Inicio Defensoras y activistas de tiempo completo por la dignidad

Defensoras y activistas de tiempo completo por la dignidad

Por la Redacción

Son mujeres que no conocen lástima, compasión o el «no puedo». Mujeres fuertes que dejarán huella profunda en la historia del combate al VIH/Sida.

Son personas que viven con VIH, madres que vieron morir a sus hijas e hijos a causa de ese virus. Abuelas que cuidan a sus nietos huérfanos del Sida o que ya son positivos. Activistas de tiempo completo en la defensa de las personas que viven con el VIH, en el reconocimiento del espacio propio de las mujeres, en la urgencia de la prevención, en la demanda por tratamiento gratuito para todas las personas con el virus y contra la discriminación.

Rosa, Mirna, Aracelia, Wendy, Rosibel, Dolores y María Rosa, todas con una historia propia y un lazo que las une fuertemente.

En Honduras la relación hombre mujer en VIH/Sida es uno a uno, pero son ellas quienes dan la cara públicamente, las que negocian con el gobierno, las que en foros internacionales demandan medicamentos baratos y que la voluntad política plasmada en el papel sea realidad para ellas, sus hijas e hijos y todos aquellos que vivan con el VIH.

Todas tuvieron la misma vía de transmisión; sus parejas sentimentales. Vivieron el desconcierto y el dolor de recibir un diagnóstico que les cambió la vida: ser «seropositivas».

Rosa sabe del dolor de perder una bebé de cinco meses a causa del SIDA y de la lucha que hay que dar todos los días para mantener viva a su hija de 11 años de edad, quien también vive con el virus.

En medio del dolor Rosa tomó aire para seguir adelante, se reveló a la lástima y junto con su esposo creó la Fundación Llaves que tiene ya una década funcionando en Honduras.

En el camino, se dio cuenta que las mujeres que viven con VIH no tienen tiempo para sí mismas, tan ocupadas en atender a los demás que no se ven.

Por eso Llaves abrió el espacio preciso para que las mujeres hablen de sus miedos, alegrías, estrategias políticas para avanzar y del derecho a vivir sin violencia.

En este camino, encontró a otras mujeres que como ella son desertoras de la compasión. Son militantes de la dignidad, pues como dicen «no somos víctimas, vivimos con una enfermedad y punto».

LA AUTORIDAD ESTA EN SUS PALABRAS

Wendy Peralta tiene 23 años, a los 16 fue madre y a los 19 le diagnosticaron VIH. El padre de su hija, su única pareja, jamás aceptó ser el responsable del contagio. Hoy dirige dos grupos de apoyo uno en Puerto Cortés en donde 270 personas son escuchadas, tratadas con medicamentos y fortalecidas en momentos de debilidad y otro más de reciente creación con 70 personas positivas.

Hoy, Wendy vive otra vez el amor, su pareja seronegativo, la respeta y la admira por dar la cara públicamente, reconocer su carga viral positiva y llamar la atención para la prevención del VIH y los derechos de las mujeres.

Para Araceli Martínez, Presidenta de la Red de Mujeres viviendo con VIH, afiliada a la Coalición internacional, la historia es similar, con tres hijos y después conocer la noticia de ser «seropositiva», encaró una lucha interna, a su compañero y llegó a la decisión de no tolerar la violencia emocional y separarse.

Confiesa con orgullo, que el hecho de recorrer casa por casa compartiendo su historia, su lección de vida la fortalece y enriquece cada día. Historias tiene muchas, todas las guarda con cariño. Ha visto muchas parejas seropositivas y asegura que a ellos lo que los mata no es el Virus ni la enfermedad, es la depresión, en cambio las mujeres sacamos fuerzas y salimos adelante, asegura.

Con esa misma fortaleza están Dolores y María Rosa, a quienes la lástima las ofende, porque «yo me siento fuerte para trabajar» dice Dolores con el cuerpo erguido, lo que yo quiero es trabajo para salir adelante y no lástima.

A sus 47 años María Rosa tiene mucho porqué sentirse orgullosa, huérfana de padre y madre, formada en una casa hogar de San Pedro Sula, viuda a causa del Sida compró su casa y graduó a sus tres hijos.

Hace 8 años le dignosticaron VIH, en silencio, por miedo a la discriminación, no compartió con nadie su estado de salud. Hace cuatro inició en el grupo de Apoyo «Juntos por la Vida», «cuando vine por primera vez dije no soy la única». Hoy es una activista a favor de los derechos de las personas seropositivas.

LAS ABUELAS DEL SIDA

Pero éste es un lado de la historia, la otra está en las madres que tuvieron que enterrar a sus hijos a causa del Sida y en las abuelas quienes crían a sus nietos huérfanos por el Sida.

Un caso de estos es el de Ofelia, ama de casa, para quien había que mantener esta enfermedad lejos del hogar. Pese a sus deseos el Sida entró a casa. Su hijo mayor, Gerardo Gálvez, fue diagnosticado positivo a los 36 años, después de compartir el resultado con su madre, doña Ofelia decidió reforzar la seguridad en su casa.

Por ignorancia, dispuso que los cubiertos, los platos y el vaso de Gerardo estuvieran separados del resto de la familia, pendiente todo el tiempo de las visitas de su hija al baño para entrar después de él «para lavarlo con ácido», la distancia necesaria para evitar el contagio, todo «por ignorancia».

Gerardo no aguantó. Durante 9 meses se dedicó a beber, después regresó a su hogar y decidió iniciar un grupo «Unión, poder y Cambio», con amor le explicó a doña Ofelia lo que es el Sida, el Virus, las formas de contagio y las acciones preventivas,

«aprendí mucho con él. Todo me sirvió para enfrentar la muerte de mi segundo hijo y mi nuera».

Doña Ofelia es abuela de tres nietos de su segundo hijo. Por el amor que tiene a sus hijos y nietos decidió sumarse al grupo de apoyo «Juntos por la Vida», uno de los más antiguos en San pedro Sula.

A sus nietos les había ocultado la enfermedad que ocasionó la muerte a sus padres, pero un día al dar una entrevista por televisión el nieto más chico la vio. Cuando Ofelia regresó a su casa ya todos sabían. El pequeño, quien durante 9 años creyó ser la causa de la muerte de su madre abrazó a su abuela y le dijo «ahora sé que no la maté».

Aurora es el otro rostro de las abuelas del Sida, a sus 75 años, es analfabeta y tiene tres nietos, uno de ellos de 9 años con VIH, sabe que tiene que salir adelante, el Sida le ha dado una oportunidad más la de comprobar su fortaleza.

Ha sacado adelante durante cinco años a sus nietos, y pide, exige, tratamiento permanente para su nieto y todas las personas que viven con el Virus, pero sobre todo, dice, dignidad, porque «lo que más nos daña es el desprecio».

06/LL/LR/CV

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