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Cinco Panes y Dos Peces

Por Rafael Maya

«Aquí estoy y te escucho, equivale a decir ‘existo’», es lo que parecen decir con orgullo 168 comunidades indígenas de la accidentada sierra que une a los estados de Puebla, Hidalgo y Veracruz, luego de que desde hace cuatro años cuentan con un sistema de radiocomunicación capaz de aminorar el aislamiento en el que viven más de 200 mil habitantes de la región.

La organización civil Cinco Panes y Dos Peces fue fundada en el año 2000 como respuesta a las necesidades de grupos vulnerables y para apoyar los esfuerzos de organizaciones civiles carentes de infraestructura, apoyada para su operación en instituciones como Cáritas e Indesol. Su presidenta, Alicia Valdovinos, hizo las gestiones necesarias para que esas alejadas comunidades nahuas, otomíes y totonacas pudieran contar con un sistema de radio que les ayudara a enfrentar los severos problemas de comunicación.

Esa región indígena que une a tres entidades de México fue azotada en octubre de 1999 por intensas lluvias que provocaron innumerables deslaves, afectando a decenas de localidades en extrema pobreza y cortando infinidad de caminos. Como nunca, el aislamiento se hizo más notorio y la falta de un sistema eficaz de comunicación en la zona -en plena era de la tecnología satelital, los celulares y la internet- dificultó sobremanera las labores de rescate y ayuda para centenares de personas que estuvieron hasta tres días sin probar alimento.

La comunicación, indispensable

Alicia Valdovinos y su esposo Joaquín Martínez, quienes desde años anteriores a la tragedia ya realizaban labores voluntarias de ayuda social en la sierra nahua, otomí y totonaca, vieron la impostergable necesidad de equipar a las comunidades con aparatos de radio con el fin de que sus habitantes pudieran comunicarse de una manera ágil y práctica.

La intención fue, explica Alicia, encontrar una solución que favoreciera el desarrollo de las comunidades indígenas de la región «sin dañar su identidad, una solución que no fuese un paliativo más, sino que ofreciera la posibilidad no sólo de comunicarse en caso de desastre, sino también que les permitiera integrarse, conocerse, organizarse y garantizar prácticas más justas para el intercambio y comercio de sus cosechas.»

Así, tras reuniones organizativas entre líderes comunitarios, sacerdotes católicos y religiosas comprometidas con el proyecto arrancó en mayo de 2000 la instalación, en una primera etapa, de 128 radios en comunidades indígenas seleccionadas de la zona serrana de Puebla, Hidalgo y Veracruz.

La Señal desde lo Alto

Al filo de las tres de la tarde el sol queda oculto por encima de las nubes que observan desde allá arriba a esta infinidad de montes que integran la sierra norte de Puebla. La lluvia amenaza en la pequeña comunidad de Axcopatla, de apenas 180 habitantes y a más de una hora por terracería desde la cabecera municipal de Chiconcuautla.

«No se preocupen, no va a llover, así ha estado el tiempo en los últimos días», reconforta don Abel Garrido. El barbado anciano, de 86 años, dice estar contento porque en su humilde casa de madera y lamina de cartón se va a instalar un equipo de radio «base 2», que sustituirá al radio portátil que prestaba sus servicios a las alrededor de 20 familias que habitan estos cerros verdes, en los que se entremezclan los bosques y los sembradíos de maíz, chile o tomate.

En tanto, el ingeniero Desiderio Pérez y sus dos ayudantes instalan una antena omnidireccional de 12 metros de altura afuera de la casa del anciano. Con este equipo, ahora las y los habitantes podrán comunicarse hasta la localidad de Huauchinango, Puebla, a casi 50 kilómetros de distancia, y ubicada al pie de la sierra.

