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SEP celebra que el 57% de las cédulas profesionales son de mujeres; pendiente, salarios justos y acceso a la educación

Por Arantza Díaz

Ciudad de México.- La Secretaría de Educación Pública informó que el 57% de las cédulas profesionales corresponden a mujeres. Celebrando que, en nuestro país, el acceso a la educación universitaria ha superado la paridad. El titular, Mario Delgado atajó que, durante el gobierno de Sheinbaum, se tiene la indicación de impulsar políticas públicas orientadas a la equidad de género; sin embargo, al poner la lupa sobre qué representa este porcentaje y cuál es el seguimiento en la vida de estas mujeres profesionistas, la brecha se abre nuevamente y se expresa en bajos salarios, desempleo, abandono laboral y baja participación en cargos de toma de decisión.


Según informó José Omar Sánchez, titular de la Dirección General de Profesiones, el avance de las mujeres en el territorio universitario tiene especial foco en las ciencias naturales. El repunte más importante se ha dado en las siguientes carreras: Biología con 50.55%, Ciencias Naturales con 50.21% y Química con 50.61%.


Este fenómeno refleja un cambio en las dinámicas educativas y laborales, tendencia que denota la diversificación de las áreas de estudio y ocupación por parte de las mujeres, celebró José Omar Sánchez. En este mismo contexto, Mario Delgado ha declarado que uno de los ejes rectores de su secretariado será el «empoderamiento de las mujeres con mejores políticas educativas».


Además, el titular de la SEP dio a conocer que, con base en información recabada por la Dirección General de Profesiones, las mujeres se mantienen al frente en las ciencias de educación y humanidades. Este mismo fenómeno se replica en las áreas de salud, reflejando así que, en nuestro país, las mujeres son el pilar en cuanto a cuidados, educación e investigación.


Persiguiendo esta lógica, la Secretaría desglosa otras áreas donde la participación de las mujeres es punta de lanza y que, desde el crisol de género, esboza los sesgos en el estudio.


En las bellas artes, 6 de cada 10 estudiantes son mujeres; el mismo porcentaje se repite en las ciencias sociales, especialmente, en lo que refiere al análisis social. Otro fenómeno importante es el ingreso paulatino en las ciencias agropecuarias; las mujeres han puesto especial acento en todo lo que refiere a la sostenibilidad, producción y seguridad alimentaria, representando 5 de cada 10 patentes.


Esto último, resulta fundamental y persigue una lógica similar al trabajo de las mujeres para garantizar la alimentación en el hogar y en la producción de alimentos, considerando que, en países en desarrollo, las mujeres pueden llegar a producir hasta el 80% de los alimentos, según el Food and Agriculture Organization (FAO) de las Naciones Unidas. Además, de ser las principales productoras de cereales, frutas y verduras, también son el principal sostén en cuanto a conservación y preparación de los alimentos.

En las ciencias exactas, la participación de las mujeres comienza a tambalear y no están cerca de llegar a la paridad (4 de cada 10), destacando la ausencia de mujeres en la mecánica, mecatrónica, industrial, la química y la construcción. Esta brecha se recrudece aún más en lo militar; todo lo relacionado a seguridad nacional, industria aeronaval, mantenimiento, sistemas navales, entre otros, cuenta con una representación mínima donde el 20% de las estudiantes son mujeres.

Así, la SEP celebra un 57% de cédulas profesionales femeninas; sin embargo, sobre la mesa queda cuestionar, más allá de la importancia de la participación educativa: ¿En dónde existe rezago y por qué la autonomía de las mujeres continúa siendo cooptada?, ¿realmente las mujeres ocupan las filas en las instituciones educativas?

Educación: ¿Todas las mujeres tienen derecho a estudiar?


Cimacnoticias conversó con la periodista nahua Antonia Ramírez; reportera especializada en la zona de la Montaña de Guerrero, Antonia ha volcado su trabajo a escuchar las necesidades de las mujeres que habitan las localidades más adversas como Cochoapa el Grande, considerado por las Naciones Unidas como el municipio más pobre del país, donde según datos de la Secretaría de Economía (2020), al menos el 84.2% de las personas viven en situación de pobreza extrema; la población habla mixteco y el 53.3% de la comunidad está conformada por mujeres.

Al preguntarle a Antonia cuáles son las necesidades más elementales de las niñas y adolescentes de estas localidades, la reportera no refirió materias de servicios básicos, sino la educación. Las mujeres que habitan estos territorios tienen como necesidad fundamental acudir a la escuela y buscar su autonomía.

