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Amenaza olvido a las viudas del carbón

La falta de seguridad en la mina Pasta de Conchos, Coahuila era del dominio público, la comisión responsable de la misma estaba formada por integrantes del sindicato, la compañía y un inspector federal, quienes solo «firmaban y se retiraban».

Arsenio Aguilar, minero pensionado, quien perdió a su yerno en la explosión de Pasta de Conchos la madrugada del 19 de febrero pasado, señala que la comisión de seguridad del sindicato decía que mientras no pasara nada, era mejor callarse».

«Realmente la mina era insegura, tenía una sola ventilación a lo largo de dos kilómetros, otro problema era la concentración permanente de gas, la inexistencia de mecanismos para medir la presencia del metano, de eso se quejaban los mineros

Señala que otra forma de «inseguridad» era la falta de escrúpulos de quienes están al frente de las minas, condiciones que son todavía hoy un problema en toda la región «yo no sé cuántos muertos más esperan para actuar diferente», dice el hombre que dejó parte de su vida en las profundidades de la tierra.

La «ayuda humanitaria» de 750 mil pesos que el Grupo México otorgó a las 65 familias de Pasta de Conchos representa apenas el 4.4 por ciento del total de sus utilidades obtenidas en 2005, cifra que alcanzó los mil 100 millones de pesos.

Sólo un año antes, en 2004, la misma empresa obtuvo utilidades cercanas a los 700 millones de pesos, cantidad que no se reflejó en el pago de utilidades que recibió el minero Arsenio Aguilar, quien muestra su recibo de entonces: 13 pesos 70 centavos.

En ello coincide Claudia Escobar, Tomacita Martínez y Víctor Vásquez. A Tomacita su esposo le había comentado dos días antes que había mucho gas y que el poco aire estaba muy caliente. Víctor dice que a diferencia de otras minas, aquí no existen los mecanismos que detienen automáticamente la operación si hay excedente de gas. «Lo que sí es seguro en estas minas es la negligencia y la corrupción», dice con enojo.

Por separado, coinciden en que no se irán del lugar hasta que tengan los cuerpos. «Apuntan a nuestro cansancio», sostiene José, no quieren en realidad que salgan a la luz pública su mala fe. Pero de aquí no nos vamos a ir, «a menos que me saquen con la fuerza pública».

Claudia tiene veladoras prendidas en un altar sobre la mesa de su casa, ahí está la fotografía de Raúl y recuerda que alguna vez pensó que en el mundo no podría haber personas sin corazón, «hoy sé que sí existen», dice al referirse a los accionistas del Grupo México, a la Secretaría del Trabajo y al sindicato, «unos a otros se echan la bolita y todos son culpables».

De la cabecera municipal, Nueva Rosita, salió en los años 50 la caravana del hambre hacia la ciudad de México, como ahora entonces las familias exigían el respeto a sus derechos laborales por parte de las empresas, también en este lugar se fue al olvido la demanda de las viudas de Barroterán quienes nunca obtuvieron respuestas, hoy la historia parece ser diferente.

Sólo 15 días después del siniestro las 65 familias recibieron la «ayuda humanitaria» por 750 mil pesos y las viudas de Pasta de Conchos también tienen la promesa del gobernador Humberto Moreira Valdés y de Televisa de construir casas para las que no la tienen, esto será en la localidad de Palaú y becas de estudios para los hijos e hijas.

Sin embargo, todavía tienen varias preocupaciones. 36 de los trabajadores eran sindicalizados, el resto fueron contratados por la empresa General de Hulla, sus sueldos eran casi iguales, pero las prestaciones no. Nos preocupan las pensiones que les van a dar a las viudas, deben ser con el salario que en realidad ganaban de lo contrario recibirán sólo mil 300 pesos al mes.

Maribel Rico recuerda que su hermano Gil tenía 20 años de minero, casi la mitad de su vida, su padre también fue minero, por eso tiene claro que hasta ahora «ningún gobierno» ha hecho algo por mejorar las condiciones de estos trabajadores, «por lo menos esperamos que ahora sí funcionen las comisiones de seguridad y se impongan sanciones a quienes arriesguen la vida de sus trabajadores».

Los mineros mexicanos no pueden seguir bajando y arriesgar sus vidas por los bajos sueldos que les pagan las compañías, agrega que «si la comisión de seguridad hubiera actuado con apego a su responsabilidad se habría evitado la tragedia, pero es evidente que hay corrupción».

Las mujeres de la mina de Pasta de Conchos esperan que la justicia sea pronta como también la entrega de sus muertos. Entre más pase el tiempo crece el temor de que no se cumplan las promesas y ante la falta de medios, el Grupo México decida cerrar la mina, como ya ha sucedido antes.

Ese es tal vez su mayor temor, de ahí que a poco más de 90 días no se muevan de la puerta de la mina ocho de Pasta de Conchos, esperan y esperarán el tiempo que sea necesario.
06/SJ/LR

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