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Mujeres periodistas en la Revolución Mexicana

Por Paola Piña

Ciudad de México.- Aunque la historia suele retratar a las mujeres como figuras pasivas, en la Revolución Mexicana muchas periodistas rompieron ese silencio al escribir, denunciar y cuestionar las desigualdades desde redacciones improvisadas y periódicos modestos, dejando constancia de su participación activa en un momento decisivo para el país.

Estos hechos están documentados dentro del libro Prensa y revolución, en el apartado “Mujeres periodistas mexicanas”, escrito por Elvira Hernández Carballido, quien relata que durante la Revolución hubo un grupo de mujeres que, a través de sus actitudes, de su pensamiento crítico y de sus acciones públicas, demostraron que podían incorporarse a labores y oficios considerados masculinos

Una de ellas fue Emilia Enríquez de Rivera, quien en su juventud, en 1911, escribió sus primeros artículos periodísticos firmados con el seudónimo “Obdulia”, textos que fueron publicados en la revista pedagógica El Educador Moderno.

 Más tarde fundó y dirigió la revista El Hogar. Aunque en sus escritos replicaba algunas ideas vinculadas al arquetipo tradicional de la mujer, su publicación fue uno de los medios independientes que criticaron el régimen de Porfirio Díaz. Aunado a ello, logró convertirse en el único periódico que nunca dejó de imprimirse durante toda la Revolución mexicana, lo que demostró la resistencia y la convicción con las que Emilia sostuvo su proyecto editorial.

Por otro lado, Hermila Galindo creó una publicación totalmente diferente al creado por Enríquez. La Mujer Moderna fue una revista feminista, combativa, crítica y política, identificada con el carrancismo. En su primer artículo, “¡Laboremos!”, señaló que la aparición de esa revista coincidía con el aniversario de la Independencia de México, una lucha que, al igual que en su propio tiempo, estaba inspirada en los ideales de libertad y justicia

 La autora concentró su mirada crítica en diversas instituciones que, según ella, era urgente enfrentar y desenmascarar para que el feminismo pudiera avanzar. Como propuesta central, planteaba la emancipación social: romper con las creencias arraigadas en la familia que hacían creer a las mujeres que habían nacido únicamente para llevar a cabo las tareas del hogar, por ello consideraba que, superado ese obstáculo, podrían tomar parte activa en el movimiento político por derecho propio y demostrar que no pertenecían solo a los espacios privados

Asimismo, otra de las periodistas cruciales de la época fue Juana Gutiérrez de Mendoza, una mujer autodidacta que aprendió a leer y escribir para denunciar la injusticia social en el país. 

Juana Belén repartía su tiempo entre las labores domésticas, la crianza de sus hijas y su trabajo como escritora y periodista. Desde los 22 años colaboró como corresponsal en periódicos liberales antiporfiristas; sin embargo, un reportaje sobre las condiciones de los mineros de La Esmeralda, en Chihuahua, la llevó por primera vez a la cárcel en 1897.

Tras quedar viuda y ante el riesgo de volver a prisión, se trasladó a la ciudad de Guanajuato, donde fundó su propio periódico: Vésper, con el lema “Justicia y Libertad”. El nombre hacía referencia a la estrella de la tarde que su hijo Santiago disfrutaba contemplar.

“Vésper no se aparta de la prensa que se vende para afiliarse a la prensa que se alquila. Vésper no sacrifica nunca la energía de su perseverancia parra la complacencia a las personas” (Vésper, 8 de mayo de 1910)

 Su participación en la Revolución Mexicana respondió a su convicción profunda de que era posible construir un país democrático y justo para todas y todos. Sus causas fueron las de las clases populares, las mujeres y los pueblos indígenas, ideales y luchas que la mantuvieron activa en la vida pública y dentro del movimiento feminista hasta su muerte en 1942.

Junto con ella destacó Elisa Acuña, quien encontró en el periodismo la mejor manera de hacer públicas sus denuncias. Su primer acercamiento al periodismo ocurrió a los 16 años, en el periódico Excélsior de Veracruz, desde donde cuestionaba el gobierno de Porfirio Díaz. Más tarde fundó su propio periódico llamado Fiat Lux y colaboró en diversas publicaciones como Vésper, La Voz de Juárez, Sinfonía, La Guillotina, Combate, Anáhuac y Nueva Era

Elisa Acuña utilizó el periodismo para hacer crítica política y no meramente para referirse a la situación femenina. Su participación en el Club Liberal Ponciano Arriaga la llevó a ser perseguida junto con los hermanos Flores Magón y otros miembros de la organización.

Al finalizar la guerra, participó en el Consejo Feminista y tras denunciar que la Revolución no había beneficiado a las mujeres, quienes permanecieron sin derechos, entre ellos el voto, se unió a personalidades como Julia Nava, Luz Vera, Elena Torres y Eulalia Guzmán, feministas declaradas que, a través de una publicación llamada La Mujer, acusaban a los hombres responsables del movimiento revolucionario de no haber reconocido su valor en esta lucha.

Otra periodista de la época fue Dolores Jiménez, una mujer intensa, dedicada al trabajo intelectual, que recorrió diversos lugares de la República Mexicana para realizar reportajes. En 1914 editó la publicación periodística antihuertista La Voz de Juárez.

 En la capital del país conoció a  mujeres como Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, Elisa Acuña Rosete y Aurora Martínez, entre otras mujeres militantes del Partido Liberal Mexicana, cuyos esfuerzos por escribir y difundir ideas liberales desafiaban la ideología dominante del conservadurismo y los abusos e injusticias de la dictadura de Porfirio Díaz.

Otro de los referentes del periodismo liderado por y para mujeres fue La Mujer Mexicana, revista que circuló entre 1904 y 1908 y se convirtió en un ejemplo representativo de la prensa feminista en México. 

Secretaría de Cultuta

Aunque tuvo distintas directoras : Dolores Correa Zapata, Luz F. Viuda de Herrera, Laura Méndez de Cuenca y Antonia L. Ursúa, la publicación mantuvo una línea editorial consistente. Desde su primer número y hasta el último consultado persistió la idea de que había terminado la época en que la mujer era considerada un ser pasivo, inconsciente e irresponsable.

La ideología feminista, sostenían, permitiría transformar la conducta femenina, y nada mejor que el periodismo para transmitir esas ideas. Directoras y colaboradoras coincidían en que el feminismo no buscaba masculinizar a las mujeres, sino reconocer su presencia en todos los ámbitos sociales


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