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Fondo de Cultura Económica reduce voces de mujeres, pese a política de igualdad

Por Wendy Rayón Garay

Ciudad de México.- De acuerdo con la política de igualdad laboral y no discriminación del Fondo de Cultura Económica (FCE), la institución está comprometida con fomentar la equidad de género; sin embargo, el pasado 23 de octubre, el director de la institución Paco Ignacio Taibo II, presentó los 27 títulos que conformarán la Colección 25 para el 25 en Palacio Nacional, de los cuales solo siete libros fueron escritos por mujeres lo que constituye una forma de violencia simbólica y estructural.

El proyecto Colección 25 para el 25 nace de una preocupación por la caída del número de lectoras y lectoras de la literatura latinoamericana. En México, los últimos datos del Módulo sobre Lectura (MOLEC) 2024 indican que solo el 69.6% de la población de 18 años y más declaró haber leído al menos un libro, revista, periódico, historieta, página de internet, foto o blogs a lo largo del año, lo cual es 14.6% menor a la cifra registrada en 2015. En el caso de las mujeres, la lectura disminuyó del 81.9% al 69.3% y existe una brecha en el porcentaje de población lectora entre ambos sexos de 4.8%.

Particularmente, la política del FCE sostiene que apoyan la igualdad laboral y la no discriminación, mediante la implementación de la igualdad, prevención y erradicación de cualquier tipo de discriminación y hostigamiento ya sea por la apariencia física; cultural; discapacidad; idioma; sexo; género; edad; condición social, económica, de salud o jurídica; embarazo; estado civil; religión; opinión; origen étnico o nacional; preferencia sexual; o situación migratoria.

Pese a que el documento está firmado por el propio Paco Ignacio Taibo II, la «Colección 25 para el 25» —un proyecto del Gobierno mexicano para distribuir 2.5 millones de libros gratuitos a jóvenes de entre 15 y 30 años en 14 países de América Latina— no cuenta con la representación equitativa de mujeres y hombres.

De esta manera, los títulos de mujeres estarán conformados solo por Nona Fernández con Space Invaders; Piedad Bonnett con Los privilegios del olvido; Alaíde Foppa con Vientos de primavera; Adena Fernández con Duermevelas; Guadalupe Dueñas con Cuentos; Amparo Dávila con Música concreta y Blanca Varela con Canto villano.

Crédito: Fondo de Cultura Económica

Ahora, la respuesta de Paco Ignacio Taibo II ante el cuestionamiento de la prensa sobre este desigualdad de género, el director del FCE respondió que la Generación del Boom Latinoamericano, elegida para conformar la colección, estuvo conformada en su mayoría por hombres. Se trató de un fenómeno literario y editorial en la que surgieron varias obras latinoamericanas que desafiaron las narrativas tradicionales, durante la década de 1960 y 1970.

El Boom Latinoamericano también fue conocido por ser un movimiento machista por no admitir a ninguna mujer dentro de sus figuras destacadas, siendo este un club masculino. Esto reflejó los sesgos de género en la sociedad y la literatura donde las autoras enfrentaron barreras significativas para obtener reconocimiento. No obstante, detrás de los rostros más conocidos sí existieron mujeres que sostuvieron el movimiento y no solo como escritoras sino de forma editorial y mercadológica.

Autoras como Rosario Castellanos y Elena Garro —reconocidas por escribir sobre la reivindicación de la autoridad de las mujeres y su lucha contra los estereotipos de género— fueron excluidas al escribir «temas del corazón» lo que puso una carga juiciosa dentro de sus obras solo por ser escritas por mujeres, aunque sus libros compartían elementos estilísticos y temáticos con muchos escritores del boom, de acuerdo con el artículo «Las mujeres en el boom hispanoamericano: inexistencia o ausencia».

