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Brecha orgásmica en mujeres, desigualdad sexual secuela de priorizar el placer masculino

Por Paola Piña

Ciudad de México.– Aunque el orgasmo es una experiencia común para el 95 % de los hombres durante las relaciones sexuales, solo el 65% de las mujeres lo alcanza, según datos recopilados por la organización M de Mujer; esta desigualdad, denominada brecha orgásmica, es consecuencia de la histórica invisibilización del deseo femenino y la priorización del placer masculino.

Asimismo, siete de cada diez mujeres que mantienen relaciones sexuales heterosexuales enfrentan dificultades para alcanzar el orgasmo; incluso, el 75% ha fingido uno para concluir el encuentro y evitar dar explicaciones a su pareja sobre el hecho de que la penetración, por sí sola, no es suficiente, según explica la organización M de Mujeres.

Esta gran brecha, ignorada e incluso invisibilizada por muchos, es explicada por Paola Damonti, en su libro “La brecha orgásmica”, en donde refiere que al estar bajo una  una estructura social patriarcal, los hombres y las mujeres no coexisten en un plano de igualdad, sino que están acomodados por jerarquía; dado a ello las peticiones, necesidades y deseos de ellas, en este contexto son más ignorados y no son tomados en cuenta.

Esta situación ha sido interiorizada socialmente. En el caso de las mujeres, tienden a otorgar mayor relevancia a los deseos y necesidades de otras personas por encima de los propios; mientras que, en el caso de los varones, ocurre lo contrario, ya que suelen priorizar su placer, deseos y orgasmos.

Cabe señalar que Damonti refiere que en las relaciones homosexuales, como las relaciones lésbicas, esta desigualdad no se reproduce, ya que no existe la misma jerarquización que en las relaciones heterosexuales. Esto se debe a que interactúan dos personas del mismo sexo que ocupan un lugar similar dentro de la estructura de género, lo que evita la confrontación de construcciones socialmente diferenciadas de la sexualidad.

Coitocenstrismo 

Un elemento clave para entender la brecha orgásmica en las relaciones heterosexuales es el coitocentrismo. Esta creencia parte de la idea de que el coito (la penetración) es el centro y el fin último de la actividad sexual, y que un encuentro no es “sexo real” o completo si no lo incluye, lo que genera presión y ansiedad, además de dejar de lado otras formas de placer y de vivir la sexualidad.

Dicha información es de suma relevancia, si se subraya que el órgano responsable del placer femenino es el clítoris, el cual durante el coito no suele estimularse de manera directa, sino indirecta; pese a ser un órgano con más de 8 mil terminaciones nerviosas, que no envejece ni reduce su capacidad de generar placer y orgasmos, ha sido históricamente ignorado y relegado dentro de los encuentros sexuales, sin recibir la prioridad necesaria.

Si bien, Damonti explica que bajo este ideal coitocentrista, el resto de prácticas sexuales no se descartan en su totalidad, e incluso se reconoce su existencia y en algunos casos son llevadas a cabo como elemento de variedad, se siguen considerarse prácticas complementarias, por lo que pueden estar o no estar y pareciera no tener mayor relevancia, pues el coito se continúa situando en otro nivel superior.

“A igual que existe una masculinidad hegemónica también existe un sexo hegemónico y que este sexo hegemónico se traduce en el coito” explica Damonti

La sobrevaloración del coitocentrismo se relaciona a múltiples causas, entre ellas  la idea de la virginidad, construida desde creencias religiosas que reducen el sexo únicamente a la penetración, lo que provoca que las experiencias sexuales sin coito no sean reconocidas como tales y que socialmente se siga considerando “virgen” a quien no ha tenido penetración, perpetuando así el ideal de la virginidad 

El lenguaje también refuerza esta lógica, ya que socialmente las prácticas sexuales que no implican penetración suelen nombrarse como “juegos previos” o “preliminares”, términos que no son neutrales y que despojan a estas experiencias de valor propio, al colocarlas como una simple antesala de lo que se considera el acto sexual central y legítimo: el coito.

Además, esta visión también se reproduce en la producción audiovisual y literaria, donde el sexo que se muestra o se sugiere en películas, series y novelas suele reducirse al coito. Con frecuencia, las escenas sexuales comienzan y terminan con la penetración, que además se presenta como suficiente para provocar orgasmos simultáneos, reflejando una realidad poco certera de la experiencia sexual.

No es tu culpa

Damonti, explica que la reducción del sexo a la sola penetración también se ve reforzada por la escasa y deficiente información disponible, lo cual se hace evidente en los contenidos que circulan en internet, donde predomina una visión de la sexualidad centrada en el coito y atravesada por una mirada patriarcal.

En este contexto, la ausencia de orgasmos femeninos suele explicarse desde una lógica que coloca la responsabilidad en las mujeres, atribuyéndola a factores como el estrés, la dificultad para relajarse, la falta de comunicación con la pareja, experiencias previas o supuestas limitaciones físicas, presentadas como fallas individuales, sin cuestionar el modelo sexual en el que se desarrollan estas relaciones.

Aunque estas explicaciones, precisa, no en todos los casos son necesariamente falsas, resultan parciales, ya que reducen una experiencia compartida a un problema individual y dejan fuera otros elementos clave, como el papel de la pareja y las prácticas sexuales que se privilegian, además de omitir  que la mayoría de las mujeres no experimenta el orgasmo únicamente a través del coito, un dato central y primordial que, si se contemplara, podría reducir la brecha orgásmica.


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