, define el amor como un revolucionario movimiento social que tiene el poder de transformar, sanar, restaurar y crear un mundo justo para todas las personas que lo habitamos, sin embargo, ¿qué ocurre si este mundo que imagina esta autora feminista está lejos de consagrarse a causa de los embates de la violencia, la manipulación y el abuso? Desde este punto, resulta necesario colocar en el visor -más allá de teorizar sobre el amor romántico-, la autodefensa en el amor.
Y es que, bell hooks apunta a que el amor es un acto de voluntad; intención, pero también, una acción consciente. Este último elemento, es lo único que permite relacionarse en un piso parejo desde un principio, siendo la antesala de las relaciones, las citas. El episodio -tal vez más importante de todo este ritual amoral-; se conoce a la otra persona, se establecen límites y se determina el potencial para iniciar una relación afectiva.
Porque antes de hablar de amor, hay que hablar de citas, particularmente, en un escenario contemporáneo donde el arribo de la extrema derecha y la existencia de una onda extensiva de misoginia en redes sociales con coaches de masculinidad que reúnen adeptos de todas las edades; fenómenos que han contribuido a la normalización de la violencia, la perpetuación de los roles y una asimetría que juega al dominante – dominado.
Frente a este escenario, se recogen los siguientes 3 puntos que, más que necesarios, pueden implicar una herramienta de autodefensa que ponga barrera a la violencia, a la manipulación, al chantaje y a las actitudes machistas que, como advierte bell hooks, no sólo hieren en un sentido personal y humano, sino también, nos impide construir un mundo más justo.
Escudo arriba
Cuando se habla de mantener un margen de defensa preparado, no es precisamente una alusión a estar a la defensiva; no desde una herramienta de violencia y ataque, sino desde la trinchera del autocuidado.
Trayendo a memoria a la feminista y escritora Audre Lorde, no por autoindulgencia, sino como autopreservación.
Una de las verdades innegables es cómo las mujeres llegan al amor -a las citas-; se llega desde la expectativa, la ternura y la afabilidad. Del otro lado, en las relaciones heteropatriarcales, el hombre llega a este punto bien armado. Eso último, algo que la escritora Coral Herrera ha apuntado de forma reiterada a lo largo de su carrera.
Para Herrera, las mujeres llegan «enamoradas y desnudas», mientras que los hombres juegan con ventaja, llegan armados y casi siempre ganan.
«Las mujeres jamás somos las compañeras, nos tratan como adversarias a las que hay que seducir, domesticar y mantener engañadas con el rollo del romanticismo», escribe Coral Herrera en «La honestidad masculina y el amor romántica» para Píkara Magazine.
Despojarse de la idea de que al ritual de las citas se debe llegar desde el amor romántico y con la predisposición de aceptar todo lo que de la cita devenga con la finalidad de que sea perfecta, implica abandonar la idea de que se debe aceptar todo desde el sacrificio y la amabilidad.
Con esto se apunta a una pequeña -gran- revolución; las citas son un punto de encuentro para indagar, cuestionar, establecer límites y rechazar todo aquello que no estemos dispuestas a recibir.
Reconocer y nombrar el sistema
Como se señaló en un inicio -y basado en la teoría de bell hooks-, la consciencia del mundo que nos rodea es una de las armas más poderosa que se pueden poseer al momento de relacionarse con otra persona; es un cambio de paradigma total, es rechazar los malos tratos, abolir el amor romántico y saber que, en las citas, la palabra «dominación» no existe.
Por ello, resulta urgente aterrizar todo esto en cifras, porque en México las citas y el amor, está estrechamente ligado a la violencia.
Por ejemplo, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (Endireh-2021) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), evidencia los daños físicos más comunes que las mujeres viven tras enfrentar alguna situación de violencia por parte de su pareja a lo largo de la relación son:
Moretones o hinchazón: 30.3 por ciento
Hemorragias o sangrado: 4.9 por ciento
Cortadas, quemaduras o pérdida de dientes: 4.4 por ciento
Hospitalizaciones u operación: 3.5 por ciento
Fracturas: 3 por ciento
Cabe recordar que, de acuerdo con el Violentómetro –herramienta para detectar conductas violentas en los vínculos, desarrollada por la Unidad Politécnica de Gestión con Perspectiva de Género del Instituto Politécnico Nacional (IPN)– este tipo de agresiones registradas en las relaciones afectivas no son aisladas, ya que se derivan de un sistema machista que brinda permisividad, protección y tolera que estos actos escalen incluso hasta llegar su grado máximo: el feminicidio.
