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Casi 60 mil niños dominicanos trabajan en talleres mecánicos

Por Redaccion

Aunque no se dispone de cifras oficiales, se estima que en República Dominicana hay unos 15 mil talleres mecánicos que dan empleo a menores de edad y, si se piensa que en cada uno de estos centros de servicios hay un promedio de cuatro trabajadores de esta índole, la cifra global sería de aproximadamente 60 mil niños que trabajan en mecánica automotriz.

Estos talleres, dice un reporte de Visión Mundial, proliferan en las ciudades, especialmente en los barrios pobres, donde se convierten en una fuente importante de empleo para grandes y chicos.

De acuerdo con una encuesta realizada por la Secretaría de Estado de Trabajo, en República Dominicana, el número de niños, niñas y adolescentes trabajadores (entre 5 y 17 años) es de 436 mil, cifra que, en términos proporcionales, equivale al 17 por ciento de los 2.4 millones que conforman esa población. Las zonas rurales y las áreas pobres de las ciudades son los lugares donde más se concentra la explotación laboral infantil.

El calor sofocante, el ruido acompasado de los martillos y el traqueteo de las piezas dañadas de los desvencijados vehículos en reparación son los fieles compañeros de dos mecánicos que, engrasados de arriba abajo, tararean las letras de una bachata de moda que se escucha a lo lejos.

A su lado, dos niños de mirada vivaz se afanan en desmontar un motor. Manos, cara, pies, ropa, los niños están cubiertos de grasa y mugre de pies a cabeza. Esta mañana, además de desmontar el motor, tendrán que lavarlo. Eso significa dejarlo como nuevo: quitarle, de cada recoveco, la suciedad acumulada. Usar las uñas, si es necesario.

Con manos y ropa desgarrada llena de grasa niños mecánicos narran cómo inicio su labor. «Yo trabajo aquí desde los ocho años, ahora tengo 11. Aprendí a desmontar y montar motores, culatas, piñas, gomas y puntas de eje. Me he golpeado muchas veces en la mano con el martillo. Yo sé que este trabajo es peligroso… Y me da un poco de miedo meterme debajo de los carros porque pueden aplastarme,» señaló Sandy, cuyo menudo cuerpo se mete entre el chasis del auto.

«Yo no quería venir a este taller, pero mi papá me obligó. Cada día cambio bandas de frenos y limpio partes de carros con gasolina y una brocha. Uno tiene que tener cuidado de que no le caiga algo pesado y le dé un golpe,» señaló Pablo, que asiste a la escuela por la tarde y anhela poder dedicarle más tiempo a estudiar pero el trabajo se lo impide.

«Vine a este taller a los seis años, y ya tengo 13 años. A mí también me obligó mi papá. Él es el dueño del taller y dice que yo tengo que aprender a trabajar. Por la mañana voy a la escuela y en las tardes vengo a trabajar,» comentó Dionis, cuyo único día libre para jugar es el domingo.

«A mí me pagan 100 pesos (un dólar americano equivale a 32.50 pesos dominicanos) los sábados; le doy 50 a mi papá para que compre gas para el carro con que concha (trabajo como chofer de transporte público) y 50 pesos a la abuela para que compre leche y pan. Mi mamá se fue a trabajar a Panamá cuando yo tenía dos años y me dejó con mi abuela. Ahora tengo 13 y vivo con mi papá, su mujer y tres hermanos más. Mi hermano mayor, Guillermo, también trabaja en este taller. Tiene 16 años, pero ahora no está, porque le enyesaron un brazo… Se golpeó con una transmisión», relató Anthony, quien desea ir a la escuela para prender a escribir y leer su nombre.

Sandy tiene 11, Anthony, 13, y ahora parece que tuvieran guantes negros en las manos. Esto, más que molestarlos, los hace sonreír. Un penetrante olor a gasolina provoca un estornudo en Anthony que, instintivamente, se lleva la mano a la cara. De pronto se percata de lo sucia que está. Por un momento parece desconcertado, pero rápidamente vuelve al trabajo. Ya habrá tiempo para limpiarse. Para eso está el kerosén: el mismo combustible que usaron para ablandar la mugre del motor servirá para quitarles la mugre de la piel.

Tres niños más llegan regularmente al taller: Jonathan y Bienvenido, de 14 años. Los peligros del oficio forman parte de su conversación habitual: Bienvenido teme quedarse ciego por la explosión de una batería, Sandy teme morir aplastado, Jonathan sabe que podría desarrollar algún mal respiratorio por estar tan expuesto a gases cargados de plomo. Ninguno tiene contrato o seguro social. Tampoco salario fijo. Aún así, siguen yendo al taller, un día sí y otro también. ¿Por qué? ¿Porque les pintan el trabajo infantil como la única opción para convertirse en hombres y mujeres de bien? ¿Porque si no trabajan no van a desarrollar la personalidad correcta? ¿Es esto justo?, pregunta Visión Mundial.

