Jerónima López Hernández:
la defensa frente al despojo del Tren Maya
Por Adriana Santos Pérez
En el 2014, durante el sexenio del ex-presidente mexicano Enrique Peña Nieto, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), declaró a Calakmul, el municipio más grande de Campeche (estado situado al sur de la República Mexicana), patrimonio cultural mixto de la humanidad, por ser el pulmón de la región.
Calakmul significa en maya “Dos Montículos Adyacentes” (Ca dos, Lak adyacentes, Mul montículo artificial o pirámide). Es uno de los 13 municipios que integran Campeche, su cabecera municipal es Xpujil, también conocida en maya como “cola de gato”. Se ubica aproximadamente a unos 30 kilómetros de la frontera con Guatemala, y forma parte de la selva tropical en las tierras bajas mexicanas.
De acuerdo con la UNESCO, la ciudad está situada en el sector central y meridional de la Península de Yucatán, e incluye los vestigios de la importante ciudad maya de Calakmul, situada en lo más hondo de la selva tropical.
Sin embargo, en 2018, con la llegada al gobierno del partido Morena y de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la República, la zona se convirtió en territorio fértil para los megaproyectos de esa administración, uno de ellos es el Tren Maya, anunciado como el proyecto estrella que daría al estado de Campeche más oportunidades de desarrollo, pero que también representaría la devastación de una de las regiones más ricas en flora y fauna.
Así, lo que se “vendió” como un proyecto de rehabilitación de las vías férreas en el sureste del país, se convirtió en un fenómeno de destrucción de la naturaleza, de tala de varias hectáreas de árboles de maderas preciosas como cedro rojo y caoba, mismas que fueron aprovechadas para comerciar, por el propio personal de las instituciones encargadas de la construcción de estas vías, que, en Calakmul no existían.
Una de las organizaciones que se opuso a la construcción del Tren Maya por los costos ambientales que traería para la región, es el Consejo Regional Indígena y Popular de Xpujil (CRIPX), en el que la defensora de la tierra, Jerónima López Hernández, participa como coordinadora del área de Género.
“Desde que nacimos estamos bien puestos para defender lo que es la patria de nosotros, el país de nosotros, la tierra de nosotros” afirmó la defensora, quien recordó que en el caso de este megaproyecto nunca hubo una consulta adecuada con las comunidades, ya que para las y los hablantes de maya-tseltal, chol o tsotsil, jamás existió una traducción para informarles sobre ella.

Jerónima recordó una conferencia mañanera en la que López Obrador dijo que únicamente se rehabilitarían las vías, “pero realmente acá en Calakmul no existen vías, solamente llega a Escárcega”, afirmó.
“Cuando el municipio de Escárcega fue fundado, en 1939, inició como un campamento destinado para la explotación de recursos naturales de la selva, principalmente de chicle, caucho y el palo de tinte”, explicó la defensora.
Escárcega está situado al centro del estado, lo que lo convierte un importante punto de comunicación carretera y ferroviaria por lo que los trenes eran fundamentales para conectarse con ciudades cercanas como Coatzacoalcos en Veracruz, y el resto de la Península de Yucatán.
Son 234 kilómetros, de los 1,460 en total del Tren Maya, los que componen el tramo 2 que atraviesa seis municipios de Campeche, desde Escárcega hasta Calkiní.
“Estamos en contra de la obra (Tren Maya) porque, en primera, esta zona cárstica, no está bien para las obras grandes. De hecho hubo perforaciones grandes de tierra la cual estuvieron metiendo tubos de fierro y cemento, fue un trabajo muy fuerte y hoy se están viendo las consecuencias. El agua dulce ya se está viendo contaminada ahorita a través del óxido de los tubos. Esa agua nosotros la podíamos consumir, ahora prácticamente ya no lo vamos a poder consumir por tanto óxido y el cemento también. Incluso algunos peces ya se están muriendo” destacó Jerónima.
En el año 2020, el CRIPX presentó un amparo ante el Poder Judicial de la Federación reclamando “la simulada y fraudulenta consulta indígena ordenada por el Ejecutivo federal y ejecutada en perjuicio de los pueblos indígenas de Campeche, Yucatán, Quintana Roo, Tabasco y Chiapas”, así como la “ilegal consulta y aprobación del proyecto denominado Tren Maya, cuya acción se realizó en flagrante violación a nuestro derecho humano a que se garantice una consulta previa, libre, informada, de buena fe y culturalmente adecuada”.
La organización precisó que el proceso de consulta, realizado en 2019, se llevó a cabo sin cumplir con los estándares internacionales que marca el Convenio 169 sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), del cual el Estado mexicano es parte, así como en contravención de lo que señala la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CoIDH).
Después de 4 años de litigio, el 14 de enero de 2024, el Poder Judicial otorgó la suspensión provisional de la ejecución del proyecto Tren Maya, en respuesta a la solicitud de amparo, pero pese a esta resolución, los trabajos continuaron y el Tren se encuentra operando en la zona.

