-El TDnR y de cuidados es un pilar fundamental de la sociedad mexicana, pero no se reconoce como parte central de la macroeconomía.
Ciudad de México.- En el Día Internacional del Trabajo Doméstico, celebrado cada 22 de julio y de cara a la XVI Conferencia Regional de la Mujer, es relevante poner en el centro este eje del cuidado y reconocer que en promedio, las mujeres aportaron a su hogar el equivalente a 86 mil 971 pesos anuales por el trabajo no remunerado en labores domésticas y de cuidados que realizan, esto de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
De acuerdo con ONU Mujeres este Trabajo doméstico no remunerado (TDnR) y de cuidados corresponde a:
«Las responsabilidades y tiempo dedicado al hogar o al cuidado de personas dependientes, sin recibir remuneración alguna, restringe notablemente la posibilidad de las mujeres de contar con ingresos propios, de buscar opciones en el mercado laboral, de participar plenamente en la política y la sociedad, al mismo tiempo que las relega de la protección social indispensable para la satisfacción autónoma de sus necesidades».
Cabe señalar que existe una serie de compromisos y normas acordadas internacionalmente referidas al empoderamiento económico de las mujeres, en las cuales el TDnR y de cuidados, su invisibilidad en la macroeconomía, la falta de su cuantificación económica, así como su impacto negativo en la autonomía de las mujeres, han sido motivo recurrente de preocupación.
Por ejemplo, La Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, 1979) reconoce la contribución de las mujeres a la economía mediante el TDnR que realizan. En su Recomendación General Nº 17 (1991), enfatiza la necesidad de medir y cuantificar el TDnR para visibilizar la función económica que desempeñan las mujeres y su contribución al desarrollo. Al mismo tiempo, insta a los Estados a avanzar en la formulación e implementación de políticas y presupuestos públicos, basados en evidencia, para el adelanto de las mujeres.
ONU Mujeres plantea que existe una desigual distribución de las tareas domésticas y de cuidado como consecuencia de los arraigados estereotipos de género porque las mujeres contribuyen con cerca de 60% del total de horas dedicadas al trabajo remunerado y no remunerado (tiempo total de trabajo), en tanto que los hombres contribuyen con poco más del 40%.
Esta desigualdad en la distribución de las tareas de cuidados afecta a las mujeres en tener menos tiempo para el aprendizaje, la especialización, el ocio, la participación social y política o el cuidado personal; mayores dificultades para insertarse en un trabajo fuera del hogar; mayores obstáculos para avanzar en las carreras educativas y laborales; mayor participación en trabajos de menor valoración y menores ingresos; mayor participación en el trabajo informal, en el cual las mujeres pueden tener un mayor control sobre su tiempo, aunque este tipo de trabajo no les brinde protección social.
El Trabajo doméstico no remunerado (TDnR) en cifras
El Trabajo doméstico no remunerado (TDnR) produjo 8.4 billones de pesos (26.3% del Producto Interno Bruto PIB) de ese monto, las mujeres contribuyeron con el 71.5%, esto de acuerdo con la Cuenta Satélite del Trabajo No Remunerado de los Hogares de México (CSTNRHM) 2023 del INEGI.
Los datos del INEGI señalan que el valor generado por el trabajo doméstico superó incluso algunas actividades económicas como la industria manufacturera (20.3% y el comercio (18.6%). En el desglose de datos se encontró que las mujeres contribuyeron más en actividades como la alimentación (80.6%) y limpieza, cuidado de la ropa y calzado (77.8%).

Cabe recordar que, se mide el valor económico producido de esta labor ya que, según los estudios marxistas, en el proceso se producen bienes y se utiliza fuerza de trabajo: sin embargo, al hacerlo de forma no remunerada, subsidian el salario obtenido por la persona proveedora.
Asimismo, el tiempo dedicado a las labores domésticas es mayor en las mujeres: por cada 10 horas destinadas de las mujeres, los hombres dedican 8.5 horas. En adherencia, ellas destinan 63.7 de horas de su tiempo en el total de actividades de trabajo doméstico y 33.8 en el trabajo laboral.

