Ciudad de México.- «El martillo de las brujas» es un libro publicado en 1486 el cual fue considerado el tratado más importante de persecución contra «las brujas», a lo largo de tres siglos fue un manual utilizado por la Santa Inquisición que daba cuenta en sus páginas de cómo reconocerlas, castigarlas y torturarlas, fue un génesis de la caza contras las herejes y cuyo objetivo principal era condenar mujeres desde el poder institucional y eclesiástico de la misoginia medieval.
Aunque fue un libro escrito desde la teología, lo cierto es que fue utilizado como un código penal por toda Europa para que juzgadores de la inquisición llevaran a cabo ejecuciones y torturas contras mujeres acusadas de brujas porque según sus letras, eran más propensas a realizar estas prácticas por su «debilidad moral e intelectual».
«El martillo de las brujas», nombre traducido de Malleus Maleficarum, ha trascendido el tiempo y sigue disponible en la actualidad, una ventaja porque permite leerlo y realizar análisis de contenido desde la perspectiva de los derechos humanos de las mujeres para entender cómo los textos fundacionales trascendieron y conformaron sociedad patriarcales, por ejemplo, la Universidad de Navarra señala en su artículo Del Malleus Maleficarum a los cuentos de brujas que fueron principalmente mujeres pero en especial curanderas el objetivo de la caza de brujas.
El Malleus Maleficarum es un texto que permanece actual, a pesar de los siglos pasados desde su publicación por vez primera. Finalmente, ¿existen razones para mantener invisibles, anónimas, a las brujas que fueron hostigadas, perseguidas, torturadas, juzgadas y muertas al amparo del Malleus Maleficarum?, ¿cuántas?, ¿de qué número de mujeres estamos hablando? Éstas habrán de permanecer por siempre “invisibles”.
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La obra fue escrita en Alemania por dos sacerdotes: Heinrich Institors y Jacobus Sprenger. Ambos pertenecían a la Orden Dominicana, una organización fundada en el siglo XIII que combatiría la herejía. En algún punto de sus vidas fueron nombrados como inquisidores lo que influyó en la forma de razonamiento que hay en el libro.
Fue el papa Juan XXII con la bula Super Illius Specula, un documento que condenaba como brujas a las mujeres comadronas por sus conocimientos en botánica durante la Edad Media y así se fue oficializando la brujería como una práctica hereje. Dicho documento originó otros textos en los que se responsabilizaba a las mujeres de practicar la hechicería.
En la época, la misoginia contra las mujeres era un proceso naturalizado, tan solo el término fémina era considero la conjunción de las palabras fe y minus, dando a entender que ellas tenían menos fe que los hombres lo que las llevaba a caer con facilidad en la práctica de la brujería. El libro también demeritaba a personajes históricos como Eva, Dalila, Jezabel, Helena de Troya y Cleopatra. De esta manera, lograron confabular una guía para la detección, obtención de pruebas y tratamiento punitivo de las brujas.
Incluso, este manual de cazería contra las mujeres permitía que las pruebas que sustenban las acusaciones con ellas fueran rumores, dichos, historias, suposiciones, comentarios, miradas o relatos y esto bastaba para llevarlas a procesos de tortura.
En «Del Malleus Maleficarum a los feminicidios actuales», se detalla que el 90% de las personas condenadas y torturadas por prácticas de hechicería fueron mujeres. En su mayoría, fueron adultas, pobres, solteras o viudas. Las conductas comúnmente punibles fueron acciones que físicamente no podían realizar, por ejemplo eran condenadas por:
Causar tormentas y granizadas sobre poblaciones o cultivos, producir sequías, matar mediante maleficios en animales, ocasionar plagas, enloquecer a los hombres mediante conjuros, provocar que los hombres se apasionen sexualmente de prostitutas, robarles riqueza a los hombres, hacer soñar a sus enemigos con desastres y muertes, desaparecer el pene de los hombres por embrujos, volver estéril a una mujer, influir en los astros para que cambien el rumbo, modificar rostros, dar muerta a mujeres sanas, devolver a la vida a los muertos, lograr que personas nieguen a Dios, ocasionar enfermedades incurables, entre otras.
