Este proceso electoral se ha perfilado con rasgos similares a los anteriores en este país centroamericano, por ejemplo, el papel preponderante que tiene la capacidad financiera para conseguir votos.
Junto a ello, hay una característica distinta: varias guatemaltecas figuran como candidatas a cargos importantes (*) y existe una experiencia acumulada en procesos electorales por parte de organizaciones de mujeres y feministas.
Todas están decididas a tener un protagonismo político en esta coyuntura que haga visible su género. Algunas rechazan que su dilema sea votar o no votar, pero la mayoría aspira a formar parte del debate nacional.
En este contexto, los espacios periodísticos que se han abierto para tratar la temática electoral están siguiendo los mismos esquemas: difunden la realización de actos propagandísticos, resultados de encuestas, denuncias, reacciones…
De tal manera que las miradas de las mujeres continúan ausentes, y, cuando las reconocen como fuente informativa, se ponen en el centro aspectos de su vida privada en lugar de su acción política.
Propongo a mis colegas, detenerse a reflexionar: por qué seguir reproduciendo la forma tradicional de dar a conocer los hechos. Más allá de que figuren ahora los nombres femeninos en las candidaturas, sería necesario incorporar las opiniones que activistas –con años de trayectoria política– están generando a propósito del sistema político guatemalteco.
Hacer un periodismo más integral significa dar a conocer panorámicas más diversas. Por ejemplo, hay organizaciones de mujeres no partidarias que han ratificado su decisión de promover el voto, defender algunas candidaturas y construir agendas particulares para negociarlas con los partidos.
Otras, han decidido no invertir energías en impulsar los llamados para ir a las urnas, sino en generar análisis críticos de las reglas del juego político, entre ellas, la imposibilidad de figurar en la panorámica electoral a quienes carecen de padrinos ricos.
Para algunos políticos tradicionales, el cambio significa registrar a candidatas y decir que valoran el voto femenino, pero todo lo demás sigue igual, de ahí que cuando se refieren a las mujeres continúan resaltando su papel como madres y esposas, como servidoras o conquistadoras, como acompañantes o subalternas.
El quehacer periodístico tendría que poner el lente en tales prácticas machistas.
Las protagonistas en los procesos electorales tienen que incluir a otras mujeres y no sólo a las aspirantes a ganar un cargo de elección popular.
Están además las actoras que ejercen su ciudadanía, que defienden derechos o agendas específicas, y también las mujeres que –desde enfoques feministas– tienen análisis de la realidad más abarcadores y han ido construyendo propuestas vinculadas al tipo de sociedad que quieren (Estado laico, sin armamentismo ni fuerzas de tarea contrainsurgentes…).
Esto es hacer política, y merece ser conocido por la opinión pública. Así el quehacer periodístico podría adquirir un perfil distinto, superando el sexismo que hasta ahora predomina en esta campaña proselitista.
(*)
Candidatas a la Presidencia de la República:
Rigoberta Menchú, por el Frente Amplio de Izquierda.
Sandra Torres, por el partido gobernante UNE.
Patricia de Arzú, por el Partido Unionista.
Zury Ríos, por el Frente Republicano Guatemalteco.
Candidata a la Vicepresidencia de la República:
Roxana Baldetti, por el Partido Patriota.
* Periodista mexicana radicada en Guatemala, editorialista, integrante de la organización La Cuerda, cofundadora de la Red Centroamericana de Periodistas.
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