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Aumento en la inseguridad nutricional

Por Clara Jusidman*

La escalada de los precios de alimentos básicos continúa en todo el país: la docena de huevos pasó en muchas zonas de un promedio cercano a los 20 pesos a cifras que rondan los 50 pesos; el costo de la telera pasó de 1.20 pesos por pieza a 1.50; el pan dulce subió 50 centavos.

La Unión Nacional de Avicultores negó la escasez de huevo, ya que la caída en su producción por el brote de influencia aviar se concentró sólo en algunos municipios.

Agregó dos datos interesantes: el primero es que el aumento de los precios del huevo en algunas zonas del país se debía a la especulación de los distribuidores del mismo, pero además que para los productores su costo de producción alcanzaba ya niveles de 22 a 24 pesos en razón del aumento del precio del maíz y de la pasta de soya, utilizados como alimentos de las aves.

El índice de precios internacionales de los alimentos que calcula la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) se situó en julio seis por ciento por encima del nivel de junio (213), aunque todavía por debajo del máximo (238) que alcanzó en febrero de 2011.

Durante tres meses ese índice venía descendiendo, pero su repunte fue impulsado principalmente por un alza en los precios de los cereales y del azúcar, y aumentos más moderados en los de aceites y grasas.

Por ejemplo, entre junio y julio, el notable incremento de 17 por ciento del precio de los cereales incluyó un aumento en el precio del maíz de 23 por ciento y de 19 por ciento del trigo, ello debido a la sequía y el calor excesivo en Estados Unidos, al empeoramiento de las perspectivas de producción de la Federación de Rusia, y a las expectativas de una fuerte demanda de trigo como alimento de ganado para sustituir la escasez de maíz.

De acuerdo con la FAO, también el precio de la soya ha subido a niveles récord, lo que empujó hacia arriba el de los aceites y grasas.

Me interesa destacar tres asuntos en estos aumentos de precio: uno es el impacto que tienen en el consumo directo de esos alimentos, pero otro también es su efecto indirecto porque son materia prima para la producción de muchos otros alimentos como son la carne de aves y de res, así como para la producción de alimentos industrializados, pues los productos del maíz, por ejemplo, se utilizan en un sinnúmero de estos.

En tercer lugar, el enorme desperdicio de alimentos vegetales que representa la producción de un kilo de carne y los millones de personas que podrían alimentarse con los cereales que se comen el ganado y las aves.

El aumento de los precios de los cereales termina impactando a muchos precios de los alimentos que integran la dieta humana.

Ahora bien, en el gasto en alimentos que realiza el 20 por ciento de los hogares mexicanos más pobres, los cereales representan una quinta parte (21.2 por ciento), el huevo por si sólo significa casi el cinco por ciento (4.6), y los aceites y grasas cerca del 3 por ciento (2.7).

Si agregamos el gasto en azúcares y mieles (2.3 por ciento), al menos la tercera parte del gasto en alimentos de las poblaciones pobres se ve afectada por la actual escalada de precios.

Este 20 por ciento de hogares destina casi la mitad de su gasto a alimentarse y la experiencia nos indica que es el gasto en salud el que utilizan para enfrentar emergencias en otros rubros. Es decir, reducen su gasto en salud para solventar el aumento del gasto en alimentos o en transporte, por ejemplo, que son ineludibles.

Asimismo para la población de bajos ingresos el consumo de huevo tiene una enorme importancia dado que representaba una fuente barata de proteínas.

Según la FAO, "hay seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos, para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos, a fin de llevar una vida activa y sana".

En contraste, la seguridad nutricional es un concepto mucho más amplio y se define como la capacidad de un hogar de asegurar una vida saludable para todos los miembros en todo momento.

El aumento que estamos observando en los precios de los alimentos no sólo afecta la seguridad alimentaria de las poblaciones pobres, sino que también pone en riesgo su seguridad nutricional.

Ello frente a un Estado que desmanteló en los últimos 30 años muchas de sus herramientas para proteger y garantizar el derecho a la alimentación de todos los mexicanos, rindiéndose al fanatismo por el mercado y soslayando la creciente concentración y la histórica especulación en el comercio de alimentos.

*Analista del Cambio Social y presidenta de INCIDE Social AC.

12/CJ/RMB

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