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Argentina: dos mujeres en los hielos de la Antártida

Por Redaccion

Viviana Alder, argentina con doctorado en ciencias biológicas, y Josefina Castellví, española especialista en microbiología marina, participantes en numerosas expediciones oceanográficas en la Antártida, relataron sus experiencias en un ámbito profesional tradicionalmente masculino, durante un reciente encuentro de científicas argentinas y españolas, realizado el 25 y 26 de marzo en el Centro Cultural de España en Buenos Aires, señala un texto de Bruno Geller, difundido por Argenpress.

Durante el encuentro, que reunió a investigadoras que trabajan en áreas de las ciencias experimentales y de la salud, organizado por la Consejería de Educación y Ciencia de la Embajada de España y la Fundación Carolina-Argentina, se habló de las científicas, como Marie Curie, a quien la Academia de París rechazó dos veces, cuando ya había ganado dos premios Nobel.

Recordaron también que dicha Academia aceptó a su primera mujer académica en 1978 y dijeron que, aunque el lugar que ocupan las mujeres en la ciencia se está ampliando, ese proceso aún es lento. En ello coincidieron Viviana y Josefina, que relataron aspectos de sus experiencias en el mundo profesional, donde la autoridad masculina tradicional comienza, poco a poco, a compartir el reconocimiento académico con las mujeres.

«He participado en unas 10 campañas antárticas desde 1983 hasta 1990, realizadas a bordo del rompehielos Almirante Irizar y de buques de investigación extranjeros como el Polarstern y el Polar Duke», señala Alder, investigadora de CONICET y docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Y continúa: «Los temas de investigación que a lo largo de los años han ido surgiendo de nuestro trabajo en la Antártida son muchos y variados, pero en general siempre estuvieron vinculados a las fracciones más pequeñas del plancton (conjunto de organismos que flotan en la superficie del agua)».

Por su parte, la doctora Castellví, quien se ha desempeñado, entre muchas otras funciones, como directora de Coordinación de la Presidencia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en España (CSIC) contó que ha participado en 8 campañas antárticas. «He trabajado en bacteriología marina, pero una de las tareas que más satisfacción me dio fue coordinar la instalación de la primera base antártica científica española Juan Carlos I, que se fundó en 1988 para que otros pudieran investigar en la Antártida». Además, fue jefa del destacamento hasta 1994.

CONVIVENCIA PROFESIONAL

Para Alder, su relación con los colegas hombres «fue siempre absolutamente natural y mutuamente respetuosa. La presencia de la mujer argentina en la Antártida ya había dejado de ser un suceso raro. Por ejemplo, en la Base Esperanza, a partir de los 80 ya vivían allí familias enteras».

«Quizá lo llamativo para los hombres pudo haber sido la presencia de unas pocas mujeres en el barco en la Antártida durante varios meses, ya que ese sí es un ambiente tradicionalmente masculino», afirma la científica argentina. Y continúa: «Pero en aquel entonces, yo no me daba cuenta de estas cuestiones porque tenía un único objetivo: finalizar mi tesis de doctorado sobre larvas de peces antárticos».

Según Alder, «en las primeras campañas tuvo suerte de principiante». A bordo del rompehielos Almirante Irizar realizó una expedición en el pasaje Drake. «No tenía ni la menor idea de lo que significaba ese agitado tramo de mar en términos de navegación». Recuerda que el lugar donde tenía que pararse para tirar las redes era una plataforma de apariencia muy inestable, que se desplegaba desde el casco del barco y que quedaba ubicada muy cerca de la superficie del mar. «Fue extraordinario poder haber regresado con todos los equipos enteros y no haberme caído al agua», rememora.

Años más tarde, la científica supo lo que era sentir pánico. Regresaba al continente en un buque de investigación norteamericano cuando se produjo un accidente en la madrugada. «Nos llevamos por delante una roca y se rompió el casco. El barco se hundía. Hubo que enviar el bendito mensaje de SOS para que vinieran a rescatarnos. El lugar más cercano era Ushuaia y la única que hablaba castellano a bordo era yo, así que me asignaron esa misión. Hoy me pregunto qué habré dicho en ese momento. No lo recuerdo».