«Principalmente, las mujeres quieren acceder a la educación, que las niñas y jóvenes estudien, porque aquí en la zona donde vivimos, nuestras necesidades se ponen en segundo término. Te dicen que estudien tus hermanos, los hombres porque ellos sí van a lograr cosas y tú no. Aquí los hombres no mandan a sus hijas a las universidades porque implica salir de sus comunidades (…) tienen que estudiar a la educación para que sepan cuáles son sus derechos y acceder a la justicia. No se puede reclamar algo que no se conoce, para mí lo más importante es la educación para terminar con prácticas como las uniones infantiles forzadas, que las jóvenes sepan que tienen derechos de estudiar, de ser profesionistas, de elegir cómo quieren vivir su vida» – Antonia Ramírez


Si se coloca el foco en Guerrero, se encuentra que, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, 6 de cada 100 mujeres no sabe leer ni escribir. En añadidura, la publicación «Mujeres indígenas de la Montaña de Guerrero» de la Universidad Autónoma de México refiere cómo este sector presenta grandes dificultades para acceder a la educación y capacitación profesional, esto a causa de contextos familiares violentos, de vulnerabilidad, exclusión y discriminación en razón de género.

Según identifica la investigación, de forma paulatina, las mujeres han comenzado a adoptar nuevos trabajos como la comercialización o la supervisión de las cosechas; sin embargo, derivado de estas actividades -ligadas usualmente al flujo migratorio de los hombres-, las mujeres se verán forzadas a abandonar sus estudios a fin de apoyar en las labores domésticas a su madre, cuidar de los hermanos menores y adoptar los roles que competen a otros hombres de la familia -regularmente los hermanos mayores-. Este rezago escolar nunca se recupera y las mujeres se ven imposibilitadas para acceder a ofertas educativas flexibles, profesionalización y trabajos mejor remunerados.

«El incremento en la presencia de niños y niñas en las labores agrícolas impacta directamente en la disminución del acceso a la educación, cuestión que no se ha logrado superar a pesar de la intervención de diversas instituciones estatales y federales. Esto indica la necesidad de hacer varias modificaciones simultáneas, como aumentar las sanciones, proveer becas alimenticias y educativas en los campos e, incluso, sancionar a los padres.» – Antonia Ramírez


Otro apunte destacable de esta publicación de la UNAM es que, usualmente, las mujeres indígenas tienden a acceder con mayor incidencia a la educación primaria; las niñas ocupan la mayoría de los lugares y su egreso es superior al de sus congéneres. Sin embargo, cuando se hace la transición a la educación secundaria, el número de mujeres disminuye considerablemente y esto se debe, a que entran en el rango de una edad «casadera«; son unidas con una pareja o bien adoptan las actividades de cuidado que se demandan en su hogar -cuidar de sus padres, hermanos, abuelos-.

En añadidura, se recogen los siguientes datos de esta publicación:

  • Las mujeres tienen las mayores tasas de monolingüismo (20.7%) a comparación de los hombres 12.4%.
  • Las niñas de comunidades indígenas tienden a faltar más a la escuela
  • Guerrero tiene la mayor tasa de analfabetismo de mujeres (23%)

En este tenor, si bien se celebra la participación de mujeres en el acceso a la profesionalización, no se puede acotar que esto sea un sinónimo de mayor accesibilidad a la educación, pues en otros contextos de nuestro país, las mujeres continúan enfrentándose a la incapacidad de estudiar, por lo menos, la educación secundaria.

A mayor grado de estudios.. ¿mejor salario?


Se puede considerar que, con más mujeres egresadas de la universidad y una fuerza laboral importante del 40% (Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, ENOE), no se puede hablar de rezago laboral y mucho menos de una brecha. Si existen más mujeres profesionistas, entonces, ¿por qué las mujeres continúan sin acceder a una verdadera autonomía económica? Sin importar el grado de estudios, las mujeres ganan menos dinero que los hombres, pero la diferencia se recrudece con mayor grado de estudios:

El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) encontró que las mujeres profesionales o con posgrado ganan 7 mil pesos; los hombres 11 mil 421, una brecha salarial: 4 mil 416.7 pesos. Es decir, la profesionalización universitaria de las mujeres no es sinónimo de mayor desarrollo, y tampoco, de una vida mejor.