Al hacer el recuento de las afectaciones por este megaproyecto, la defensora señaló que en el caso de las y los apicultores– como ella– han registrado una disminución en sus cosechas.
Y es que en la zona conocida como “La Cueva del Murciélago”, una cueva con unos 600 metros de profundidad que se ubica a unos 8 kilómetros de Xpujil, muy cerca de la zona arqueológica de Calakmul — lugar donde atraviesa el Tren Maya– habitan estos polinizadores que son esenciales para las cosechas de las y los campesinos y apicultores, pero con la tala de árboles para la construcción de las vías del tren, ha disminuido su población.
Aunado a esta devastación ambiental, Jerónima advierte de la presencia del crimen organizado en la región, lo que ha provocado inseguridad así como incremento en el precio de los productos de la canasta básica.
Con sangre de defensora
Jerónima López Hernández es originaria de Ocosingo, Chiapas, pero creció y prácticamente toda su vida ha vivido en un poblado muy cerca de Xpujil llamado Nueva Vida, aproximadamente a unos 10 kilómetros de la cabecera municipal. Desde los años 90, conoció de la defensa de la tierra y territorio de la mano de sus padres. Ahí formó su trayectoria como defensora comunitaria.
Ella es campesina, siembra maíz y algunas hortalizas para autoconsumo, es apicultora, como la gran mayoría de las personas que viven en la misma región. Madre y esposa, dedica su vida junto con su familia, a trabajar la tierra y cosechar productos como miel y polen.
En la década de los 90, Jerónima se sumó a la lucha de defensa de la tierra cuando las comunidades indígenas realizaron una manifestación en Campeche en demanda por derechos, cultura y acceso a servicios básicos.
La presidenta del CRIPX, Sara López González, conoció a Jerónima muy niña, cuando junto a su familia, conformaron el CRIPX y comenzaron a movilizarse con más fuerza por la defensa del territorio.

“Vino la represión después de que nace el CRIPX, que hicimos una movilización. La mayoría de las comunidades de aquí son indígenas (…) entonces el gobierno se dio cuenta quienes no hablábamos la lengua y el gobierno nos empezó a criminalizar y yo tuve que huir para no ir a la cárcel, pues bueno ahí fue donde conocí a los papás de Jerónima, Jerónima era todavía una niña” compartió Sara.
Hace apenas tres años que Jerónima decidió pertenecer al CRIPX, organización conformada en su mayoría por hombres, y donde no ha sido fácil trazar el camino en la defensa de la tierra, ya que como mujeres han tenido que enfrentar el machismo de sus compañeros para dar voz a las necesidades de las personas y sobre todo de otras mujeres de las comunidades indígenas que conforman la región de Xpujil.
“A ella luego la invitamos a participar dentro del grupo de mujeres y hay un grupito que es como el grupo motor que es el que coordinamos, organizamos talleres, encuentros” dijo Sara López González.
“Yo creo que los compañeros les cuesta mucho que una mujer participe, les cuesta mucho aceptar esa parte”, reflexionó Sara López quien recordó cómo en una ocasión en una reunión, uno de sus compañeros dijo “que las mujeres solo servían para cocinar, para hacer las tortillas y hacer los frijoles y no creían que tuvieran la capacidad de representarles”.