Con respecto a los esfuerzos por proteger a la niñez trabajadora, en el año 2000 el país ratificó su adhesión al convenio 182 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), mediante el cual los Estados se comprometen a erradicar, de manera progresiva, las peores formas de trabajo infantil.

La Secretaría de Estado de Trabajo, el Programa de Erradicación del Trabajo Infantil de la OIT y otras instituciones públicas y privadas formaron una alianza para impulsar proyectos específicos para proteger a los niños y sacarlos de labores no aptas para ellos.

Aún así, la costumbre de «mandar a los niños a trabajar» está muy arraigada en la sociedad, tanto que los padres, las personas que los contratan y hasta los mismos menores, tienden a minimizar los riesgos asociados a ésta y a otras formas de explotación infantil.

«El trabajo infantil sigue siendo un indicador de pobreza. Uno de los retos en la lucha contra este problema es situarlo permanentemente en la agenda política, a fin de que se realicen actividades efectivas para su erradicación, asignando un presupuesto a estas actividades. En la agenda futura de políticas nacionales deberían figurar cuatro temas principales: el ajuste del marco normativo, el fortalecimiento de las capacidades de respuesta nacional, la generación de conocimientos y estadísticas, y la puesta en marcha del Plan Nacional de Acción contra las Peores Formas de Trabajo Infantil», puntualizó Leticia Dumas, Asesora técnica en República Dominicana de la OIT.

Quizás lo más notorio es que se les está arrebatando el derecho a la educación, a la salud y a la recreación. Además, en el plano físico, se les expone a padecer, entre otros, problemas respiratorios, quemaduras, mutilaciones, e incluso la muerte; y en el plano psicológico, se corre el riesgo de que desarrollen trastornos como producto de una niñez sin infancia, cargada de responsabilidades excesivas para su edad.

«A esos niños regularmente los traen sus padres, porque ahora mismo la juventud está en drogas o haciendo atracos…. Hay mucho «bandidaje» (delincuencia). Por temor a que anden en la calle, los padres nos piden que los pongamos a trabajar. Normalmente aquí se les motiva; yo les digo que estén pendientes de lo que hacen los más grandes para que puedan aprender. Los padres que traen a sus niños son pobres, familias paupérrimas. Yo tengo un niño que viene caminando de La Victoria (a 7 kilómetros de distancia) todos los días; a veces le doy los 10 pesos del pasaje», dijo Nelson, dueño de taller mecánico.

El trabajo infantil es una práctica que es vista con beneplácito por muchas sociedades. En el caso de República Dominicana, se piensa que «es sano que un niño trabaje», porque así gana algo para él y al mismo tiempo, puede ayudar a mantener a su familia.

Ni siquiera se piensa en las consecuencias negativas de esta práctica; tales como que el trabajo infantil debilita las posibilidades de desarrollo humano, social y económico, no solo de las víctimas, sino de la comunidad entera. En resumidas cuentas, se olvida el hecho fundamental de que el trabajo infantil no hace más que contribuir en la reproducción del círculo de la pobreza.

FICTICIA PROTECCIÓN

Enfatizamos en que se tiende a pensar que al mandar a los hijos a trabajar, se les está dando una «tabla de salvación» contra la delincuencia y la drogadicción, y además, se les está asegurando un futuro. Pero la verdad es muy distinta. Los padres que hacen esto «protegen» a sus hijos desamparándolos. Es decir, afirman protegerlos, pero lo que hacen es colocarlos en una situación en la que deben hacerle frente a la explotación y a toda una serie de peligros físicos y emocionales.

Un porcentaje muy alto de los niños y niñas que trabajan se ven obligados a abandonar la escuela, así que, ¿qué clase de protección es ésta? Además, tienen poco tiempo para jugar o para recrearse, y está comprobado que, en la infancia y en la adolescencia, el juego y la interacción entre iguales son fundamentales para un desarrollo integral de la personalidad.

Si bien en el país existe un marco legal favorable en cuanto a la protección de la niñez (el Código de Trabajo y los Convenios de OIT ratificados por el país), muchos de los programas que han buscado solucionar este problema han concentrado sus esfuerzos en eliminar ciertos tipos de trabajo infantil, cuando lo que realmente hace falta es adoptar una aproximación más comprensiva y sistemática, concluye Visión Mundial.

Visión Mundial de México es parte de la Confraternidad Internacional de World Vision, organización fundada en 1950 y que actualmente tiene presencia en más de 96 países en tres líneas básicas: Desarrollo transformador; Promoción de la Justicia y; Prevención, emergencia y rehabilitación para responder ante desastres y conflictos en las regiones que así lo requieran. Lo anterior es lo que justifica nuestra estancia en países como Indonesia, Irak, Liberia, Chad entre otros.

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