Ciudad de México.- Desde las redes sociales se popularizó los llamados matrimonio lavanda que consiste en un tipo de unión estratégica para adquirir los beneficios sociales y legales del matrimonio sin la intención de formar una familia. Este vínculo está siendo usado por la Generación Z como forma de escape a las uniones patriarcales y supervivencia de las y los jóvenes a la precariedad en la que se encuentran.
Según describe el artículo «Matrimonio lavanda y la ausencia de afecto conyugal», el matrimonio lavanda no es una unión nueva en la sociedad, pues por décadas se utilizó para quienes deseaban inmigrar, huir de guerras o evitar la persecución y discriminación por sus preferencias sexuales hacia su mismo sexo. De forma similar, existen los matrimonios de conveniencia para obtener seguridad social o pensión de sobrevivencia del cónyuge.
Pese a la existencia de las uniones por conveniencia, el término nació de las relaciones homosexuales en celebridades de la comunidad LGBTQ+; sin embargo, ahora se utiliza de forma generalizada para hablar de mujeres y hombres que entrelazan su vida en un matrimonio lavanda sin importar si son o no heterosexuales.
Además, este tipo de unión se diferencia porque las partes involucradas no están obligadas a mantener una relación sexo afectiva ni a sostener dinámicas de intimidad no deseadas. A diferencia de los vínculos entre sugar babys o sugar daddys, aquí no existe un intercambio explícito donde el cuerpo de la mujer funge como moneda para obtener beneficios materiales. Por el contrario, se busca una asociación donde se preserve la autonomía personal y evite relaciones basadas en desigualdades.
Tampoco existe la presión para formar una familia tradicional en la que la mujer deba atender al marido, hijas o hijos, como ocurre en el modelo de las tradwifes. Este esquema contrasta con la experiencia de muchas ancestras que vivieron sometidas a normas sociales estrictas que les imponían roles de cuidado como destino único. En estos matrimonios, las mujeres pueden evitar esa cargan acceder a mayor autonomía y no depender económicamente de una estructura familiar que limite sus decisiones.
Este tipo de vínculo puede disolverse cuando resulte conveniente para ambas partes, sin el peso moral asociado al divorcio tradicional. No obstante, la diferencia con los concubinatos además de la falta del componente afectivo es que acceden a derechos que solo proporciona el matrimonio como certidumbre legal, filiación, herencia, seguridad social y derechos patrimoniales.
Aunque actualmente el artículo 1635° del Código Civil Federal establece que la concubina y el concubinato tienen derecho a heredarse recíprocamente, solo se puede cuando hayan vivido juntos como si fueran cónyuges durante cinco años antes de la muerte o cuando existan hijas e hijos de por medio. Asimismo, algunos trámites legales piden varios requisitos para reconocer el concubinato dificultando que accedan a los beneficios.
Del mismo modo, en el matrimonio lavanda cada persona puede mantener relaciones extramaritales con quien desee, ya que no existe un compromiso afectivo exclusivo ni expectativas románticas que limiten su vida personal o emocional. Esta libertad permite que ambas partes gestionen su intimidad de manera independiente, sin tensiones asociadas a los modelos de pareja. En la práctica, la convivencia se asemeja a la de roomies o compañeros de vivienda, donde se comparten responsabilidades cotidianas sin imponer obligaciones emocionales o vínculos de cuidado.
Liberarse de la sumisión marital en arribo de la ultraderecha
¿Qué está pasando con las mujeres que prefieren los matrimonios lavanda? Una primera respuesta puede ser la llegada de la ultraderecha que defiende una visión conservadora y promueve políticas que limitan derechos individuales a favor de un orden basado en la identidad nacional, la religión y la autoridad de Estado. Esta intenta recuperar los llamados «valores tradicionales», los cuales se tratan de roles de género y se oponen a ideologías progresistas como los derechos de las mujeres.
De acuerdo con Margarita Mantilla -socióloga feminista, maestra en estudios de la mujer e investigadora social- en entrevista para Cimacnoticias, se trata de una resistencia al cambio civilizatorio en donde hay mayor conciencia sobre los derechos humanos, el racismo, el clasismo y la violencia contra las mujeres. Es gracias a ese miedo ante el nuevo orden que resurge la ultraderecha.
Derivado del avance de los derechos de las mujeres, ellas cada vez prefieren no casarse o no hacerlo en edades jóvenes para priorizar sus proyectos de vida. En México, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) documento a través de la Estadísticas de Matrimonios (EMAT) que en 2024 hubo en decremento de los matrimonios del 3.0% respecto al año anterior y con ello, a nivel nacional se registraron 486 mil 645 matrimonios.
En ese mismo año, la edad en la que una mujer se casaba era de 27.9 años en promedio en 2024 y ahora subió a 32.1 años. Esto es un avance considerando que por muchos años los treinta era una edad donde si las mujeres no estaban casadas eran consideradas como «solteronas o quedadas» gracias a la presión social, familiar, religiosa, científica y comunitaria. Hoy, el feminismo en el siglo XXI, vindica la decisión de las mujeres por elegir otra forma de vida que no implique un relación cercana, formal o duradera con una pareja heteronormada.
Frente a esta realidad, la ultraderecha se ha encargado de impulsar modelos como el de las tradwife o esposas tradicionales, las cuales, de acuerdo con el artículo “The #Tradwife person and the rise of radicalized White domesticity” se trata de mujeres que creen en las dinámicas de género donde el hombre es proveedor y la mujer cuidadora.
Como respuesta de la presión de la ultraderecha, feministas de Corea del Sur están invitando a las mujeres a no relacionarse con hombres bajo cuatro polares «no cita, no sexo, no bodas, no hijos» bajo el movimiento 4B, por lo que, ahora la preferencia a los matrimonios lavanda pueden considerarse como una nueva vía de resistencia.
¿A qué se enfrentaron las mujeres y niñas del mundo este 2024? – cimacnoticias.com.mx
La precariedad a la que se enfrentan las mujeres de la Gen Z
El matrimonio lavanda también surge como respuesta a la creciente precarización de la vivienda que muchas mujeres jóvenes enfrentan, especialmente en contextos urbanos donde los costos de renta y servicios se han vuelto inalcanzables. Ante salarios bajos, inestabilidad laboral y la imposibilidad de acceder a créditos o propiedades propias, este tipo de unión ofrece una alternativa para compartir gastos sin depender de una pareja tradicional ni exponerse a relaciones desiguales o violentas.
La brecha de vivienda a la que se enfrentan las mujeres es real. En Ciudad de México, el 39.8% de los hogares tiene una jefatura femenina según estima el INEGI. De la población asalariada, el 22.95% de mujeres que no tenía prestaciones y el crédito para vivienda era la segunda prestación laboral con el porcentaje de acceso más bajo de acceder (76.53%); es decir que, este problema se presenta incluso entre aquellas con trabajo formal y prestaciones.
Aunque la participación de las mujeres ha aumentado estadísticamente en su ingreso al mercado laboral, la realidad es que el tiempo dedicado al trabajo doméstico y a las labores de cuidado en general no han disminuido. Esto implica una carga excedente y que problematiza dinámicas de acceso y seguridad al ver vulnerable su tiempo para el trabajo remunerado y su reconocimiento en la gestión del acceso a la vivienda, según explica el informe.