Al referirse a Jerónima, la presidenta del CRIPX, Sara López González, considera que un factor por el cual la defensora se ha sentido vulnerable por la actividad que realiza, además de ser mujer, es ser indígena, ya que las autoridades buscan amedrentar y minimizar las movilizaciones que realizan las y los defensores de la Tierra.
“Ha costado mucho, pero por eso se hace el trabajo en las comunidades para que seamos más mujeres. (…) Sentimos que acuerparnos y juntas vamos a salir adelante” añadió con firmeza, Sara.
Si bien Jerónima no ha sufrido ataques que atenten contra su integridad, su labor sí ha sido demeritada por ser mujer e indígena, ya que en las comunidades aún les cuesta aceptar a una mujer frente a un movimiento social.
“A veces dicen ‘esa mujer está loca. Tu qué vas a saber si eres una pinche india pata rajada’, es lo primero que nos dicen” pero eso no las debilita, por el contrario, Sara sostiene que pese a la falta de reconocimiento de su trabajo, ella quiere continuar dando voz a las causas sociales de su comunidad.
Ayudando a otras mujeres
Además de la defensa del territorio ante los estragos del Tren Maya, desde el CRIPX, Jerónima y Sara realizan otras actividades en las que comparten sus conocimientos y formas de seguir cuidando el territorio; por ejemplo, realizan talleres de elaboración de productos artesanales como jarabe y hortalizas y de esta forma dotar de herramientas a las comunidades para no dejar morir las tradiciones ancestrales, pero sobre todo para cubrir sus necesidades debido a la falta de servicios básicos y a la poca conectividad que tienen con otros lugares, pues aunque el gobierno federal vendió la idea de que la zona sería un destino turístico de fácil acceso gracias al Tren Maya, la realidad es otra.
Desde hace aproximadamente 6 años, Rosalba Beatriz Canul Castillo conoció la labor de Jerónima en el CRIPX y ha participado en los talleres que ahí se imparten, tanto para elaborar productos como para cuidar de la tierra y la siembra de algunas verduras en casa.

Para Rosalba, el trabajo que hace Jerónima y las otras mujeres del Consejo es fundamental para el apoyo de quienes habitan las comunidades puesto que hay demandas pendientes y que son de primera necesidad como el acceso al agua como derecho fundamental, pues es escasa o es difícil conseguirla debido a la falta de conectividad entre comunidades y la cabecera municipal.
Un ejemplo e inspiración
Jerónima fue amenazada por las autoridades ejidales con demandarla y expulsarla de su ejido por ejercer su labor como defensora y la señalaron de “estar en contra del gobierno”, pero ella no desiste en la defensa del territorio, pues desde pequeña se le inculcó el valor de cuidar la tierra y denunciar las irregularidades que se cometen en contra de las comunidades quienes no han visto más que afectaciones como la contaminación del agua dulce que utilizaban para su consumo y la muerte de los peces en diversos cuerpos de agua.
“Para mi es muy importante ser la voz de aquellas mujeres. En primera como yo soy indígena, yo hablo la lengua maya-tseltal y algunas palabras a la lengua chol, a veces les cuesta mucho trabajo hablar el español o el castellano, así que por lo mismo yo soy la voz de ellas”, acotó con voz firme Jerónima, sin miedo a representar a otras mujeres, que, como a ella, han tratado de borrar de la historia, de la lucha social, y sobre todo de ser sujetas del derecho de habitar las tierras que sus antepasados cuidaron y cultivaron para subsistir.
Además de ser un ejemplo para otras personas, también lo es para su familia. Su hija mayor, con 17 años de edad, quiere ser abogada para seguir los pasos de su madre como defensora de derechos y del territorio, pese a los obstáculos que va encontrando en el camino.
Aunque Jerónima afirma que “es muy difícil como mujer ser defensora y ser madre de familia, en primera porque estamos muy mal vistas como defensoras”, desea que su lucha sea el ejemplo para otras mujeres para que existan más defensoras del territorio y que su voz llegue a cualquier parte del mundo.
2025/LGL
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