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Cuestión de principios

Por Cecilia Lavalle

Diciembre 28 de 2003

Sostener nuestros principios cuando todo nos favorece es muy fácil, cualquiera lo hace; el verdadero valor reside en sostenerlos cuanto todo nos contradice. Palabras más, palabras menos, es lo que dice en esencia la coprotagonista de la película que en español se tituló Conspiración, estelarizada por el actor Jeff Bridges. Lo dice casi al final de la cinta, pero para mí es la clave de toda la película, y, bien pensado, es la clave de lo realmente importante cuando hablamos de valores. A lo mejor (o a lo peor) traer a colación este asunto en las vacaciones decembrinas, en pleno Día de los Santos Inocentes es, diría Germán Dehesa, ponerse «densita», pero francamente de eso me acordé al leer las declaraciones de la presidenta del Tribunal Electoral en Colima.

El pasado viernes, y tras prolongado debate, el citado tribunal declaró oficial el triunfo del PRI en las elecciones extraordinarias celebradas en ese estado en días pasados. El fallo a favor se decidió por los votos de dos de los tres magistrados que conforman el pleno. La magistrada presidenta, Adriana Ruiz Visfocri votó en contra, y no sólo eso sino que lo hizo aduciendo una cuestión de principios. De acuerdo con sus declaraciones publicadas en distintos medios, la abogada señaló: «Yo no voy a ser aval ni comparsa de ninguna ilegalidad, puesto que al hacerlo no podría volver a ver a mi hijo a los ojos, y traicionaría todas las enseñanzas y ejemplos que me dieron mis padres». Además, se apunta que solicitó al secretario general de acuerdos que dejara asentado en el acta que se excusaba de seguir participando en la sesión por las irregularidades.

Hasta donde entiendo, Adriana Ruiz elaboró un dictamen que proponía anular la elección extraordinaria en el municipio de Tecomán; sin embargo, los otros dos magistrados rechazaron ese dictamen y sólo permitieron la anulación de ocho casillas de las 698 que se instalaron en ese municipio. De esa manera se declaró triunfador al priísta Gustavo Alberto Vázquez Montes -por una diferencia de seis mil 535 votos, apenas un tres por ciento- contra el panista Antonio Morales Peña, candidato producto de una coalición de la oposición colimense. Evidentemente de haber prosperado el dictamen de la magistrada presidenta el resultado se podría haber modificado sustancialmente.

No soy abogada. Tampoco he leído el texto de la resolución. No conozco a la magistrada Adriana Ruiz. Tampoco a los otros dos magistrados. No tengo elementos para dudar de la honestidad o verticalidad de ninguno de los tres. Tampoco sé mayor cosa de la realidad política en Colima. Total, no tengo ningún elemento ni soy ninguna autoridad en la materia para afirmar que en efecto en esa entidad se está cometiendo una ilegalidad. Pero me llamó profundamente la atención el argumento de la magistrada, única mujer –dicho sea de paso- con alto nivel jerárquico de ese tribunal. Y me llamó la atención porque no es común que se aduzcan los principios en este tipo de litigios (en realidad no se esgrimen mucho en nuestro país en ningún tipo de controversia, y, si me apuran mucho, no sólo no se esgrimen sino que suelen quedar en el archivo de las palabras útiles para los discursos e inútiles en todo lo demás). Teniendo todo en contra -empezando por sus compañeros de trabajo y terminando con el gobierno de su estado- esta mujer decide dejar asentada en actas su posición, la cual, desde luego, le traerá una serie de consecuencias que imagino serán poco gratas. No se excusó «por motivos de salud». No faltó a su empleo ni llegó tarde (¿me están oyendo diputados?). No. Tal parece que hizo lo que creyó correcto hasta el final y, llegado el momento, no le quedó más remedio que tomar una decisión que la colocaba del otro lado de la cuadra, donde todo es más complicado, donde se nada contracorriente.

Y quizás no sea la lógica de la política (si es que tiene alguna), pero me parece que en los terrenos de tribunales (de justicia o electorales, que es también otro modo de hablar de justicia), y en general en todos los terrenos, si algo debería privilegiarse son los principios. Porque me pregunto: ¿Qué somos sin ellos? ¿A dónde vamos a parar sin ellos? Y me respondo: Somos, lo que somos ahora como sociedad. Y vamos rumbo a donde vamos ahora. Es decir, no hay mucho de lo que tengamos que enorgullecernos, ni mucho futuro esperanzador a la vista.

La última palabra no está dicha en Colima. Falta, nuevamente, el fallo del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación que fue la instancia que anuló la primera elección. Pero por lo pronto me quedo con la lección que me da esta mujer cuando estamos a punto de entrar a un año nuevo: Los principios valen cuando todo está en contra y se tiene el valor de defenderlos. No sé su hijo, yo, por lo pronto, estoy orgullosa de ser su conciudadana.

Y ya que hablamos de principios, por principio de cuentas te abrazo, querido lector, querida lectora, y te deseo un buen principio de año. ¡Feliz año nuevo!

03/CL/GMT

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