Recetario para castigar mujeres
Como un recetario, «El martillo de las brujas» expone tres vías para iniciar un proceso contra detenidas por brujería. El texto señala que debían acusarla ante un juez por herejía y poder probarlo, pero se hacía sin pruebas y sin inmiscuirse en el proceso bajo la excusa de que quien se negara a denunciar tendría también una pena.
Para el proceso se necesitaba conseguir testigos y la mejor manera recomendada era dejar por escrito sus declaraciones para que posteriormente se pudiera catalogar como una prueba infalible para convencer al juez. Este también podía convocar a los testigos al estrado y bajo un juramento eclesiástico.
Luego, para admitir un testimonio se debía seguir todo un proceso, por ejemplo, no era aceptada la declaración de personas excomulgadas, los partícipes y compañeros del crimen, los que son declarados infames y criminales, los siervos contra sus amos, tampoco los enemigos mortales de las mujeres acusadas; sin embargo, se podían admitir declaraciones de familiares siempre que fueron en contra y no en favor de ellas.
Si una mujer acusada de brujería negaba su participación, el juez debía considerar la mala reputación de ella, los indicios del hecho y las opiniones de los testigos. Aunque la mala reputación de las mujeres siempre tenía un mayor peso. Asimismo, si se sospechaba que esa mujer acusada tenía intención de huir, la mantenían en prisión con mayor razón.
Después del arresto se debían seguir dos pasos, proporcionarle un defensor a la acusada y realizar un examen en la cámara de tortura. La primera solo se realizaba si había una petición de la acusada y dejarlas sin una defensa era una práctica común. Cuando sí se proporcionaba una defensa, no se le compartía el nombre de los testigos, en cambio, el abogado debía cumplir con tres expectativas: modestia, verdad y que su salario fuera moderado.
En cuanto a la tortura, se realizaba con la intención de obtener una confesión propia pensando que sería una forma para presionarla sin pensar que reconocer dicha acusación también era una forma de terminar con el proceso violento al que eran sometidas. Posteriormente, el juez debía estar atento cuanto se emitiera la sentencia de tortura para analizar su reacción, el que no llorara era una muestra más de su brujería.
Una vez sentenciadas, eran desnudadas siempre por otras mujeres consideradas de buena reputación. Esto era parte de un proceso de seguridad en el que se aseguraban de que no cargaban con algún maleficio en sus vestimentas. También era escoltada sin tocarla y portando sal exorcizada o hierbas benditas.
De acuerdo con el artículo, el «El martillo de las brujas» fue una guía para cometer feminicidios: «más que brujas o hechiceras, estas mujeres eran víctimas de este proceso injusto». No obstante, actualmente es una acción que se sigue practicando donde las mujeres son criminalizadas no solo por su género, sino por romper con los estándares y estereotipos de la sociedad patriarcal.
«¡Matar a la Bruja no es un grito que se ha quedado en el pasado, no! El femicidio y feminicidio son nuevas manifestaciones de este grito. Ya no se realiza este grito en el ámbito de lo público, pero está en muchas de las mentes que se construyeron en este modelo de derecho patriarcal aun habita este perjuicio»
Pese a que la brujería era considerada como el peor mal en la humanidad, «El martillo de las brujas» justificó su existencia bajo la permisibilidad de un supuesto dios. Mientras que, la naturaleza de este personaje no le permitía caer en prácticas demoniacas, la humanidad tenía el libre albedrío para decidir entre el camino del bien y el mal. Aunque, refiere que la inferioridad biológica y espiritual de las mujeres era lo que las llevaba a práctica brujería, cosa que no ocurría con los hombres.
Por ejemplo, de acuerdo con el capítulo tres, Institoris y Sprenger determinan que es imposible la creación de un hombre a través de la relación sexual entre un demonio y una mujer, ya que la única manera para su creación es a través de Dios, de lo contrario «la obra del Diablo sería más fuerte que la de Dios», lo que alude a la debilidad como algo inherente de las mujeres. Por el contrario, en el capítulo sexto, no existe posibilidad de que a las mujeres no se les relacione con la brujería porque es algo que «la experiencia» ha determinado.
Y así página tras página Malleus Maleficarum detalla su manual de tortura contra las mujeres que difundió este tratado de persecución contra «las brujas»como un reflejo del control eclesiástico medieval responsable de la ejecución de miles de inocentes, por lo que es una advertencia viva de lo que significa la institucionalización de la misoginia.




