Para la sociedad, las leyes y la Iglesia, las mujeres indígenas son «objetos» utilizados para generar riqueza a través de la mano de obra barata y reproducir enseñanzas religiosas, aseguró hoy la investigadora del Departamento de Antropología de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Alicia Castellanos Guerrero.
A tres días de que se celebró el Día Internacional Contra el Racismo, la especialista en Pueblos Indígenas de la UAM, señaló que a las mujeres se les reconoce su gran capacidad de trabajo y productiva y su fe en la iglesia, pero paradójicamente se les niega el derecho a la salud, a decidir sobre su propio cuerpo, a la autodeterminación, a la participación política y a espacios de decisión.
La también autora del libro Racismo en México, consideró que las indígenas se hacen presentes en las legislaturas para demandar sus derechos, producen alimentos en el campo, trabajan en los talleres, pero finalmente, son consideradas seres sin importancia, sin cualidades y sin derechos, toda vez que sólo se reconoce su enorme capacidad de realizar trabajo barato.
La investigadora de la UAM resaltó que entre las principales violaciones a los derechos humanos de las mujeres indígenas se encuentran el acceso a los servicios de salud, a la participación política, a una vida libre de violencia, a la no discriminación y a la igualdad ante las leyes.
Castellanos Guerrero ejemplificó que para hacer valer algunos derechos como el acceso a la justicia, la salud y la educación, «a las mujeres indígenas se les obliga a dejar de hablar sus dialectos, usar sus vestidos y olvidar sus usos y costumbres».
PERDIDA DE VALORES
Indicó que las indígenas son obligadas a aprender a vivir lo urbano y la modernidad y a despreciar lo indígena como un sinónimo de nacionalidad.
La especialista en pueblos indígenas y racismo advirtió que a las indígenas se les considera seres lejanos y por lo tanto «no volteamos a verlos, de esta forma viven reproduciendo roles de género donde las mujeres son las principales víctimas de la violencia, el machismo, la pobreza y la falta de servicios».
Resaltó que la sociedad reduce la imagen de la mujer indígena a su reconocimiento como seres sucios, sin educación, sin aspiraciones y conformistas.
El machismo, el sexismo y la violencia hacia las mujeres no sólo determinan su formación como personas, también las relaciones de la comunidad, dado que son sociedades pequeñas, totalmente alejadas de las organizaciones civiles, de las campañas informativas y del acceso a los servicios de salud y educación, agregó.
Exhortó a las y los legisladores a crear leyes que regulen las prácticas y las relaciones en el ámbito privado, toda vez que muchas prácticas excluyentes y violatorias a los derechos humanos se realizan al interior de los hogares.
MM/MEL
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