  • Las mujeres con educación media superior perciben 4 mil 887.4; los hombres 7 mil 964 – Brecha salarial: 3 mil 76 pesos
  • Las mujeres con educación básica perciben 3 mil 789; los hombres 6 mil 392 – Brecha salarial: 2 mil 602 pesos
  • Las mujeres que no cuentan con estudios -o sólo preescolar- perciben mil 957 pesos; los hombres 3 mil 857 – Brecha Salarial mil 899 pesos (el doble)

La división sexual del trabajo es un factor estructural que implica para las mujeres una mayor vulnerabilidad de encontrarse en situación de pobreza, en tanto que restringe oportunidades para su participación en el mercado laboral mejor remunerado y en otros espacios públicos. Aunado a esto, las jornadas de empleo son menores entre las mujeres con respecto a sus congéneres.

Es decir, mientras las mujeres trabajan 36 horas a la semana, los hombres trabajan 45 horas, una diferencia de casi 10 horas. Esto, en esencia, no implica que las mujeres no deseen trabajar, sino más bien, que no existe conciliación entre sus deberes en el hogar y de cuidados con su empleo remunerado.

Pues a pesar de que los hombres trabajen remuneradamente más, las mujeres duplican este trabajo en los quehaceres domésticos. Mientras los hombres dedican 14 horas a este trabajo no remunerado, las mujeres realizan 32 horas, en resumidas cuentas, las mujeres trabajan (remunerada y no remuneradamente) el doble que sus congéneres. Esta disparidad, se agudiza aún más en mujeres que viven en contextos de pobreza.

Ahora bien, desde la adolescencia se observa la manifestación de la división sexual del trabajo, principalmente en contextos de pobreza donde de 2016 a 2022 el CONEVAL observó que las principales actividades de las mujeres fue el estudio y el trabajo doméstico, estas dos actividades comen hasta un 70% de su tiempo y el otro 30% restante lo dedican a trabajar.

Los cuidados son otro eje rector en esta conversación, pues según el Instituto Mexicano de la Competitividad, sólo en el primer trimestre del 2024 un aproximado de 336 mil mujeres en México abandonaron su carrera para dedicarse al cuidado. En números universales, 9 de cada 10 personas que dejan el mercado laboral por cuidar a otros, son mujeres.

Pero este abandono de carrera no es exclusivo del mercado laboral, pues desde antes, durante la universidad, las mujeres son quienes se ven forzadas a abandonar sus estudios por distintas causales ligadas a sus responsabilidades en el hogar.

En nuestro país, las mujeres representan la mayoría universitaria (51%) de acuerdo con la Agenda Estadística UNAM 2022, sin embargo, a pesar de que las filas de educación superior superen ligeramente la paridad, el tránsito de las mujeres en este espacio es completamente diferente al de sus congéneres.

Muchas mujeres abandonan sus carreras, deciden maternar o se enfrentan a disyuntivas entre elegir su carrera o dedicarse al cuidado en su hogar a causa de situaciones ajenas a ellas, como la discapacidad adquirida de su familia o el cuidado de sus hermanas y hermanos menores.

Esta discusión la realizó el Colegio de México hace un año, en el Encuentro de Rectoras y Directoras de Instituciones de Educación Superior: Avanzando hacia la Igualdad de Género en México, donde se nombró la urgencia de implementar un sistema de cuidados enfocado a las mujeres universitarias, esto con el objetivo de que se aferren a sus estudios y tengan acceso a mejores oportunidades en el mercado laboral.

Edith Pacheco, especialista en mercado laboral y género participó en este conversatorio señalando que el trabajo de cuidados nunca se detiene para las mujeres; no importa si son niñas o jóvenes universitarias que, aun llegando cansadas de su jornada, deben pensar en preparar comida, cuidar de otras personas y cumplir con sus obligaciones escolares.

La especialista explicó que este pensamiento de cuidados está estrechamente relacionado con la edad de las mujeres; la edad reproductiva que, justamente, empata con las universitarias que, en las aulas, resisten por concluir sus carreras e iniciar su vida laboral.

Pero al no existir forma de sostener estas jornadas, muchas de ellas deciden pausar su educación para dedicarse a su trabajo de cuidados, sin embargo, muchas de ellas no vuelven a incorporarse a su escuela, como resultado, este sector se inserta en el mercado laboral bajo condiciones muy precarias, sin posibilidad de crecer profesionalmente o ejerciendo desde la informalidad a causa de sus carreras inconclusas.

Ante estos escenarios, resulta urgente apostar por una educación que ponga el acento en las comunidades rurales y sus necesidades; no se puede hablar de mujeres profesionistas, si esto, sólo contempla la centralización urbana de la educación. En añadidura, como ya advertía la discusión del Colegio de México, urge un sistema de cuidados que permita a las universitarias continuar avanzando en sus estudios, dedicarse a su carrera y explorar nuevas áreas del conocimiento. La educación debe ser representativa, no excluyente.


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