Ciudad de México. – En marco de los 215 años del inicio de la Independencia de México, resulta fundamental reconocer a las mujeres que nos dieron matria y libertad, pues a lo largo de la historia han sido narradas bajo la mirada androcentrista de una sociedad patriarcal, tal es el caso de María Josefa Crescencia Ortiz Téllez , conocida como “La Corregidora” por sus lazos familiares pero ella tiene su propia historia, es la mujer que dio el llamado para que la lucha de Independencia comenzara.
Considerada como una mujer rebelde e inteligente, María Josefa Crescencia Ortiz Téllez, mejor conocida como Doña Josefa Ortiz fue un pilar fundamental en la lucha por la independencia de México, principalmente por protagonizar una de las conspiraciones más importantes del hito, la de Querétaro, descubierta un mes antes de la lucha armada.
Josefa Ortiz, nació el 8 de septiembre de 1768 en la ciudad de Valladolid, Morelia, Michoacán. Hija natural de madre mulata y padre español, Josefa fue criada por su tía en un entorno donde conoció de primera mano la discriminación hacia las minorías, sembrando en ella un instinto revolucionario.
La independencia de México, celebrada tradicionalmente cada 16 de septiembre desde 1810, con la representación del Grito de Dolores, fue un conflicto armado que involucró todo un proceso político y social, concluyendo con la emancipación del pueblo mexicano del dominio español, en ese entonces de la Nueva España.
Sin embargo, este como cualquier otro evento histórico, ha sido relatado generación tras generación bajo la misma narrativa androcentrista, contemplando únicamente las hazañas de los hombres documentadas desde la perspectiva masculina; apuntando al sistema patriarcal como fuente del problema, pues este perpetúa las estructuras de poder que invisibilizan todo agente que no encuadre con la supremacía masculina.
Tal es el caso de Josefa, que hasta el día de hoy limitadamente es conocida bajo el apellido y el cargo su esposo más allá de todas las hazañas revolucionarias que encabezó, invisibilizando el carácter, formación y convicción que la llevaron a ser una mujer histórica.
Josefa Ortiz, junto a otras mujeres, hizo un trabajo fundamental en la gesta por la Independencia de México. En sus espacios llevaba a cabo tertulias, las cuales eran aprovechadas para ampliar los planes de defensa por la soberanía y los derechos de las y los mexicanos.
Siendo objeto de boicoteo, por parte de varias personas, mayormente hombres pertenecientes a la corona española, Josefa fue denunciada en múltiples ocasiones ante el virrey Félix María Calleja por traición a raíz de “un plan” refiriéndose a la conspiración independentista.
Detención y desprestigio de “La Corregidora”
El 11 de septiembre Juan Ochoa, alcalde ordinario de Querétaro, descubre y delata la conspiración de Querétaro ante el virrey Félix María Calleja, incluyendo en sus señalamientos una lista de personas que participaron, entre ellas Josefa Ortiz. Dos días después el corregidor Miguel Domínguez, esposo de Josefa, investigó las acusaciones y decidió encerrar a su esposa para intentar «salvaguardar» su posición.
Sin embargo, Josefa Ortiz logró comunicar la situación al insurgente mexicano, Ignacio Allende y finalmente el 16 de septiembre adelantaron el levantamiento de la Guerra de Independencia en Dolores.
Días después la corregidora dejó el encierro, pero poco a poco su voz y presencia eran más conocidas e incómodas para la sociedad, por lo que el doctor Mariano Beristáin -entonces enviado por Calleja para verificar las elecciones de renovación del Ayuntamiento- presentó una nueva queja contra la corregidora, en donde la acusaba de “intentar seducirlo, aunque ingeniosa y cautelosamente”.
Debido a dichos señalamientos, el 29 de diciembre de 1813 el virrey ordenó el arresto de Josefa Ortiz para que fuese llevada a la Ciudad de México, donde sería procesada. Semanas después fue conducida al Convento de Santa Teresa la Antigua.
Fue el 16 de noviembre de 1816 cuando Josefa recibió una condena de cuatro años de prisión, meses más tarde, el 17 de junio 1817 fue liberada por el virrey Juan Ruiz de Apodaca para continuar su condena en prisión domiciliaria. Ya en 1821, con la proclamación de la Independencia, Josefa se dedicaba a organizar reuniones junto a mentes liberales de la época.
En ese tiempo, cuando Agustín de Iturbide se hizo coronar emperador de México, la llamó a la corte como dama de compañía de su esposa Ana María Huarte, pero Josefa se negó, pues para ella esta propuesta era una ofensa ya que un imperio iba contra sus ideales y los de la lucha de Independencia.
Josefa tampoco quiso ser reconocida como heroína e incluso se negó a recibir cualquier recompensa por sus esfuerzos.
En los últimos años de su vida, Josefa Ortiz estuvo relacionada con los grupos liberales de carácter radical y en todo momento se negó a recibir cualquier recompensa por el apoyo inestimable que había prestado a la consecución de la Independencia, ya que opinaba que no había hecho más que cumplir con su deber.
Así fue como Josefa dio cátedra de convicciones firmes en su lucha por la soberanía, justicia e igualdad. Con un ideal que forjó desde la infancia ante las desigualdades que pudo presenciar, su voz no es sólo la de una esposa, sino la de una mujer que, más allá de organizar tertulias, fue transgresora, una pieza clave de una maquinaria y luchó por su propia inclusión a una sociedad patriarcal que, ni con la Independencia, consideró los derechos de las mujeres.