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Castaños: la impunidad

Por Sara Lovera López*

Escribo horas antes de que se conozca el veredicto oficial contra 8 militares que violaron a 14 mujeres en los centros nocturnos El Pérsico y Las Playas, en la ciudad de Castaños, Coahuila, la madrugada del 11 de julio de 2006, unas horas antes de que se conozca cómo en México persiste la impunidad, ante los ojos de una sociedad adormilada e indecente.

Todo apunta a que una mayoría de esos delincuentes queden liberados, a pesar de los hechos, las denuncias, las pruebas, las evidencias y las historias. Donde una vez más la Procuraduría de Justicia, ésta de Coahuila no hizo su tarea, no integró debidamente los expedientes, cómo se pudo comprobar durante el proceso; ante la insensibilidad de las instancias procuradoras de justicia que hacen «acuerdos políticos», sobre la vida y la seguridad de las mujeres.

Habrá que decir además, que ello sucede en un contexto de judicialización del país y dependencia del administrador del ejecutivo al poder militar.

Nadie podría siquiera imaginar lo que significó el crimen. Cuatro horas de tortura, de desorden, de abuso, en que los soldados, más de una veitena, al mando de un jefe militar sometieran a parroquianos, administradores de los centros de diversión, a los policías municipales y en su presencia violaron repetidamente a las mujeres.

Y el testimonio de todos ellos fue desoído por el juez, cómplice patriarcal y miserable de un sistema en que las mujeres somos consideradas, como diría la emblemática Esther Chávez, como basura.

El juicio, rodeado de irregularidades, en el que se inflingieron los derechos humanos de las 14 mujeres, donde solamente una acción, una sola, la de la diputada Marina Arvizu, intentó enderezar el expediente, buscando lo que se llama la verdad histórica. Lo hizo sin afanes protagónicos, sin declaraciones a la prensa, sin golpes de pecho, intentado sólo y nada más que justicia. Ahí, directamente, en el lugar de los hechos, sin querer arrebatar el caso con fines políticos.

Y es esta soledad en que transcurrieron los hechos, que me hace preguntarme y ¿dónde han estado todas las demás instancias?, ¿dónde estuvo el Instituto de las Mujeres de Coahuila, las diputadas locales y federales, las agencias de delitos sexuales, las abogadas especializadas?

Las tímidas e intermitentes acciones de las mujeres feministas, no fueron escuchadas, ni hubo tiempo para incidir, como se dice ahora.

No faltarán hoy las voces réprobas para las abogadas coadyuvantes. Pero lo cierto es que todo el andamiaje de leyes, agencias de delitos sexuales, fiscalías grandilocuentes y pactos con gobiernos sin legitimidad, no actuaron, ni en tiempo, ni en forma para obligar al juez a que hiciera justicia en esta primera instancia.

La violencia contra las mujeres en México, es a pesar de la inconsciencia una de las rémoras fundamentales en un país que vive el esplendor de la decadencia en todos los frentes, de la pérdida de principios elementales de democracia, que realiza el festín de la nota roja, de la lucha por le poder en las tribunas camarales, sin compromisos con la realidad cotidiana de la mitad de la población.

Lo que sucede en el expediente de Castaños, seguramente sucede con cientos de expedientes, en un sistema judicial arrasado por la impericia y la corrupción, podrido y sutilmente admitido por la omisión.

No hay palabras para describir cómo y por qué un juez solitario, puede hacer de las suyas sin que nadie lo llame a cuentas. Cómo y en qué forma operan los ministerios públicos sin profesionalismo y sin compromiso. Cómo opera la publicidad y la palabrería.

En Coahuila, quienes saben y viven la cotidianeidad de un régimen de intereses económicos mayúsculos, donde se protege a los intereses económicos, existe la convicción que la detención de los militares fue un acto publicitario. Yo ingenuamente pensé que ahí, en Coahuila se estaba tejiendo una nueva historia. Ingenuamente pensé, habrá un hecho histórico, los primeros militares sujetos a un proceso penal civil por violación.

Creí que esta vez los hechos eran suficientes, las pruebas, las declaraciones. Pero es más fuerte la complicidad con el poder militar y la complicidad patriarcal, que el dolor y la vida de estas mujeres. Algunas de ellas caerán en una profunda depresión, están solas, realmente solas. Para apoyarlas y protegerlas se les exigía sometimiento a una corriente política o religiosa, sumarte a un grupo político o simplemente admitir que el gobierno local iba a responder y por ello no salieron a exponer en foros públicos sistemáticos su desgracia.

Ellas, ellas son las que nos deberían importar de fondo y no la política pueril y localista. Ahora veremos. Esta es la primera instancia. Falta.

* Periodista y feminista mexicana, fue reportera en los periódicos El Día, unomásuno, La Jornada y directora del suplemento Doble Jornada, directora fundadora de Comunicación e Información de la Mujer, AC (CIMAC).

07/SLL/CV

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