El ingeniero explica que esta antena tiene la potencia suficiente para mandar una señal de onda ancha hasta antenas de estaciones centrales como la de Chiconcuautla (llamadas de «base 1» y que tienen una altura de 30 metros y un mayor alcance), y de ahí «puentear» la comunicación hacia poblados más alejados.

Por su parte, Trinidad Bautista, inspector auxiliar de Axcopatla, precisa que con esta antena, gestionada por la organización Cinco Panes y Dos Peces, su comunidad podrá tener contacto por radio con al menos otras 17 localidades, entre ellas Maculatla, Zacatepec, Zempoala, Tlaxco, Tochtla, Cuetzalingo, Tlalhuapan, y San Lorenzo.

Salvando Vidas

Las y los habitantes de estas localidades de la sierra norte de Puebla recuerdan diversos momentos en que el sistema de radio ha resultado una ayuda invaluable para salvar vidas humanas.

Clemencia Escalón, joven madre de 24 años y habitante de Axcopatla, relata que una noche del pasado mes de julio su prima Emelia -quien será la encargada de atender el equipo de radio de la comunidad- ya no aguantaba los dolores de parto. Sin partera en la pequeña ranchería y con una casa de salud insuficiente para atender un embarazo de alto riesgo, Clemencia tuvo que salir corriendo para comunicarse por radio a Chiconcuautla y pedir una ambulancia.

Afortunadamente el vehículo llegó a tiempo, y Emelia fue atendida en el hospital de Zacatlán. Clemencia advierte que sin el radio, ella y sus familiares hubieran tenido que llevar cargando a su prima a otra localidad en donde pudiera ser atendida, con el riesgo de que Emelia o su bebé perdieran la vida en el camino.

Y así, las y los lugareños narran innumerables historias en las que vecinos, familiares o personas conocidas tuvieron graves accidentes al caer por las inclinadas laderas durante sus labores agrícolas, y destacan que de no ser por el eficaz sistema de radio muchos de ellos habrían muerto.

Organización Comunitaria

El sistema de radiocomunicación en esta región serrana de Puebla, Hidalgo y Veracruz ha fomentado enormemente la organización de las comunidades en la defensa de sus intereses. El caso más emblemático es el combate de estos pueblos indios contra la especulación de los llamados «coyotes», intermediarios comerciales que pagan al precio más bajo posible los productos del campo de estos poblados extremadamente pobres.

«Desde que tenemos esta red de comunicación –afirma don Federico, cafetalero de la localidad de Pahuatlán-, sabemos de los productos agrícolas de otras comunidades, de sus precios, y así podemos colocar mejor (en el mercado) nuestros productos.»

Apunta que varios pequeños productores de café de muchas comunidades de la región se están uniendo para vender su café procesado a un precio más justo. «No sería posible organizar nuestras reuniones si no tuviéramos los radios», enfatiza.

La Vida sin Radio

La gente que habita estas apartadas comunidades no puede imaginarse ya un día de su vida cotidiana sin la existencia de los equipos de radiocomunicación. Las y los pobladores están conscientes de que su existencia sería todavía más dura sin este eficaz y sencillo medio de comunicación.

Es por eso que cada vez que se va a instalar una nueva antena en alguna localidad, la población se entusiasma y ayuda a los técnicos a cargar los equipos desde largas distancias, o a proporcionar las bestias para hacer más llevaderos los peligrosos trayectos entre colinas y acantilados.

Como bien dice el ingeniero Desiderio Pérez, artífice de la instalación de los equipos de radio en 168 comunidades indígenas, «este sistema es definitivamente más efectivo que el teléfono. Un teléfono satelital te comunica a una persona, pero un equipo de radio te comunica con el ejército, con protección civil, la Cruz Roja y otros grupos de rescate».

«Es un beneficio tremendo que no habría sido posible sin el trabajo de Alicia Valdovinos y Cinco Panes y Dos Peces», remata el experto en radiocomunicación y oriundo de Zacatlán, Puebla, «allá, donde empieza la sierra».

2004/RM/SM

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