Ciudad de México.- A nivel mundial, nueve de cada diez personas diagnosticadas con fibromialgia son mujeres. Esta enfermedad, caracterizada por dolor crónico generalizado continúa siendo poco comprendida, pues las causas que la originan aún se desconocen y los tratamientos disponibles resultan limitados, señaló en entrevista con Cimacnoticias, Gabriela Huerta, médica especialista en reumatología.
La fibromialgia es una enfermedad crónica que provoca dolor musculoesquelético generalizado, fatiga, problemas de sueño y dificultades cognitivas. También puede manifestarse con rigidez articular, cefaleas, ansiedad, depresión y parestesias.
No obstante, pese a las múltiples alteraciones que enfrentan las pacientes, existe una escasez de tratamientos desarrollados específicamente para atender esta enfermedad. La especialista Gabriela Huerta detalló que, hasta el momento, solo se cuenta con dos opciones farmacológicas específicas avaladas por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) disponibles en México.
Cabe destacar que actualmente apenas el 1% de los recursos destinados a investigación e innovación sanitaria se invierte en afecciones específicas de las mujeres fuera del campo de la oncología. Esta desatención ha derivado en una peor calidad de atención médica para ellas, lo que incrementa el riesgo de enfermedad y muerte, según el Task Force Interamericano sobre Liderazgo de las Mujeres.
Thaily
Thaily, paciente con fibromialgia, compartió con cimacnoticias que la sociedad suele desconocer la magnitud del dolor que enfrenta. Relató que hay días en los que no puede levantarse de la cama, apenas logra moverse y camina con dificultad; además, no solo se trata de la movilidad reducida, pues también le afectan el ruido, la luz, el contacto físico y hasta el roce en la piel, que se ha vuelto extremadamente sensible.
Asimismo, como señala la especialista, Thaily tuvo que dejar su empleo como estilista debido a la progresión de los síntomas. Cuando comenzó a perder fuerza en las manos, se le caían la secadora, los cepillos y las brochas, algo que nunca antes le había ocurrido, después apareció la rigidez en el cuerpo y sus pies dejaron de tolerar estar mucho tiempo en una misma posición. Tras recibir el diagnóstico, los médicos le indicaron que buscara otra actividad porque ya no podría continuar con su trabajo.
La falta de atención médica también ha marcado su proceso, pues expresó que incluso el personal médico suele minimizar su situación, pues si su vida no está en riesgo, no la consideran una urgencia, sin importar el dolor que experimente.
Al ser atendida por el sector público, le han cancelado citas repetidamente y desde hace ocho meses no ha podido ver a su médica ya que al tratarse de una enfermedad con múltiples síntomas, siempre le piden esperar, por lo que esta falta de seguimiento le imposibilita saber con certeza cómo continuar tratando su enfermedad.
La experiencia de Thaily demuestra que mientras no existan más investigaciones, tratamientos adecuados y una atención que tome en serio sus síntomas, las mujeres seguirán cargando con una enfermedad que el sistema aún no sabe atender plenamente.
Esta falta de investigación se refleja en el poco conocimiento sobre las causas que originan la fibromialgia. La especialista señaló que, aunque está comprobado que se presenta con mayor frecuencia en mujeres, todavía no existen estudios concluyentes que expliquen este fenómeno; sin embargo, se han desarrollado diversas teorías, entre ellas la posible influencia hormonal.
Esta hipótesis plantea que los niveles de estrógenos que son más elevados en mujeres, hormonas sexuales esteroideas producidas principalmente por los ovarios, las glándulas suprarrenales y la placenta, podrían tener una interacción importante con las vías de señalización del dolor.
Asimismo, la especialista Huerta apuntó que además de los factores hormonales, también se han identificado otros riesgos más generales, como problemas emocionales, muchas veces relacionados con antecedentes de violencia o abuso.
Al no conocerse con certeza una causa específica de esta enfermedad, tampoco existe una cura, por ello, además de los tratamientos farmacológicos, se recomiendan otras medidas para aliviar la sintomatología, como realizar ejercicio, mantener una adecuada higiene del sueño que permita un descanso óptimo, recibir terapia física y rehabilitación, y realizar actividades que fortalezcan la memoria, debido a que las pacientes pueden presentar deterioro cognitivo.
Asimismo, como parte del tratamiento, es necesario acudir a servicios de salud mental, psicología o psiquiatría, dependiendo de las necesidades de cada paciente. Este punto es fundamental, pues de acuerdo con la Secretaría de Salud, entre el 60 y el 70% presenta depresión y ansiedad, factores que incrementan la percepción del dolor.
Los impactos en la salud mental son complejos ya que la fatiga constante influye en las funciones cotidianas, el desarrollo laboral y la participación en actividades sociales o deportivas, lo que frecuentemente limita a las pacientes en el ámbito público.
“ Las pacientes empiezan bien en la mañana y 2 o 3 horas están muertas de cansancio, fatiga y se tienen que poner a descansar para seguir adelante después, ya no con la misma energía, por lo que tiene un impacto en sus funciones cotidianas”, explica.
Estigmas y discriminación
Además, persiste la renuencia en ciertos sectores médicos a reconocer la existencia de la enfermedad. Algunas personas profesionales de la salud la catalogan como un trastorno psiquiátrico o somatomorfo, lo que repercute en la atención, ya que quienes niegan su existencia se rehúsan a tratarla.
A ello se suma que son pocos los médicos que aceptan atender a estas pacientes, lo que provoca sobresaturación entre quienes sí lo hacen. Esto se debe a que el dolor es difícil de controlar y existe una limitante importante en cuanto a fármacos disponibles, lo que reduce la respuesta al tratamiento, explica la especialista
La falta de reconocimiento también afecta al entorno familiar, donde muchas veces no se cree en la enfermedad, ya que el dolor no es visible ni puede medirse en pruebas clínicas como heridas, inflamaciones evidentes o alteraciones en estudios de laboratorio. Esta incredulidad puede derivar en episodios de violencia, profundizando el sufrimiento de las pacientes y dificultando su acceso al cuidado adecuado.




