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Las mujeres del Consejo Nacional de Huelga en 1968

Por Paola Piña

Ciudad de México.- El movimiento estudiantil de 1968 cambió la historia de México y las mujeres también fueron protagonistas de los hechos y para realizar una visibilización de su participación, Elizabeth Montaño rescata en su libro 1968: las mujeres del CNH, la memoria de aquellas que tomaron las calles, desafiaron los límites de su época y transformaron la realidad política y social del país.

La autora sostiene que el papel de las mujeres no fue pasivo,pues incidieron en el avance de los derechos de todas, promovieron la participación política en el ámbito estudiantil y rompieron con los esquemas de una época amenazada por un Estado autoritario que buscaba a toda costa silenciar a cualquiera que les opusiera.

Al apropiarse de espacios históricamente reservados para los hombres, las mujeres ejercieron poder de decisión y de acción, convirtiéndose en gestoras de cambio. Desde el Consejo Nacional de Huelga, asumieron posiciones políticas activas dentro de un movimiento que buscaba frenar la represión del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz y mostrar al mundo la crudeza de la realidad mexicana de aquel tiempo.

Recordemos que el 2 de octubre de 1968, es un capítulo doloroso para México porque aquél ocurrió una masacre en la Plaza de las Tres Cultura en Tlatelolco, la cual fue cometida por el ejército mexicano y el grupo paramilitar Batallón Olimpia quienes dispararon contra mujeres y hombres jóvenes estudiantes quienes se manifestaban. El presidente en turno era Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) y su secretario de gobernación Luis Echeverría.

De acuerdo con la Comisión Nacional de Derechos Humanos:

El año de 1968 se caracterizó por las detenciones masivas, arbitrarias e ilegales, así como por la planificación detallada y el alto grado de entrenamiento de las fuerzas represivas que participaron en los hechos. Así lo han calificado los sobrevivientes de ese movimiento, quienes exigen que a los responsables se les juzgue por el acto de genocidio.

La misma CNDH informe detalla que aquel día, el ejército y el Batallón Olimpia, identificados por portar un guante blanco, pusieron en marcha la “Operación Galeana” con el fin de detener a los miembros del Consejo Nacional de Huelga (CNH), órgano creado el 2 de agosto de 1968 por miembros de las escuelas en huelga, especialmente por estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México, el Instituto Politécnico Nacional, El Colegio de México, la Escuela de Agricultura de Chapingo, la Universidad Iberoamericana, la Universidad La Salle (México), Escuela Normal de Maestros, Escuela Nacional de Antropología e Historia y otras universidades del interior de la República. Los intentos de someter al CNH derivaron en la represión al movimiento de protesta que por meses había resistido y cuestionado las políticas y medidas sociales y económicas del Estado, además de reclamar más democracia.

Compendio fotográfico de la Cámara de diputados. https://www.diputados.gob.mx/CASO-1968/docs/Fcha_04.pdf

Adriana Patricia Corona Vargas

Adriana Patricia Corona Vargas, tenía apenas 18 años y estudiaba en la Preparatoria Nocturna 6. En 1968 comenzó a militar en la Liga Comunista Espartaco, una organización política que publicaba su propio periódico y formaba círculos de estudio donde se leían textos de economía, política y se forjaba un pensamiento crítico en torno a la justicia social.

Tras el inicio del movimiento estudiantil, en el CNH solo había 30 mujeres representantes, esto no impidió que muchas otras estudiantes, como ella, se involucraran activamente en el movimiento. Vargas recuerda cómo las compañeras de su escuela formaron brigadas y desafiaron las normas al subir a los camiones para hablar del movimiento y difundir los puntos del pliego petitorio.

Vargas rememora aquel momento como una época en la que las mujeres, tradicionalmente alejadas del espacio público, pudieron tomar la palabra y expresar sus ideas con libertad. Tal era su compromiso que, en ocasiones, se escabullían de sus casas para participar en las guardias que se organizaban dentro de las instituciones educativas.

Durante las protestas, Patricia realizaba mítines, acudía a mercados para organizar brigadas y subía a los camiones para pintarlos como forma de protesta. Esa, recuerda, era una de sus maneras predilectas de manifestarse.

“Los compañeros no te decían: tú no porque eres mujer ; al contrario, se rompieron los esquemas, era bienvenida toda participación. Nadie me dijo que no podía participar por ser mujer. Nadie me excluyó; se ejerció la democracia y estuvimos juntos en todo. Se omitió el machismo de alguna manera”, relata.

El uso de la palabra, dice, nunca les fue negado durante las asambleas. El micrófono estaba abierto para todas las que quisieran dialogar, aunque en ocasiones, por la necesidad de organizar las intervenciones, eran las y los representantes quienes dirigían los debates.

