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Ana Betancourt

Por Erika Cervantes Pérez*

Para los pueblos conquistar la libertad ha sido una de las tareas más arduas. En América la lucha por la independencia del yugo español fue en el siglo XIX una de las actividades que las y los criollos de la Colonia abrazaron con ahínco y es en ese marco que Ana Betancourt solicita a la Asamblea de Guáimaro el reconocimiento de la ciudadanía de las mujeres cubanas.

Ana nace el 14 de diciembre de 1832 en el seno de una familia de criollos de abolengo. Hija de Ángela Agramonte Aróstegui y Diego A. Betancourt Gutiérrez.

La educación de Ana como joven aristócrata se basa en aprender música, bordar, tejer, así como atender y cuidar la casa.

A los 22 años Ana contrae nupcias con un joven abogado que además de su esposo habría de ser su mentor y compañero de armas en la lucha por la independencia de Cuba, Ignacio Mora de la Pera, un hombre culto, de ideas modernas.

Al lado de Ignacio, Ana inicia sus estudios autodidactas logrando dominar la gramática, historia y literatura, además del inglés y francés, llegando a ser una mujer inteligente y culta.

La casa del matrimonio Mora Betancurt se convirtió en los años previos al levantamiento armado contra España en un sitio de reunión, donde se discutieron los ideales que habrían de llevar a la población cubana a levantarse en armas.

Ana, como dueña de la casa, promovía tertulias con gente de ideales liberales, hospedaba a las personas que como estafetas pasaban por la población compartiendo el sentir de otras poblaciones, y hacía acopio de armas para prepararse para la insurrección.

El momento de tomar las armas llega e Ignacio Mora, de ideas avanzadas, parte junto con Ignacio Agramonte a luchar por la libertad de Cuba en noviembre de 1868, días después del llamado de Carlos Manuel de Céspedes, en La Demajagua. Ana le despide y le alienta: «Por ti y por mí, lucha por la libertad».

Ana se une a la insurrección cubana al lado de Ignacio Mora y con él atraviesa la selva enfrentándose a las duras condiciones de los campamentos insurgentes.

Ana ve avanzar la revolución y se da cuenta que lucha por desaparecer los yugos que hasta entonces vivían el pueblo cubano, pero se percata que las mujeres siguen bajo el dominio de los varones.

En su calidad de combatiente toma la palabra en un mitin durante la Primera Asamblea Constitucionalista en Guáimaro en 1868 al no poder asistir a la asamblea como delegada por ser mujer, y conmina a los varones asistentes a reconocer a las mujeres como sus iguales.

Es durante ese mitin que Ana pronuncia el siguiente discurso: «Ciudadanos, la mujer cubana en el rincón oscuro y tranquilo del hogar esperaba paciente y resignada esta hora sublime en que una revolución justa rompe su yugo, le desata las alas».

Tras el mensaje, Carlos Manuel de Céspedes, elegido presidente de la República de Cuba se acerca a felicitarla. Las mujeres cubanas alcanzarían la ciudadanía 66 años más tarde en 1934

En julio de 1871 el enemigo la toma prisionera durante una emboscada en La Rosalía. Ana logra que Mora escape, ella es detenida porque la artritis que padecía le impide huir y la llevan hasta Jobabo, donde la mantienen tres meses a la intemperie bajo una ceiba para atraer al coronel Mora (a quien no volvería a ver).

Durante su cautiverio es sometida a tortura; soportó hasta el simulacro su fusilamiento por negarse a escribir a su compañero para que se entregara.

Finalmente Ana es puesta en libertad y condenada al exilio por su condición de salud, es así que sale de la isla hacia Estados Unidos, donde se ocupa de educar a las hijas e hijos de Cuba que están en el exilio. Sigue promoviendo desde la distancia la independencia de la isla y espera el momento de regresar a su patria.

De Estados Unidos se va a vivir a Jamaica y durante cuatro años intenta reunirse con Ignacio Mora, para finalmente en 1875 al enterarse de su muerte regresa a Cuba llena de pesar por perder al hombre que amaba.

No obstante su trabajo a favor de la libertad no se detiene y parte a Madrid con una hermana. Desde la distancia alienta a su sobrino Gonzalo de Quesada a continuar la lucha y hace planes para volver a Cuba.

Ana muere el 7 de febrero de 1901 en Madrid a causa de bronconeumonía. Ya no pudo ser testigo de la consumación de la independencia de su país en 1902.

En homenaje a Ana, Cuba creó el Premio Ana Betancourt para otorgarlo a aquellas mujeres que por su acción y labor contribuyen a la defensa de los valores femeninos y revolucionarios, que demuestren méritos revolucionarios e internacionalistas o de gran valor en algún frente de trabajo de interés nacional.

Ana nos hereda así su tenacidad y convicción por la libertad de su pueblo y del reconocimiento de la igualdad de los derechos de las mujeres.

*Periodista y fotógrafa mexicana, integrante de la Red Nacional de Periodistas.

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