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Alternativas de paz

Por Lydia Cacho

Una mujer es golpeada por su pareja, una no. Una es torturada psicológicamente hasta que la depresión la mantiene en un limbo inaccesible, otra es feliz. Una mujer tiene sexo amoroso y voluntario con su esposo, otra es forzada a tener sexo por su pareja dos días después de haber parido. Una sí, una no. Las cifras no mienten.

Corría 1997 cuando el Consejo Estatal de Población (Coespo) reveló en su estudio la situación de las mujeres de Nuevo León, luego el Instituto Estatal de las Mujeres reveló que «los estudios muestran que una de cada dos mujeres sufre maltrato en el ámbito familiar». Sí, una de cada dos mujeres de esa sociedad que durante décadas se ha considerado más avanzada que cualquier estado del país. Allí donde las élites del poder empresarial se saben intocables (o se creían hasta que llegó la guerra contra el narco y les recordó que son parte de esta República). En ese entonces la revelación sobre la violencia que se gesta y reproduce en los hogares, no sorprendió a casi nadie.

Sin embargo era una de dos empleadas del hogar, una de dos damas de la alta sociedad, una de dos esposas de hombres vinculados con la política, una de dos adolescentes abusadas por sus novios, una de dos modelos sometidas psicológicamente por sus parejas. Y de entre esas millones de mujeres, en 1999 salieron tres amigas que encabezadas por la Pedagoga Alicia Leal decidieron decir esto es inaceptable.

Entendieron que el ciclo del maltrato se reproduce en la familia. Allí donde las madres se quedan con su golpeador por «el bien de los hijos», donde las esposas humilladas toman Tafil para soportar la convivencia con connotados empresarios de la ciudad. Donde miles tienen que pedir permiso para salir a trabajar y aunque aporten el 50 por ciento de la manutención del hogar son «las que ayudan».

Ellas señalaron que los niños aprenden a odiar a su padre a la vez que a amarlo y sentirse identificados con la masculinidad violenta. Que las niñas repudian la debilidad de mamá pero entienden que ser mujer es obedecer y soportar para que te amen; que debes saber que los hombres mandan y las mujeres se ponen lindas para ellos. Hace quince años un Procurador les dijo a estas activistas en ciernes que la violencia en la familia era un asunto privado, había sí, que proteger a los niños pero las mujeres estaban allí por puro gusto.

Y estas mujeres decidieron rebatir a la autoridad y fundaron Alternativas Pacíficas AC. Abrieron un centro de atención a víctimas, consiguieron una casa para dar refugio a las mujeres que sabían que si intentaban separarse de su agresor podrían perder la vida. Espacios vitales de seguridad para las que habían sido amenazadas por sus agresores de arrebatarles a sus hijos si se atrevían a denunciar.

Muchos las miraron de reojo, otros criticaron que se abrieran refugios para mujeres maltratadas, era mejor decían, sacar de casa a los agresores. Los que decían eso ignoraban que la violencia contra las mujeres es puro ejercicio de poder, que se basa en jerarquías normalizadas por la sociedad y que las leyes y los jueces no admitían la violencia intrafamiliar como un delito grave. Nadie tiene aun el poder para sacar a un agresor del hogar, excepto si se le puede encarcelar con suficiente evidencia, generalmente esto sucede cuando ya las asesinaron, no antes.

Pero Alicia y las dos empresarias siguieron adelante hasta tener dos refugios de alta seguridad. Contra el viento de la corrupción y la marea del machismo, a lo largo de quince años han enfrentado de todo. Amenazas de muerte, expresiones de solidaridad, fundaron la Red Nacional de Refugios para mujeres maltratadas, alertaron a miles de mujeres, crearon vínculos sociales en la Sultana del Norte y fortalecieron las políticas públicas para atraer leyes que mejoraran la vida de las mujeres, sus hijos e hijas. Hoy tienen un equipo de 33 expertas, sicólogas, abogadas, trabajadoras sociales, maestras, pedagogas y capacitadoras para el trabajo. A su lado veinte voluntarias se aseguran de la fortaleza de la organización.

Cuando todos decían que no había nada que hacer contra este flagelo, este equipo demostró que sí se podía. Entre 1996 y 2011 atendieron a 73 mil personas que vivían violencia. Alternativas Pacíficas cambió la vida de miles, creó cultura de equidad, fomentó solidaridad, demostró que los vínculos interinstitucionales sí funcionan. Pero sobre todo ahora que celebran quince años de trabajo profesional nos recuerdan que no importa lo grave que una situación sea, la voluntad con estrategia además de mover montañas, salva vidas y lo transforma todo.

* Plan b es una columna publicada lunes y jueves en CIMAC, El Universal y varios diarios de México. Su nombre se inspira en la creencia de que siempre hay otra manera de ver las cosas y otros temas que muy probablemente el discurso tradicional, o el Plan A, no cubrirá.

11/LC/LGL

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