Tras la represión del 2 de octubre, acudía a la cárcel de Lecumberri para visitar a sus compañeros presos. No obstante, tuvo que dejar de hacerlo ante las advertencias de que las autoridades las estaban buscando para intimidarlas y obtener información sobre el CNH. Por ello, permaneció escondida hasta el 4 de diciembre, cuando el movimiento se disolvió oficialmente.

Para Patricia, aquella época marcó un cambio profundo, pues las mujeres lograron una mayor libertad dentro de la comunidad estudiantil, rompiendo con las estructuras tradicionales y abriendo paso a una nueva visión de igualdad de género.

María Eugenia Espinosa Carbajal

En 1968, María trabajaba como maestra en el internado para niñas Gertrudis Bocanegra de Lazo de la Vega y fue elegida representante del Comité de Lucha de la Facultad de Filosofía y Letras, integrándose al Consejo Nacional de Huelga (CNH) junto con su esposo, por lo que ambos eran conocidos como “los Mesta”.

Dentro del CNH, María recuerda grandes logros colectivos: en apenas un mes lograron organizar al Instituto Politécnico Nacional (IPN), la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Chapingo, las escuelas normales y diversas universidades del país. Sin embargo, tras ese avance, comenzó una política de represión y miedo que buscaba frenar el movimiento. Aun así, el CNH no se rindió y convocó la Marcha del Silencio, el 13 de septiembre, con la que demostró su fuerza política y moral ante la nación.

Su entrega era total al movimiento, pues no abandonó sus responsabilidades laborales. De lunes a viernes impartía clases en el internado de 8 a 13:30 horas, y al salir se dirigía a Ciudad Universitaria. Ahí, junto con el Comité de Lucha, realizaban reuniones, comían en la facultad y organizaban las tareas del día. 

A pesar de su participación activa, María subraya que las mujeres casi no figuran en los relatos históricos del 68, ya que en las diversas historias del movimiento estudiantil ellas aparecen únicamente en las fotos de las marchas y no son reconocidas como actoras con un papel importante. Señala que, incluso después de más de cinco décadas, la visión sigue siendo la misma, centrada en unos pocos “héroes” masculinos.

Rosa María Barrientos Granada

En 1966, Rosa María Barrientos Granada ingresó a la licenciatura en Historia de la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Puebla (UAP) y, un año después, obtuvo la representación estudiantil ante el Consejo Universitario. Aunque no tenía formación política, su sentido de justicia la motivó a integrarse activamente al movimiento estudiantil, con la intención de promover cambios dentro de la universidad.

Tras el estallido de la huelga, se formaron comités de lucha y brigadas informativas para difundir la situación de los estudiantes de la UNAM y el IPN, así como para comunicar a la ciudadanía el pliego petitorio del Consejo Nacional de Huelga.

Las acciones incluyeron pintas, marchas y mítines en solidaridad con los estudiantes de la Ciudad de México; sin embargo, recuerda que la participación de las mujeres fue limitada, concentrándose principalmente en las escuelas de Economía, Filosofía y Letras, y Físico Matemáticas.

Rosa María junto con sus compañeras y compañeros enfrentaron dificultades para sensibilizar a las facultades más apáticas. Ante ello, la participación fue escasa, ya que la mayoría de los estudiantes provenía de escuelas privadas y carecía de formación política, mientras que un pequeño grupo, principalmente de Historia y Filosofía, sí estaba interesado en las cuestiones políticas y reconocía la importancia del movimiento.

Dentro de su labor, Rosa María integró la brigada de las Rosas, encargada de repartir volantes, informar a la ciudadanía sobre las demandas del movimiento y solicitar apoyo económico. Estas actividades se realizaban en mercados, colonias y pueblos cercanos, así como en transporte público. Además, colaboraban en la preparación de materiales informativos y en el suministro de alimentos a las y los compañeros que realizaban guardias nocturnas, y participaron en la organización de marchas.

Aunque en el momento percibía igualdad en las relaciones entre hombres y mujeres, con el tiempo Rosa María reconoció que la participación femenina había sido percibida como secundaria pero las mujeres estuvieron presentes y contribuyeron al movimiento. Analiza que su papel fue subordinado y mayormente de apoyo, reflejando la cultura patriarcal de la época, en la que eran consideradas acompañantes o figuras decorativas más que protagonistas.

«Nunca nos consideraron como protagonistas, fuimos acompañantes, decoraciones en el movimiento o para servir el café.Estás en una cultura patriarcal. No era consciente de ello».


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