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Centolia Maldonado, de niña jornalera a activista

Por María de la Luz González

Centolia Maldonado aprendió en carne propia, desde niña, lo que significa ser hija de jornaleros agrícolas migrantes, pero fue cuando se convirtió en adulta que conoció la magnitud de la explotación que viven miles de familias como la suya.

Entendió entonces su realidad de niña, la que vivió con sus padres y sus ocho hermanos cada vez que la búsqueda de trabajo en los campos los obligaba a emigrar, la realidad que viven todavía miles de niñas y niños, hijos de jornaleros agrícolas migrantes.

«No me gusta que nos victimicen, los migrantes nos hemos organizado y estamos aquí preguntando «¿qué vamos a hacer todos para resolver el problema de la migración?», dijo al dar su testimonio en el foro internacional «Dignidad sin pérdida. estrategias educativas y sociales para la niñez jornalera agrícola migrante».

Centolia no siguió el destino de sus hermanos. Los largos años de ir y venir de Oaxaca a Veracruz, de la costa de Hermosillo, Sonora, a Mexicali retrasaron, pero no impidieron que pudiera concluir sus estudios de administración y contaduría.

Fue así como llegó a trabajar en Agrimex, una empresa dedicada a la asesoría de producciones agrícolas, donde se enteró que los trabajadores tenían derechos, aunque durante los años que vivió en los campos nunca supo que existía una dependencia responsable: la Secretaría del Trabajo y Previsión Social.

«En el departamento de recursos humanos me di cuenta que los dueños de los campos llevan doble nómina, que evaden impuestos; que los niños y las mujeres no aparecen en los registros de pago pero trabajan igual que los hombres, y que los salarios están por debajo del mínimo»,

Hoy, Centolia es una de las dirigentes del Frente Indígena de Organizaciones Binacionales (FIOB), que trabaja en la defensa de los derechos humanos de los jornaleros agrícolas migrantes de ambos lados de la frontera entre México y Estados Unidos, y pide soluciones para erradicar el trabajo infantil en los campos.

Como coordinadora de Proyectos Comunitarios para Mujeres y sus familias de FIOB en la región mixteca, de donde es originaria, tiene claro que esa práctica es una forma de esclavitud que viola los derechos humanos de los menores.

Sin embargo, está convencida de que éstas no pueden venir desde arriba, sino que deben tomar en cuenta las necesidades y propuestas de los trabajadores agrícolas. «¿Cómo vamos a diseñar, entre todos, políticas públicas integrales que no cambien de un gobierno a otro?, pregunta.

«Para erradicar el trabajo del niño hay que garantizar trabajo bien remunerado y servicios básicos a la familia. Hay que revisar las leyes, porque los jornaleros agrícolas siguen siendo los más pobres en el lugar a donde van y cuando regresan», afirma.

06/MLG/LR

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