A esto se suman el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado de Mercedes Barcha, Patricia Llosa y María Pilar Serrano, esposas de Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y José Donoso. Sin ellas no hubieran asumido ese trabajo y no hubiera existido este movimiento, pues ellas proporcionaron un entorno que le permitió a los escritores desarrollar sus carreras literarias sin distracciones. Además, algunas enfrentaron violencia familiar y social normalizada en la época.

Tampoco se puede excluir a la figura de Carmen Balcells quien se desenvolvió como la agente literaria de varios escritores. Su carrera comenzó a los 24 años y trabajó con varios autores de renombre, pero sobre todo con escritoras como Isabel Allende, Rosa Montero o Nélida Piñón. Ella fue una figura clave en el boom, ya que desempeñó distintos roles no solo siendo editora, sino confidente, amiga, defensora y madre. Al final, ella representó a seis premios Nobel de Literatura: Vicente Aleixandre, Miguel Ángel Asturias, Camilo José Cela, Gabriel García Márquez, Pablo Neruda y Mario Vargas Llosa.

Excluir a las mujeres del espacio literario, una práctica vigente

Durante la conferencia de prensa en la Mañanera, lo que causó indignación en las redes sociales fue cuando se habló de los libros del FCE enviados a bibliotecas comunitarias para mujeres. Durante el tema, Paco Ignacio Taibo II declaró que, aunque el 40% al 50% de los clubes de lecturas están dirigidos por mujeres, no está de acuerdo con cumplir una cuota de género a partir de la selección arbitraria de libros solo porque fueron escritos por mujeres.

Para muchas internautas, su comentario hizo alusión a la capacidad de las escritoras para entregar textos de calidad por su género, ya que no refirió el mismo comentario hacia los escritores.

Esta no sería la primera vez que señalan al director del FCE por comentarios sexistas y misóginos. En 2018 durante su participación en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara dijo la expresión «Sea como sea se las metimos doblada, camaradas» cuando hizo alusión a un posible edicto del expresidente Andrés Manuel López Obrador para nombrarlo director del Fondo de Cultura Económica siendo una persona española y no mexicana, esto pese al inconformismo de la Cámara de Diputados por el salto de las leyes mexicanas.

Dicha expresión desató enojo en el movimiento feminista por la carga machista en sus palabras, ya que hace referencia a la cultura de la violación al referir que penetrar a alguien contra su voluntad es una victoria sobre todo en un país donde al menos el 70.1% de las mujeres entre 15 años y más han experimentado algún episodio de violencia de género siendo que la violencia sexual ocupa el segundo lugar de agresión empleada contra las mujeres con 23.3%, según cifras de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021

Pese a que la expectativa del proyecto es cambiar la manera de leer de las personas jóvenes en América Latina, es importante reconocer que leer no es una práctica neutra al género. No es lo mismo explorar la obra de una escritora que la de un escritor. En el campo literario, la mayoría de los autores publicados son hombres, lo que marca la perspectiva desde la cual se construyen los relatos y las reflexiones. Esta predominancia puede producir textos alejados de las experiencias de niñas y mujeres, o incluso reproducir visiones discriminatorias sobre ellas.

Por ello, la selección de libros a repartir —no solo en el proyecto, sino en editoriales, aulas escolares y otros espacios— tampoco está exento de reproducir prácticas discriminatorias como la violencia simbólica y estructural. La primera se manifiesta cuando las estructuras culturales y sociales reproducen desigualdad de género mediante discursos, imágenes o prácticas aparentemente neutrales. Dicha selección refuerza la idea de que las voces masculinas poseen mayor legitimidad dentro del campo literario, invisibilizando las aportaciones femeninas a un plano secundario.

Por otro lado, la violencia estructural se reproduce con las decisiones editoriales, pues detrás existe una exclusión sistemática que impide la participación en igualdad de condiciones de las mujeres en las publicaciones. Esto no solo afecta a las escritoras, sino a las lectoras al restringir la pluralidad de perspectivas en el imaginario colectivo y perpetúa un canon literario endocéntrico desde una mirada masculina.


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