Ciudad de México.- Pocas figuras han logrado poner en jaque a la justicia rusa más que un grupo de mujeres con vestido, pasamontañas y botas de combate. Perseguidas, exiliadas y encarceladas de forma incisiva desde hace más de una década bajo la mirada de Vladimir Putin, este 13 de diciembre, un Tribunal logró declarar a las Pussy Riot una organización extremista, es decir, comparten el mismo carácter que cualquier órgano terrorista.
El objetivo de esta orden no es más que un acto -que parece-, extraído de una obra de George Orwell: Eliminar de la mente de todas y todos los rusos la existencia de este grupo, según escriben las propias Pussy Riot en su comunicado. Con esta declaratoria el grupo de punk debe cesar absolutamente todas sus actividades pero este punitivismo y cooptación de su libertad vira hacia otros territorios sociales, pues ahora, cualquier aproximación que haga la ciudadanía sobre las Pussy Riot implica un delito punible.
La ley estipula que será considerado un delito con pena de cárcel poseer una baklava (pasamontañas) que asemeje a las utilizadas por el grupo, tener cualquiera de sus canciones descargadas e incluso, dar «me gusta» a cualquiera de sus publicaciones.
En añadidura, esta vigilancia constante que ha mostrado el orden de Vladimir Putin atraviesa fronteras; Bielorrusia, Georgia, Armenia, Irán, China, Tailandia e indonesia se suman al listado de países que se atañen a lo pronunciado por el Kremlin, dejando a las Pussy Riot sin buena parte del apoyo de su continente.
Como es propio del grupo, esta orden más que generar el temor entre sus integrantes ha sido un episodio más en su historia de persecución donde la rabia, la autonomía y el apetito de lucha se abre para encarar al sistema:
«Somos más libres que aquellos que intentan silenciarnos. Podemos decir lo que pensamos de Putin: que es un sociópata envejecido, que esparce su veneno por todo el mundo como si fuera un cáncer. En la Rusia actual, decir la verdad es extremismo. Que así sea: entonces somos extremistas orgullosos.»
De un retrato orinado de Putin
a una catedral atrincherada
A finales del 2022 las Pussy Riot lanzaron МАМА, НЕ СМОТРИ ТЕЛЕВИЗОР («Mamá, no mires la televisión»), una canción que expone los crímenes de guerra cometidos por las fuerzas armadas rusas en territorio ucraniano.
El cierre concluye con una de las integrantes arriba de una mesa blanca, debajo, un retrato de Vladimir Putin que termina por ser orinado. Actos simbólicos como estos se repiten en «Putin´s Ashes» donde una docena de mujeres bailan alrededor del fuego, golpean al suelo con fuerza y terminan por encender el cuadro del mandatario.
Su postura pro -Ucrania implicó la apertura de una -de tantas- investigaciones en su contra, esta vez, el tribunal del distrito Tverskói de Moscú celebró el juicio y resultó victoriosa la apuesta por eliminar todo contenido de las Pussy Riot; se catalogaron como un peligro al orden social.
Como ya se anunciaba, esta no es la primera vez que el grupo encara e incomoda. En 2018 invadieron la cancha en la final del Mundial de Rusia -fueron condenadas a azotes y tortura en manos de la milicia rusa por este hecho- y en febrero de 2012 su nombre se colocó como un chispazo luego de atrincherarse en la Catedral de Cristo Salvador de Moscú.
Aquel año, el grupo apareció en la catedral con sus medias coloridas y pasamontañas en la cabeza, ahí, organizaron una actuación pacífica; no hubo incidentes. Al cierre, tocaron una oración donde pedían a la Virgen María sacar a Putin del poder; minutos después, fueron arrestadas y condenadas por el Tribunal Superior de Rusia a 2 años de prisión. Sólo una de ellas fue liberada, sus otras dos compañeras, mantuvieron la pena y fueron enviadas a campos de trabajo para cumplir la condena.
No hay nada nuevo en anunciar que, en Rusia, se está gestando un orden político se opresión y repercusión, sin embargo, como apuntala Rita Segato, no podemos entender los sistemas de violencia desde un crisol horizontal, sino más bien, como una estructura que se alimenta y fortalece de otros. En este caso -y como en cualquier otro Estado conservador- el patriarcado es un brazo articulado.
El intento de desaparecer de la memoria colectiva a las Pussy Riot va más allá de un acto bilateral entre el gobierno y las integrantes del grupo. También, implica una herida social donde las adolescentes, mujeres y niñas del país pierden una pieza fundamental de su identidad, del feminismo, de la rebeldía y de la necesidad de oponerse al régimen ruso que ha hecho múltiples ofensivas por apagar la autonomía y el activismo feminista.
Un primer acercamiento:
Sobre otras leyes rusas que amenazan a las mujeres
Tras dos años de conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, el gobierno ruso se ha visto atravesado por un escenario demográfico poco favorable; su gente envejece, la mortalidad se ha recrudecido a causa de la guerra, mientras la tasa de natalidad ha caído drásticamente, produciendo así, la llamada «extinción rusa», por lo que la Duma Estatal Rusa, ha puesto la mira en el cuerpo de las mujeres jóvenes y su obligación de parir.
Aprobada por unanimidad, ha entrado en vigor una nueva ley federal que nace para erradicar la llamada vida «child – free» (libre de hijos), pues desde la óptica rusa, esta «propaganda» occidental ha producido serias repercusiones en el futuro del país y, en añadidura, trasgrede los valores tradicionales de derecha que el gobierno de Putin se ha encargado de mantener al margen.
Paralelamente, la Duma Estatal Rusa ha acordado que, cuando las mujeres deciden no ser madres, representan una traición a la nación al perseguir valores que empatan con la «decadencia de occidente»; cualquier mujer que diga, en espacios públicos o privados, que desea no convertirse en madre o bien, que externe sus planes a futuro sin contemplar la maternidad, puede recibir una multa de hasta 4 mil dólares.
En Rusia, las mujeres están librando una lucha por su autonomía corporal, contra el belicismo y la presión conservadora que pretende repuntar su tasa de natalidad, quebrar el espíritu de lucha de las mujeres, eliminar a las activistas del mapa cultural y dejar al mundo sin las Pussy Riot. Sin embargo, dentro de este panorama, la resistencia se erige.
“Putin puede matar a sus oponentes, pero el mundo sigue apoyando la verdad, el progreso y la justicia por encima de los actos delirantes de viejos decrépitos. Las personas justas de este mundo están a favor de la democracia, de la soberanía de Ucrania, de la libertad de expresión y del espíritu punk que consiste en plantarle cara al malo, incluso cuando es él quien tiene más bombas.” (Pussy Riot)