Alder reconoce que con el tiempo siguieron incorporándose cada vez más mujeres, tanto en los buques como en las bases antárticas. «Hoy, la presencia de mujeres investigadoras en la Antártida es algo normal», destaca la científica argentina.

«Considero que hoy en día, mujeres y hombres están en igualdad de condiciones en cuanto a la posibilidad de realizar sus investigaciones en la Antártida y; en general, en lo que respecta a desarrollarse como científicos», opina Alder. Y agrega: «Creo que en la actualidad, el sistema científico evalúa sólo la capacidad y productividad científica de quien presenta un proyecto de investigación. Francamente, no tengo indicios de que el sexo del postulante influya en estas decisiones».

Por su parte, Castellví, destaca: «Durante las primeras campañas no había otra mujer, pero yo estaba muy acostumbrada a este ambiente ya que en oceanografía esto era lo usual. He tenido magníficos compañeros que siempre me han apoyado y entre todos, hemos logrado sacar los proyectos adelante».

Castellví trabaja en oceanografía desde hace 48 años. Se jubiló hace 8 y en la actualidad se dedica a la divulgación y al asesoramiento científicos. «Hasta ahora la evolución ha sido tal que no admite término de comparación. No obstante, parece ser que las mujeres científicas jóvenes sienten que todavía hay un largo camino para recorrer. Yo siempre las animo y les digo que sigan adelante».

Castellví no se equivoca. Con respecto a la realidad argentina, si bien se han producido cambios como el reciente anuncio de que una mujer, la doctora Marta Rovira, presidiría próximamente el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), aún quedan temas pendientes.

Si bien el Conicet está compuesto por una proporción similar de investigadoras e investigadores (46 por ciento y 54 por ciento, respectivamente), en el estrato más alto de la carrera –nivel superior–, las científicas representan sólo el 18 por ciento, y de los ocho miembros que conforman el directorio del organismo, sólo uno es mujer. Por otra parte, en los niveles superiores, el 75 por ciento de los varones son casados mientras sólo el 25 por ciento de las mujeres lo son.

IMPRESIONES DE LA ANTÁRTIDA

La experiencia antártica marca profundamente a todos los que la han realizado. «No es tan solo la oportunidad de trabajar en ecosistemas novedosos para la ciencia, sino el modo de vida en un ambiente bellísimo y a la vez, el más hostil de la Tierra», asegura la doctora Josefina Castellví.

Para Viviana Alder, haber trabajado en el sur del mundo fue toda una experiencia. «Desde el punto de vista personal, me permitió maravillarme ante uno de los paisajes más extraordinarios e imponentes de la naturaleza. Trabajar en la Antártida es un privilegio porque es ‘única en el mundo como laboratorio natural’ y hay que preservarlo como tal. Para mí, Antártida es ‘ciencia, paz y colaboración’ en todo sentido».

CIFRAS ELOCUENTES

En 1991, por primera vez, ingresa una mujer, la doctora Christiane Dosne Pasqualini, como miembro la Academia Nacional de Medicina, la más antigua de América, fundada en 1822. En 2007 ingresa la segunda, la viróloga Mercedes Weissenbacher. Los otros 33 sitiales de este cuerpo académico, que reconoce la excelencia en la investigación científica, están ocupados por hombres.

En 2006, por primera vez una mujer, la astrónoma franco-argentina Catherine Gattegno de Cesarsky, asumió la presidencia de la Unión Astronómica Internacional (UAI), una organización casi centenaria que agrupa a 10 mil astrónomos y astrónomas de todo el mundo.

En 2003, el informe argentino del Proyecto Iberoamericano de Ciencia, Tecnología y Género (GenTec), de la Unesco, constata que el promedio de participación de las mujeres posiciones de poder en las instituciones de investigación oscila en alrededor del 10 por ciento, concluye el texto de Bruno Geller.

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