Ciudad de México.- En los últimos años se ha acrecentado el fenómeno incel, caracterizado por la difusión de discursos de odio y la ejecución de acciones violentas, dirigidas especialmente contra las mujeres y la Universidad Nacional Autónoma de México llevó a cabo un conversatorio donde especialistas coincidieron en que este fenómeno debe mirarse como parte de una estructura alimentada por la misoginia y un sistema patriarcal y alejarlo de trastornos mentales.
Esta situación fue abordada por la UNAM, luego de último acontecimiento violento ocurrido en uno de sus campus, el pasado 22 de septiembre, cuando un estudiante del Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Sur (CCH Sur), atacó con un arma blanca a dos estudiantes y un trabajador de la institución. El agresor fue relacionado con grupos incels, donde compartía su resentimiento contra las mujeres y expresó intención de lastimarlas.
En este debate que era necesario desde la UNAM, la psiquiatra Beatriz Martínez Romero explicó que las acciones violentas de los grupos incel no necesariamente provienen de un trastorno psiquiátrico, sino que son consecuencia de una cultura misógina; por ello, no pueden erradicarse con tratamientos farmacológicos, como se ha hecho creer, sino a través de una transformación social, esto lo comentó durante la conferencia “Fenómeno incel: La UNAM ante nuevos retos de salud psicosocial”.
“La misoginia no es una enfermedad mental, no es una condición que se genere por una falla en el funcionamiento de la mente, sino que es una construcción social”, afirmó.
Ante ello, la especialista subrayó que la problemática de los grupos incel no debe de ser estudiada como un asunto individual, sino el resultado de un fenómeno social que cobra fuerza en una sociedad patriarcal. Explicó que desde niños a los hombres se les niega la posibilidad de llorar o expresar tristeza debido a ideologías machistas, por lo que crecen sin aprender a gestionar sus emociones, lo que posteriormente se transforma en violencia.
Al exponer lo anterior, Martínez Romero apuntó que se ha intentado responder a esta problemática con propuestas como el aumento del número de psicólogos y psiquiatras en instituciones educativas. No obstante, si bien ello puede ser positivo, advirtió que no basta con analizar individualmente a las y los jóvenes que reproducen conductas violentas como fenómenos aislados; es necesario examinar a toda la sociedad que los respalda y fomenta esas actitudes.
“No se trata solo de llevar a 20 psiquiatras y 20 psicólogos a todas las prepas, CCH y universidades. No se trata de eso porque no es un problema de salud neurológica o cerebral. Se trata de la sociedad”, enfatizó.
En consecuencia, afirmó que es necesario que el personal de salud se eduque en enfoques sociales que le permitan ampliar su perspectiva y comprender que existen conductas que van más allá de lo neurológico, pues responden a los entornos en los que viven las y los pacientes.
Áreas digitales: espacios de odio
Estas manifestaciones de odio se multiplican cada vez más en las redes sociales. René López, integrante de GENDES, señaló que grupos de derecha con agendas antifeministas están cooptando a jóvenes a través de plataformas digitales, fomentando con mayor intensidad discursos de odio.
Esta afirmación coincide con el artículo “Jóvenes en la manosfera. Influencia de la misoginia digital en la percepción que tienen los hombres jóvenes de la violencia sexual”, el cual expone que el desarrollo y potencialización de culturas misóginas en la manosfera son una respuesta reaccionaria a la cuarta ola del feminismo, caracterizada por denunciar la violencia de género, especialmente la violencia sexual, desde el entorno digital.
No obstante, de forma paralela al avance del movimiento feminista, han surgido respuestas antifeministas promovidas desde la extrema derecha, que impulsan discursos que niegan la violencia de género y la presentan como un mecanismo para criminalizar a los hombres. Este negacionismo ha penetrado en la esfera pública, especialmente entre hombres jóvenes.
La manosfera funciona como un espacio de construcción de identidad masculina. Dentro de este entorno, los hombres encuentran respuestas y validación frente a la confusión que les generan los cambios en los roles de género y el avance del feminismo. Comparten experiencias, frustraciones y consejos alineados a una visión hegemónica y tradicional de la masculinidad.
Frente a esta problemática, se subrayó que es indispensable aprender a detectar en niños y jóvenes los discursos radicalizados hacia las mujeres a los que están expuestos, además de comenzar a desmantelar las ideologías que enaltecen las masculinidades hegemónicas.
Finalmente, los especialistas apuntaron que la solución para erradicar esta ola de violencia va más allá de censurar dichos grupos digitales, pues el problema es más complejo para ello, por lo que debe de existir una responsabilidad colectiva que permita construir entornos donde las y los jóvenes aprendan a manejar emociones como la frustración y la soledad sin convertirlas en violencia y expresiones misóginas.
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