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Comercio informal: las calles tomadas

Por Marta Guerrero González

Excepciones En nuestro país, los grupos de presión son lo suficientemente fuertes como para inclinar las decisiones de gobierno a la conveniencia de los particulares. Me refiero al comercio informal, a la invasión de las calles por todo tipo de vendedores. No es posible que el pretexto de las fiestas navideñas dé lugar a la violación de las normas del comercio.

Nuestro centro ha sido tomado literalmente por ríos de gente que, a la vista de cualquier autoridad, no sólo golpean a los comerciantes establecidos y cumplidores de sus compromisos con los impuestos, sino que venden productos robados, falsos o «entrados» ilegalmente al país.

Las mantas reprobatorias que se exhiben en la calle de Manuel Doblado son una triste y olvidada protesta -por cierto, justa y legal- que el mundo de gente burla y observa cínicamente mientras realiza sus compras de última hora para que sus hijas e hijos disfruten los regalos de los Reyes Magos. Pero el jefe de gobierno debería recordar que somos republicanos y no monárquicos: los ambulantes violan la ley, dañan la economía formal y violan la Constitución al impedir el libre tránsito por las calles del centro de la ciudad.

Se puede alegar sobre usos y costumbres, pero en ese rubro se encuentran los linchamientos y otras violaciones a los derechos humanos no menos aberrantes. Ningún país de primer nivel permite lo que observamos en el nuestro en estos dos meses.

El gigante amarillo, el país de la imitación de a peso, China, es el legítimo taller del Polo Norte; la fayuca que nos llega desde allá entra por la puerta grande sin que Gil, Fox o Encinas digan ni pío. Y, como dice Jaime Sabines, ya pueden los comerciantes dentro de sus establecimientos «hacer su llanto» y su berrinche, que de nada les ha de servir.

Duelen el tráfico de influencias, la mordida y el chanchullo, y reconocer que la autoridad está definitivamente superada. A los ambulantes ya no los para nadie: ellos tienen el poder; son cientos de miles, dos millones y medio para ser más precisos. Nadie los quiere de «alzados» con palos y machetes.

Así son nuestras autoridades de vulnerables. Impera la impunidad. Quien cumple y paga sus impuestos, la luz, la renta, el predial, los servicios de basura y demás comete la tontería de pensar que la competencia será leal y que tendrá un gobierno que, ante todo, lo defenderá y protegerá sus inversiones. Todo es falso: en México triunfa el crimen organizado, aunque lleve la estafeta de los Reyes Magos.

*Periodista mexicana

06/MG/YT

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