Inicio AgendaGraciela Iturbide gana el Premio Princesa de Asturias: 3 lecciones que nos dejó su vida y obra

Graciela Iturbide gana el Premio Princesa de Asturias: 3 lecciones que nos dejó su vida y obra

Por Arantza Díaz

Ciudad de México.- Graciela Iturbide fue condecorada con el Princesa de Asturias de las Artes 2025, destacando su lente vivaz y la capacidad de construir narrativas análogas; el jurado proclamó que Iturbide posee el talento innegable de crear mundos propios y abarcar desde las representaciones más primitivas, hasta lo contemporáneo, exaltando siempre, la crudeza y la magia del instante.


El premio está considerado como el más prestigioso de Iberoamérica y pretende honrar las máximas aportaciones a las ciencias sociales, las humanidades y las artes desde 1981. En esta edición, 3 hombres fueron reconocidos; Byung Chuul Han, Eduardo Mendoza en Letras, Douglas Massey en Ciencias Sociales y en las artes, la poderosa Graciela Iturbide, única mujer en aparecer en la edición 2025.


Apuntalar al trabajo de Graciela Iturbide y el reconocimiento celebrado ese 23 de mayo, va más allá de la condecoración y el festejo; también implica darle peso a la representación de las mujeres en la fotografía y en la emancipación que implica la existencia de mujeres como Iturbide; fuente inagotable de inspiración para las que vendrán.


Iturbide ha quebrado todo paradigma y desde la sensibilidad de su cámara, ha construido nuevos espacios de inspiración y de recuerdo a la memoria: La fotografía de las mujeres no sólo es necesaria, sino también, lo suficientemente poderosa para dejar una herencia artística al mundo.

¿Quién es Graciela Iturbide?


Originaria de la Ciudad de México, Graciela es la hermana mayor de 3 hermanos; el seno de una familia católica capitalina. Se internó en un convento de monjas durante 3 años y al interior, tuvo la oportunidad de tener sus primeros acercamientos al arte.
A sus 19 años, Graciela contrajo matrimonio y formó una familia de 3 hijos.


A la par, comenzó a estudiar cine donde coincidió con Manuel Álvarez Bravo y le pidió acudir a sus clases, luego de unos días, el fotógrafo le propuso «ser su achichincle», recuerda Graciela Iturbide en el programa Historias de Vida de Canal Once. Álvarez Bravo, ganador del Premio de la Fundación Hasselblad -conocido como «el Nobel de la fotografía- en1984, probablemente, jamás hubiese pensado que esa joven Graciela ganaría por segunda ocasión en la historia del país este mismo galardón, 24 años después.

Este hecho transformó la vida de Graciela, no sólo logró aprender la perspectiva técnica, sino también, se empapó de literatura, música y agudizó su visión estética.


¿Cuál es el tema de sus fotografías?, -le preguntó un reportero de Imevisión para el programa El Club del Espectador en 1970-:
Lo que me sorprenda, algo que yo tenga adentro y me comunique con lo que estoy viendo. Parto de la realidad, yo no tomo paisaje, me interesa más la gente cuando tiene que ver con un momento político que me mueva, dijo Graciela.


El salto más distinguible en la carrera de Graciela Iturbide es el Libro de los Seris, retratos de estas comunidades del norte del país, en el desierto de Sonora; nada estaba planeado, siendo el parteaguas: «Mujer Ángel», donde una mujer con cabello largo carga en la mano derecha una radio a mitad del desierto.

Graciela Iturbide, sitio oficial


Posteriormente, llegaría «Juchitán de las mujeres» en el 89, un libro de fotografía que transformaría la fotografía mexicana para siempre. Entre bailes, tocados en la cabeza, bailes, rituales y magia, Graciela Iturbide captó un sinfín de historias; se mudó a las casas con estas mujeres, estrechó lazos muy humanos con todas ellas y esa confianza le permitió ser una de las pocas personas en capturar, desde adentro, la vida de las juchitecas.

La fascinación de lo terrible pertenece a las mujeres

Retratista de la muerte y lo imaginario, la existencia de figuras como Graciela Iturbide quiebra los discursos de género sobre cuáles son los alcances de la «sensibilidad» de las mujeres y cuáles son sus puntos fuertes en el arte; asuntos de paisaje o fotografías que entran en los marcos de la estética. Mientras que lo oscuro, lo profundo y lo surreal, pertenecen a terrenos más bien de la excentricidad masculina con personajes como André Breton o el propio Brassaï.


Esta distinción de género no escapa en la fotografía que confiere ciertos temas a lo masculino; la fotografía de guerra, de muertes, de la sangre, del terror visual y de lo surreal. Aquí, Graciela Iturbide irrumpe con esta larga lista de hombres a los que se les atribuye lo místico en la fotografía y abre caminos que esbozan: La fascinación por lo terrible también pertenece a las mujeres.


En los últimos años, estos territorios han comenzado a ser devorados por las mujeres; la pasión por los temas oscuros y cruentos, son parte indispensable de la creación artística y figuras como Graciela Iturbide reafirman este poder.


En un mapeo general, se encuentra a la cineasta Michelle Cervera quien innovó el cine mexicano a través de la mirada a la maternidad y en la literatura, escritoras diversas se apoderan de los cuentos de horror, como Silvia Moreno García autora de «mexican . gothic» o la propia Mariana Enríquez.