En el mundo de las citas, resulta intolerable cualquier acto de violencia, de jugueteo de celos, de agresiones físicas mínimas como empujones y violencia verbal disfrazada de confianza. Precisamente, el violentómetro nos advierte que, en la escala de la violencia, no existe agresión pequeña; sólo agresiones que se agudizan. La primera señal de alerta es:
- Bromas hirientes
- Chantajes
- Mentir y engañar
- Ley de hielo (ignorar como herramienta de manipulación)
Acciones que, el sistema mismo ha permitido que se ejerzan, una llamada «luz de gas» que pretende construir una narrativa sexista donde es la mujer quien exagera en sus sentires. Por ello, cualquiera de estos 4 puntos en una cita -o previo a ella-, son la señal máxima de alerta para evitar el encuentro o en su defecto, cortar el encuentro y buscar un espacio seguro, ya sea con amigas o con tu familia.
Sucintamente, el Violentómetro subraya que, después de estas 4 violencias, se abre el camino para ejercer otras como la humillación en público, ridiculizar, controlar, caricias agresivas y los golpes a forma de juego; en la escala, la violencia se dispara rápidamente y de estos jugueteos con golpes, se avanza a las patadas, cachetadas y finalmente, amenazas de muerte, abuso sexual, violación; feminicidio.
En su libro Claves feministas para la negociación en el amor (Siglo XXI Editores, 2022), la antropóloga feminista habla, entre muchas otras cosas, sobre varios tipos de amor. A pesar de sus diferencias, estas ideas románticas se vuelven una sola en el interior de quienes, según la historia patriarcal, nacimos naturalmente para amar y ser amadas.
De ahí que –afirma Lagarde y de los Ríos– las mujeres alberguemos una síntesis de distintas formas de amar. Desafortunadamente, estas formas suelen provocarnos daño en lugar de felicidad, dependencia en lugar de realización y, en el peor de los casos, nos llevan a relaciones violentas en vez de acercarnos a una armonía con nosotras y con las y los demás.
«Lo romántico es político: si queremos transformar, mejorar o revolucionar el mundo en el que vivimos, tenemos que cambiar la forma en la que nos relacionamos sexual, afectiva y emocionalmente. Para poder construir un mundo mejor, necesitamos liberar al amor de toda su carga machista y acabar con las guerras románticas que perpetúan la desigualdad y las violencias.» (Coral Herrera en La honestidad masculina y el amor romántico / Pikara Magazine)
Los límites
Para Simone de Beauvoir en «El Segundo Sexo», la tentación de dominar es lo más universas e irresistible para el hombre; es cultivar la tiranía del mundo. Así, probablemente uno de los mecanismos de defensa que quedan en la estantería es el autoconocimiento; ser fieles a las posturas políticas que nos hacen saber qué no es negociable en una relación. Es reconocer lo que, bajo ninguna circunstancia, podemos aceptar y con este conocimiento bajo el brazo, se tiene la voluntad de negar todo intento de dominación -o tiranía como dice de Beauvoir-; no hay quién domine, aquello que es firme a sus convicciones.
¿Y cómo saber cuáles son esos límites? La respuesta si bien es individual, sí persigue una misma regla: Todo aquello que nos hiere es lo suficientemente válido para no aceptarlo.
Como ya se advertía, tener claros estos «no – negociables», es una herramienta fundamental ante un panorama actual donde se ha replicado la violencia machista y donde se disfrazan de tendencias las opresiones como las «trad» -mujeres que deben cumplir con un carácter tradicional- o la idea de «el muro«, que hace alusión a que, después de los 30 años, las mujeres han perdido valía en el mundo de las citas. Todos estos parámetros que recaen violentamente sobre las mujeres, son lo suficientemente claros como para reconocer los límites; el autocuidado, por ejemplo, implica blindarse de quienes replican estos discursos.