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Avala Carta del Vaticano desigualdad entre mujeres y varones

Por la Redacción

Una vez más, el Vaticano se decidió a ordenar «la casa» y, para ello, emitió un documento oficial donde aclara esa divina y determinante diferencia entre mujeres y hombres. Simple y llanamente fuimos concebidas para acompañar a Adán. Esa es la génesis y lo demás es sólo feminismo recalcitrante que confunde los roles y sacrifica a la familia.

Como si fuera un explosivo letal, la «Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la colaboración del hombre y la mujer» que emitió el Vaticano el sábado pasado ha levantado una polvareda de asombros y cuestionamientos.

Y como no, si viene a contraponer un fundamento divino, lejano y ortodoxo, con la indiscutible y dramática verdad terrenal que -como consuelo-, también sería parte del génesis al entenderse como castigo al pecado original.

El documento, preparado por el Cardenal Joseph Ratzinger y firmado por el mismísimo Juan Pablo II, analiza desde la perspectiva bíblica «la naturaleza humana» de la mujer concebida como un ser que existe en función del hombre y de su misión inalienable de velar por el bienestar de la familia.

Quizás una descripción algo simplona para resumir las 37 carillas escritas por la Santa Sede en las que se aborda con magistral habilidad discursiva, la «realidad» femenina desde la antropología bíblica, dice un artículo de Mujereshoy.

Pero ese es el detalle, porque se trata de un planteamiento filosófico y religioso, acerca de la génesis de la humanidad, la creación del hombre, la mujer y la relación entre ambos, que busca explicaciones y argumentaciones, en la perspectiva doctrinal y dicen, divina. Lejos, muy lejos, de los millones de mujeres que sufren hambre y violencia y que para combatirlas, más que resignación cristiana ha promovido la organización social.

Esto, a la luz del texto, serían las nefastas «corrientes de pensamiento, cuyas tesis frecuentemente no coinciden con la finalidad genuina de la promoción de la mujer», señala la carta, advirtiendo además, que justamente la intención del documento eclesial es, en cierto modo, responder a estas tendencias que la prensa internacional ha traducido como «feminismos radicales».

Como si se tratara de una actitud antojadiza de las mal encaminadas mujeres del siglo XXI, el texto denuncia que estos manipulados pensamientos sociales, «subrayan fuertemente la condición de subordinación de la mujer a fin de suscitar una actitud de contestación.»

Una suerte de teoría conspiradora feminista que no se aproxima a cifras, datos o estudios de la decena de organismos internacionales que reconocen la subyugante condición de desigualdad en la que se encuentran las mujeres.

Y ese es otro punto sustancial del texto. Porque la diferencia sexual es, a juicio del documento, una verdad indiscutible que las feministas -en su afán de igualarse con el hombre-, intentarían minimizar dejando al libre albedrío del individuo la elección del género –concepto estrictamente cultural, dicen- sin tener en cuenta su propio sexo, validando incluso la temida homosexualidad.

El círculo se cierra, porque la diferencia de sexo es, para la doctrina católica, un hecho irrefutable, pero las desigualdades que de ella puedan desprenderse, nada tendrían que ver con la doctrina que –según el mismo texto–, las corrientes de pensamiento más emancipadoras tildan injustamente de machista al transmitir una concepción patriarcal de Dios.

Sin embargo, luego de este pequeño análisis, el documento preparado por Ratzinger comienza una insólita revisión textual de las escrituras del génesis y el mito fundacional, que sobre la creación de la mujer dice:

«El objetivo es, en efecto, permitir que la vida de Adán no se convierta en un enfrentarse estéril, y al cabo mortal, solamente consigo mismo. Es necesario que entre en relación con otro ser que se halle a su nivel. Solamente la mujer, creada de su misma «carne» y envuelta por su mismo misterio, ofrece a la vida del hombre un porvenir.»

MAS DEL DOCUMENTO

Son ellas, las feministas y no otros, las culpables de que la mujer de nuestro siglo crea que para ser ella misma debe convertirse en antagonista del hombre, «llegando a una rivalidad radical entre sexos, en el que la identidad y el rol de uno son asumidos en desventaja del otro».

Ya no es el comunismo el culpable de la inmoralidad que socava los principios católicos en contra de la familia. Ahora son ellas, las feministas, las que no comprenden que mujeres y hombres están llamados a «existir recíprocamente el uno para el otro», donde el matrimonio es la dimensión fundamental y donde la maternidad pasa a ser un elemento clave de la naturaleza femenina aunque «ello no autoriza en absoluto a considerar a la mujer exclusivamente bajo el aspecto de la procreación biológica», advierte el texto.

Sin embargo, el documento analiza la incorporación de la mujer al mundo del trabajo desde esta perspectiva y subraya la necesidad de que se le permita combinar la familia y el trabajo para que puedan «cumplir con su misión dentro de la familia».

El problema –agrega el texto– no es sólo jurídico, económico u organizativo, sino ante todo de mentalidad, cultura y respeto, y por ello, el llamado es oficial para que los gobiernos generen las condiciones que permitan a las mujeres ejercer con responsabilidad su rol maternal.

«Hay que buscar la forma de que la mujer pueda trabajar con horarios adecuados que no le obliguen a elegir entre alternativas que puedan perjudicar su vida familiar o padecer una situación de tensión que dañe su equilibrio personal o la armonía familiar», precisa el Vaticano.

2004/GV/SM

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