Una lectura feminista del trabajo domestico
De acuerdo con el informe «El trabajo de cuidados: una cuestión de derechos humanos y políticas públicas» de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) Mujeres, históricamente el trabajo doméstico y de cuidados están estrechamente vinculados con la vida cotidiana de las mujeres e incluye en su desempeño en otros ámbitos de su vida, colocándose como una barrera de opresión.
La finalidad de esta tarea es atender el consumo individual de las y los integrantes del núcleo familiar, transformando la mercancía adquirida con el salario, como alimentos, para que pueda ser consumida por la familia.
La separación de los espacios públicos y privados, la división sexual y los salarios permitieron que por muchos siglos el ingreso económico fuera generado por el hombre. Esto relegó a las mujeres al hogar en donde se generó una sobrerrepresentación de ellas como «amas de casa» y asumieron las tareas del hogar y el cuidado de niñas y niños.
Desde entonces se ha pensado que el trabajo doméstico es una labor sencilla y remplazable por su carácter cotidiano y repetitivo. Comúnmente se liga a las mujeres de forma errónea como si fuera una biológica por su género convirtiéndose en una parte fundamental de su rol en la sociedad.
De manera invisibilizada, el trabajo doméstico provoca afectaciones físicas, económicas y emocionales que repercuten profundamente en ellas, cuyo único proyecto de viuda gira en torno a estas actividades generando dependencia de sus parejas y condiciones de violencia si se negaban a cumplirlo.
Gracias a la lucha feminista, poco a poco las mujeres han podido implementarse al mercado con el trabajo remunerado y en distintos ámbitos de competencia pública, aunque persisten problemas para apoderarse completamente de estos espacios. Por ejemplo, datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) 2024 del INEGI señalan que existen 25 millones 035 mil 376 mujeres económicamente activas, de las cuales 24 millones 272 mil 864 están ocupadas.

Sin embargo, las estadísticas de trabajo remunerado evidencian que ellas aún no han podido librarse del trabajo doméstico y de cuidados, lo que ha provocado que tengan una doble carga. La Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidados (ENASIC) 2022 mostraron que son las mujeres de 15 años en adelante quienes se dedican a esta tarea conformando el 75.1% de personas cuidadoras y haciéndose cargo del hogar.
Aun así, la tasa de participación económica de las mujeres de 15 a 60 años que brindan cuidados fue de 56.3%, aunque las mujeres dedicadas a los cuidados de población infantil, así como de personas con discapacidad o dependencia fue de 50.3%, ya que trabajan de forma remuneradas menos horas para poder cuidar.

Esta sobrecarga de trabajo tiene una correlación con las condiciones de desigualdad en las que las mujeres logran integrar a un trabajo asalariado como privilegiar un horario flexible, con bajos salarios, sin prestaciones y pocos recursos para invertir en una formación y carrera profesional. Esta sobrecarga tiene un impacto en sus oportunidades educativas y el tiempo de descanso.
El trabajo doméstico en la agenda internacional
El trabajo doméstico remunerado y no remunerado fue discutido progresivamente en diferentes foros globales y tratado en compromisos internacionales en materia de derechos humanos de las mujeres a los que pertenece México. En 2007, durante la X Conferencia Regional de la Mujer organizada por la CEPAL, los Estados de la región aprobaron el Consenso de Quito donde se comprometieron a formular y aplicar políticas de Estado que favorezcan la responsabilidad compartida equitativamente entre mujeres y hombres en el ámbito familiar, superando los estereotipos de género, y reconociendo la importancia del cuidado y del trabajo doméstico.
El reconocimiento del trabajo doméstico y de cuidados remunerado se reconoció en estándares de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en 2011 cuando se adoptó el Convenio 189 sobre Trabajadoras y Trabajadores Domésticos para que los Estados Parte garanticen plenamente los derechos laborales de las personas que se dedican al trabajo doméstico y de cuidados remunerados en igualdad de condiciones con otros empleos.