Inicio Asia: misoginia y patriarcado restringen derechos femeninos

Asia: misoginia y patriarcado restringen derechos femeninos

Por Gladis Torres Ruiz

«Como mujeres, nuestras vidas siguen estando sujetas al control por parte de estructuras, leyes de familia e instituciones que son predominantemente patriarcales y a menudo encuentran su justificación en la religión y que han sido reglamentadas en las prácticas sociales y legales», denunciaron mujeres feminista del sur de Asia.

En la Declaración de las Feministas del sur de Asia del 2006, traducida al español este año por el Espacio Latinoamericano de Sexualidades y Derechos, las mujeres detallan que tanto en la esfera pública como en la privada están sometidas a violencia por parte de instituciones del Estado, de actores similares al Estado y de agencias no estatales, así como de la comunidad y la familia.

Ya que las prácticas sociales, religiosas, económicas y culturales permiten la racionalización de la violencia contra las mujeres, así como los marcos de referencia legal patriarcales que crean un ambiente en el que por lo general a las mujeres se les niega la justicia.

Ha habido una escalada de violencia contra las mujeres por parte de la familia, la comunidad y el Estado, y han surgido nuevas formas de violencia colectiva, detallan las activistas de Bangladesh, India, Nepal, Pakistán y Sri Lanka.

De la misma manera, dicen que se han incrementado las agresiones sexuales y las violaciones, sobre todo en el caso de las mujeres que forman parte de grupos minoritarios y socialmente excluidos y de las activistas de los movimientos por la justicia social y la violencia doméstica.

Así como la utilización de nuevas tecnologías para realizar abortos por selección del sexo; la proclamación de mandatos autoritarios por parte de consejos de casta, tribales o religiosos y las bandas vigilantes apoyadas por el Estado para castigar y asesinar a las mujeres consideradas como depositarias del «honor de la comunidad» o que han transgredido.

La vigilancia de la comunidad (y en algunos países, del Estado) sobre los códigos de vestimenta y las reglas de conducta es cada vez mayor.

Las activistas detallan en su documento que, pese a que en las últimas dos décadas se han visto muchos progresos en cuanto a la creación de normas legales sobre violencia contra las mujeres, mediante procesos de reforma e innovación legal, la violencia contra las mujeres todavía está lejos de ser eliminada.

«Estamos excluidas de las estructuras que privilegian la dominación dinástica, ya sea que la ejerzan líderes varones o mujeres», enfatizan las mujeres.

En este sentido, señalan que sus intentos por lograr una representación equitativa en las estructuras políticas y de toma de decisiones han sido exitosos, en cuanto a incrementar el número de mujeres que ocupan cargos públicos, sobre todo a nivel local.

Sin embargo, la omnipresencia de las normas misóginas y patriarcales que restringen el rol de las mujeres en el espacio público coloca muchos obstáculos en el camino de las mujeres que quieren actuar en política y ser líderes.

Por otra parte el desplazamiento, la migración, la trata de personas, la flexibilización de los mercados laborales, la desregulación y el porcentaje cada vez mayor de trabajadoras que forma parte del sector informal y que genera más de la mitad del Producto Interno Bruto en la mayoría de nuestros países, han hecho que la vida de las mujeres y sus medios se tornen peligrosos y precarios.

Este sistema se cruza con las divisiones existentes en cuanto a castas, clases y patriarcados, afectando en particular a las mujeres trabajadoras y a los grupos o comunidades oprimidas y minoritarias.

Ya que a pesar de que existen organizaciones y leyes para trabajadoras y trabajadores de la economía formal y de la informal, muchos medios de vida se ven amenazados por las arbitrariedades de los mercados globales y están sujetos a ellas.

Señalan que pronto las pérdidas harán que los pequeños logros alcanzados en las últimas décadas en cuanto a garantizar los derechos políticos, sociales y económicos para las mujeres se tornen irrelevantes.

Así, la lucha por plenos derechos ciudadanos para las mujeres en el sur de Asia continúa y aun cuando hay logros, también hay retrocesos, puesto que cuando las mujeres entran en el espacio público afirman su autonomía, su derecho a tener derechos y sus derechos en sí, suelen ser objeto de represalias.

«Creemos que el feminismo es la expresión de las mujeres en lucha por la transformación sociales y por eso es una ideología que se irá desarrollando en la práctica, a medida que más y más mujeres comiencen a unirse contra las estructuras que las oprimen y las explotan», enfatiza la Declaratoria de las mujeres del sur de Asia.

Y finaliza: como movimiento, el feminismo en el sur de Asia ha afirmado el principio de la organización autónoma de las mujeres, sin por ello dejar de vincularse con movimientos más generales. Rechaza el separatismo y el acento puesto exclusivamente sobre el individualismo.

«El feminismo ha abierto el camino para explorar formas alternativas de vivir y de establecer vínculos, hacia una economía y una política alternativas y descentralizadas».

Por lo que, como movimiento, «nos hemos comprometido a actuar juntas en acciones concretas, a compartir nuestras visiones y a crear alternativas frente a los modelos de desarrollo existentes a nivel del sur de Asia desde una perspectiva feminista».

07/GT/GG

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