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¿Derecho de las mujeres a la educación?

Por Gabriela Delgado Ballesteros

Actualmente las personas que no cuenta con una certificación de estudios se ven destinadas a la marginación y la pobreza; el problema ahora es que, aún cuando se logran obtener grados escolares o títulos académicos que actualmente no representan movilidad social.

Mujeres educadas y sin empleo parece ser el denominador común; en el caso de tener empleo éste no corresponde con aquello para lo cual se estudio. Si ello se analiza con enfoque de género nos percatamos de las diferencias salariales de mujeres y hombres en los mismos trabajos, oficios, o profesiones, favoreciéndose al género masculino.

Diferentes organismo internacionales y nacionales reconocen que ésta situación afecta más a las mujeres que a los hombres y aún cuando el fenómeno no es de exclusividad femenina, la forma en que estos organismos entienden los derechos de las mujeres a la educación reproducen las tradiciones y estereotipos de que estamos para los otros.

Las argumentaciones que se dan para impulsar y garantizar este derecho es ubicándonos como las responsables del bienestar y el desarrollo de los otros, en un plano de dependencia y subordinación.

Así tenemos que se ha comprobado que a mayor nivel educativo de la madre, se posponen los embarazos, se disminuye el número de hijas o hijos, hay espaciamiento adecuado entre ellos, hay mayor salud en la familia o que las hijas o hijos de esas madres alcanzarán mayores niveles educativos.

Este derecho de las mujeres se impulsa como un beneficio hacia otras personas, sin tomar en cuenta que el derecho es por sí mismo y no en función de.

Las posibilidades de transformación considero están justamente en los saberes inculcados a las mujeres que de tomarse en cuenta, analizándolos con enfoque de género y desde un plano humanístico, abrirían nuevas posibilidades para transformar los sistemas educativos formales.

Revisando la historia nos percatamos que desde la época de los griegos, las mujeres han estado excluidas de la educación, ellas no eran consideradas ciudadanas y no participaban de las discusiones tal y como lo demuestran los Diálogos de Platón.

En la edad media se reducen aun más las posibilidades para las personas, el conocimiento era propiedad de unos cuantos hombres que ejercían su poder a través de la iglesia, institución encargada de acuñar y prohibir los escritos antiguos, lo que se daba a conocer era en latín y sus interpretaciones estaban dirigidas a que las mujeres fueran instruidas bajo el sacrificio, dolor y espíritu de entrega.

Las universidades en sus inicios eran controladas por la iglesia, aún a mediados del siglo XVIII estaba explícitamente prohibida la entrada a las mujeres, y ahora en el siglo XXI las académicas que trabajan en las universidades, aún teniendo los requisitos necesarios, grados y antigüedad, para tener las mejores plazas y por tanto los mejores salarios están en los niveles más bajos de contratación.

La escuela ha sido el lugar en el cual nos hacen acumular información y no construir conocimientos, casi toda persona aprendió las tablas de multiplicar repitiéndolas con sonsonete.

Las diferentes corrientes educativas indican que la mejor manera de enseñar es logrando aprendizajes significativos, de ahí que el último libro de la UNESCO escrito por Delors, plantee que la nueva aproximación educativa es el «aprendizaje para la vida».

Sabemos que justamente los saberes de las mujeres han sido para la vida y esto no se ha reconocido, aun más se ha castigado, vale recordar que la mayor masacre hacia nuestro género, fue la quema en vida de las brujas, porque gracias a sus saberes curaban a los enfermos y abrían las puertas a las ciencias como la biología y la química, con ello demostraban su poder sobre la naturaleza y ello era inconcebible e imperdonable.

La cultura ha transmitido, a las mujeres, roles y estereotipos vinculados fuertemente con los sentimientos, incluso se llega a decir que los hombres se expresan más con la «cabeza» y las mujeres con el «corazón».

Estas creencias se confirman con evidencias que no necesariamente están relacionadas con estas partes físicas del cuerpo, ya Carol Gilligan nos muestra las respuestas que mujeres y hombres dan a la solución de problemas morales, en ellos las mujeres utilizan una lógica de razonamiento relacional y los hombres instrumental, este tipo de lógicas tiene su origen en la forma en que nos relacionamos con el mundo, nosotras tomamos en cuenta «lo otro», entendiendo lo otro como aquello que permite el bienestar común entre los géneros, y ellos enfocan los problemas haciendo abstracción de la gente.

La rigidez de la escuela por demostrar que sus estudiantes aprenden, no importando los procesos de cada persona, dan mayor énfasis al cumplimiento de metas cuantificables que permitan hablar de impactos de inversión como sí se tratara de mercancías; de ahí que los métodos utilizados sólo permitan la repetición de información que aún no se ha asimilado y comprendido.

El gran número de estudiantes en las aulas es antipedagógico, la atención que una docente da a su grupo imposibilita una relación humana. Todos estos factores despersonalizan las relaciones haciendo que se pierda la posibilidad de demostrar lo que se siente y lo que se quiere.

Quienes se han dedicado a estudiar cómo se construyen los conocimientos, Jean Piaget, Celestin Freinet y Francois Dolton entre otras personas, hacen énfasis en la necesidad de un motor energético como son los afectos.

No obstante el reconocimiento discursivo que se hace de ello, no se vislumbra que en los actos educativos se tome en cuenta que sienten y quieren las y los estudiantes; seguramente por ello a la escuela se va por deber y no por querer.

Sí lo que se enseña no se contextualiza, no sólo hablo de su relación con la vida cotidiana, sino de lo que se desea, lo que gusta o disgusta, lo que se aprende no tiene razón de ser.

Cuando se revisan los materiales educativos, se observa un aula o se entrevista a estudiantes nos encontramos que no se logra el aprendizaje significativo para la vida; sencillamente porque se ha olvidado que la inteligencia es la manifestación de un estado de ánimo cuyo nivel o capacidad de aumentar se basa en los afectos, emociones y motivaciones que se tienen.

De ahí que considere que lo que ha caracterizado a las mujeres, el mal llamado «sentimentalismo» por el cual hemos sufrido subordinaciones y opresiones, es el lado humano que permitiría dar un nuevo propósito a la educación. Reconocer que el placer es lo que permite la pasión de aprender y que compartir con igualdad de oportunidades de expresión es lo que nos hará trascender.

Si la educación es un derecho humano debería de incorporar todas las áreas de la personalidad, sobre todo la de los afectos porque por medio de ellos las personas tendrán poder de decisión, de libertad y de responsabilidad consigo mismas y con el medio y las personas que les rodean.

Así que, planificadores de la educación aprendan que los derechos de las mujeres incluyen el mundo de los afectos y que en ello está la clave del éxito del conocimiento.

*Investigadora del Centro de Estudios sobre la Universidad UNAM y Maestra de la Facultad de Psicología UNAM

2004/BJ

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