Inicio Admiraba Alejo Carpentier a Sor Juana Inés de la Cruz

Admiraba Alejo Carpentier a Sor Juana Inés de la Cruz

Por Mercedes Santos Moray

En una de las innumerables entrevistas que concedió Alejo Carpentier, autor de El siglo de las luces, al preguntársele por las virtudes que más le atrapaban a él, en su condición de hombre, sobre una mujer, dijo que su «estilo» y su «personalidad», no los rasgos externos que, como decía una de sus abuelas, desaparecían ante la menor contingencia física que nos pone la vida.

Ese escritor, una de las voces mayores de las letras iberoamericanas contemporáneas, y el primer latinoamericano que recibió el Premio Cervantes –antes sólo se le había otorgado al gran poeta hispano Jorge Guillén–, el mayor novelista de las letras cubanas del siglo XX, autor de piezas tan significativas como El reino de este mundo y Los pasos perdidos, entre otras, solía siempre admirar el carácter como virtud distintiva de la persona humana, y en particular, cuando se encontraba ante una mujer extraordinaria, como las hemos tenido en nuestro continente.

Entre las mujeres que más admiraba se encuentra la poeta y monja mexicana Sor Juana Inés de la Cruz, que lamentablemente, no llevó a ninguna de sus obras. Sin embargo, y en su novelística, donde la épica es el contexto que dimensionada cada argumento y cada historia, en los tiempos pretéritos y presentes, serían los hombres quienes ocuparían el status del poder.

Desde el ángulo crítico de Alejo Carpentier, las mujeres ocuparían un lugar destacadísimo, incluso, podríamos decir que definitivo. Nada mejor que su propio testimonio puede dar luz y relieve al rol que le asignó a Sofía, en El siglo de las luces; a Rosario en Los pasos perdidos. El mismo autor que no pudo sustraerse al embrujo de la que él llamó voluptuosa y sensual Paulina Bonaparte, esa que aparece y desaparece en las páginas de su reino, entre las sombras y fantasmas de Haití, difunde la Revista Mujeres de Cuba.

Los hombres suelen ser personajes que parecen fabricados en serie. Y es lógico que así sea, porque sobre ellos actúan factores ecológicos-intelectuales (…) Las mujeres, hasta que una revolución como la soviética, las hubiese sacado de una condición casi ancilar padecida durante siglos, se han visto marginadas, en cierto modo, del espíritu generacional del hombre.

Pero no resignadas a ello, las más inteligentes se han liberado por el esfuerzo propio, lo que, a menudo, ha venido a desarrollar fuertemente su personalidad. Para romper con su ambiente familiar, con una cadena de prejuicios, de tradiciones, de tabúes absurdos, las mujeres han tenido que romper sus propios amarres y luchar valientemente –a veces, casi solas.

De ahí que ciertos personajes femeninos de las novelas (y más en novelas de una acción anterior a nuestra Revolución), resulten más enérgicas, más concientes de lo que hacen y quieren, que los personajes masculinos, beneficiarios de un orden que en todo los favorece…

Rosario y Sofía son, evidentemente, los caracteres fuertes de Los pasos perdidos y El siglo de las luces. Esa era la proyección, y también el análisis del escritor cuyo centenario celebra toda nuestra lengua en este 2004, la de un hombre que supo dar a la literatura cubana, con su Sofía, el personaje femenino más hermoso del siglo XX.

2004/GV/SM

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