Encontrar en el dolor, también lo que cura


Uno de los hallazgos más preponderantes en la vida y obra de Graciela, es la belleza en sus analogías; no se retrata la muerte y la tristeza del duelo, sino su lucha por sanar y avanzar tras la pérdida de su hija.


Se destaca uno de los pasajes que compartió para el Canal Once en Historias de Vida, donde recordó cómo, pasando por el Cementerio Dolores en Hidalgo, vio pasar a un hombre que cargaba un pequeño féretro blanco; era su bebé. Graciela le preguntó si podría acompañarlo y el hombre aceptó.


Así, comenzó este pequeño peregrinar post mortem, donde en uno de los caminos, se encontraron con un hallazgo terrible. Entre el cementerio, se encontraba el cuerpo de un hombre que había sido picoteado por las aves de la zona; su rostro había sido devorado por completo y el cráneo había quedado expuesto. Esa tarde, Graciela tomó un par de fotografías y continuó acompañando al hombre.
«Todo parecía un sueño», rememora Graciela en esa entrevista.

Graciela Iturbide, sitio oficial


Cuando entonces, una parvada de pájaros negros -los mismos que, probablemente se habían alimentado de aquel cuerpo- comenzó a revolotear por toda la zona. Eran cientos de aves que cubrían el cielo y en esta escena que, si bien podría haber parecido tétrica, en realidad, implicó un momento de catarsis y el mensaje que Graciela tanto anhelaba: El momento de avanzar.


En esta entrevista con Canal Once, la fotógrafa sostiene que la muerte de su hija fue un tema sumamente reprimido en su vida, sin embargo, la fotografía la permitió acercarse a un momento único de perdón y sanación. Estas fotografías en el Panteón Dolores fueron las primeras que Graciela habría hecho después del deceso de su niña y en su interpretación, «representó el volar y no quedarse atrapada ahí, en el cementerio».

La lucha por la representación: Mujeres en la fotografía


Como en cualquier espectro público, la lucha por la representación en los márgenes de la fotografía no han sido temas sencillos para las mujeres. Y no porque la actividad tuviese sesgos; la dificultad no está en que la mujer tome fotografías de vez en cuando y retrate la naturaleza, el paisaje y las flores, la incomodidad aparece, cuando las mujeres se vuelven las protagonistas y profesionales que están en la línea de fuego para cubrir eventos extraordinarios o simplemente, ganarse el reconocimiento del gremio artístico.


A pesar de que en la historia se tenga registro de mujeres fotógrafas que acompañaron guerras, que fueron inspiración y que fueron clave en la fotografía, la realidad es que existe una subrepresentación preocupante. Sólo bastaría con mirar el listado del World Press Photo of the Year para notar que, en la historia del premio, las ganadoras del galardón son contadas, en los últimos 25 años, sólo 3 mujeres lo ganaron: Lara Jo Regan de Estados Unidos, Jodi Bieber de Sudáfrica y la canadiense Amber Bracken en 2022.


Lo mismo sucede con el Premio de la Fundación Hasselblad, el galardón fotográfico más importante en donde las mujeres apenas si figuran y en una década (2010 a 2020) ninguna mujer ganó el premio; Graciela Iturbide fue condecorada con el Hasselblad en 2008, siendo la primera y la única vez en que una mexicana es reconocida de esta manera.

Que el nombre de Graciela Iturbide figure de forma importante con el galardón de más peso a nivel iberoamérica, es una deuda saldada, pero también, el saber que no hay espacio imposible; que a pesar de la violencia, la segregación y la precarización, las mujeres fotógrafas continúan resistiendo y aferrándose a otras – Graciela- para no desistir en el camino.

Por ello, en aras de reconocerla, pero también nombrar a otras mujeres que construyeron un camino extraordinario en la fotográfia, se recuerda a:

Alicia D’Amico (1933-2001)

Nacida en Argentina, a los 24 años, luego de concluir la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón y tras una beca de estudios en Francia, decidió dedicarse de lleno a la fotografía. En 1960 instaló su propio estudio, asociándose con Sara Facio hasta 1986.

Es fundadora, junto con María Cristina Orive y Sara Facio, de la Editorial La Azotea, y del Consejo Argentino de Fotografía. Entre 1970 y 1976 se integra a la Unión Feminista Argentina (UFA). En 1982 inicia una investigación sobre la mirada femenina y el papel de la mujer dentro de la fotografía.

Ana Victoria Jiménez Álvarez (1941 – presente)


Desde joven desarrolla una conciencia social y política que la motiva a integrarse desde los años sesenta a la militancia del Partido Comunista, y luego al movimiento feminista. Participó en la fundación de la Unión Nacional de Mujeres Mexicanas y después de Mujeres en Acción Solidaria (MAS), y formó parte de la Coalición de Mujeres Feministas


El trabajo fotográfico y la recopilación documental realizada por Ana Victoria conforman una de las colecciones más completas para conocer la historia del movimiento feminista en México de 1964 a 1990. Desde 2011 el archivo se alberga en la Biblioteca Francisco Xavier Clavigero en la Universidad Iberoamericana y ha sido una fuente fundamental para exposiciones, investigaciones y proyectos artísticos y cinematográficos. Nació en la Ciudad de México.


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