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Desconcertante encuentro con un chamán

Por Cuicuizcatl (golondrina viajera)*

«Hay personas claves, que aparecen en tu vida como señales y te la cambian» (Paulo Coelho)

México, DF, 11 dic 07 (CIMAC).- Era el 29 de agosto de 1994. Yo estaba en la librería católica de San Juan Bosco, Metro Hidalgo, cerca del templo de San Juditas (San Hipólito). Veía los separadores con símbolos. Él se acercó. Era un joven muy moreno, delgado, bajo y de unos ojos negros brillantísimos.
Me dijo:

— Oye, ¿Tú cómo representarías a Moisés recibiendo los mandamientos?

Su pregunta me desconcertó.

— Pues…en la cima de un monte y con los brazos extendidos al cielo.

Lo miré despacio. ¿Sería un catequista indígena? Quizás un seminarista. Hablaba tan raro…

Me separé para ver otros libros y se volvió a acercar

— ¿Qué significa un cordero?

— ¿Un cordero?

— Sí. ¿Qué dice la Biblia?

— Un cordero es el sacrificio a Dios por los pecados. A veces a Jesús se le representa así porque es la víctima agradable al Padre.

Se quedó serio, reflexionando, y murmuró:

— Eso, una víctima.

Yo sentí que sus ojos me taladraban, como si me viera en rayos X, como que no podía contestarle por encimita. Entonces empezó a preguntar qué dice la Biblia sobre el agua y el fuego. Yo me solté hablando de la Pascua de Cristo, pero con todo y mi experiencia de catequista, por primera vez me sentí como mensa. Con frecuencia me paraba en seco con algún comentario. No sé cuánto tiempo pasamos allí, parados, hasta que dijo:

— ¿Por qué no vamos a sentarnos afuera?

Algo había en él que me atraía irresistiblemente. Lo seguí.
Cruzamos la calle en silencio. Yo me preguntaba: ¿Por qué habla con voz de anciano si es tan joven? ¿De dónde es ese acento tan raro? Es extranjero, con voz gruesa, como judío o algo así. No va para nada con su físico… Nos sentamos en el camellón.

— Interesante lo que me decías del fuego. Yo sé de eso, pero no por la Biblia.

— Entonces, ¿cómo lo sabes?

Calló. Por fin dijo despacio:

— Es otro conocimiento…

¿Cuál conocimiento? Quise preguntar, pero su presencia me imponía tanto que no pude. Yo había sacado una hoja blanca y la tenía ahí, encima de mi carpeta. Él tomó mi hoja mientras decía:

— Yo tuve este sueño…

Entonces empezó a dibujar algo y a hablar, hablar con voz emocionada. Su sueño se refería al cumplimiento de antiguas profecías. Habló después de María de Guadalupe, de un renacimiento en México.

— Regresan nuestros abuelos…

— ¿Nuestros… abuelos?

— Sí. Los guías espirituales antiguos. Regresan a limpiar, a componer lo echado a perder. Son los profetas antiguos. Todos regresan en este tiempo en distintas personas.

No entendí nada. ¿Me estaba hablando de reencarnación?
Permanecí callada. Él discernía serio, pausado. Sus palabras me resonaban dentro, muy dentro. Empecé a sentir como fuego, como una ola que me envolvía.

— Ellos tienen bastones de mando con listones de colores. Ellos ya están aquí, cada uno con una tribu.

Habló luego del Fuego Nuevo y los cuatro Espíritus del Orbe. No recuerdo bien cómo cambió de tema, pero me llevó a un viaje maravilloso por distintas culturas del mundo a través de sus símbolos: Egipto, Europa, los hebreos, los aztecas. De esto recuerdo muy poco, sólo que no había contradicción, que todo se entrelazaba armónicamente en un continuo fluir.

La voz del anciano se hacía cada vez más pausada. Y empezó a deletrear E-TIN-DO y otros ritmos tan bellos… cantaba y yo me olvidé por completo de que estábamos en un camellón rodeados de autos y ruido.

Y habló… no sé, de muchas cosas; cosas que no recuerdo, pero dibujó y dibujó en mi hoja hasta que estaba llena de signos. Yo los vi. Luego me hizo voltear hacia la acera. Yo veía nebulosamente a la gente que pasaba, como desde arriba, como si él y yo estuviéramos en una azotea.

— Mira a la gente –dijo- La herencia está flotando a la espera… de una materia dispuesta a entender.

Entonces me miró y dijo:

— Tú vas conjugar lo viejo y lo nuevo. Tu encuentro con lo nuevo ya lo tienes. Tu encuentro con lo antiguo será dentro de poco, y empezará en Teotihuacan… Tienes que ir a Teotihuacan, pero sola. Y por aquí.

Sacó otra hoja y me marcó la ruta. Mi ruta. Incluía el templo de Quetzalpapálotl y luego subir despacio la Pirámide de la Luna. Debía identificar una estrella de cinco picos y otros signos antes de continuar. Le pregunté por qué no me hablaba claro. Él dijo que él sí hablaba claro, pero yo era la que no comprendía, aunque eso de momento no importaba.

— En un momento, cuando regresemos, tú no vas a recordar muchas cosas, pero tu yo profundo ya las grabó… Ahora no te asustes por lo que va a pasar. Vamos a regresar…

Y en un abrir y cerrar de ojos, vi otra vez la calle, los coches y ese tipo raro sentado muy cerca de mí. ¡Por supuesto que me asusté! Ya era de noche y no me había dado cuenta. ¡Habían pasado cinco horas! Él miró su reloj

— ¡Uy, es tardísimo!

Su frase me dejó con la boca abierta porque en ese momento le había salido otra voz, una voz de chavo. La suya, supongo. Ya se iba. Lo detuve.

— ¿Qué pasó aquí? ¿Por qué tu voz es otra a la de hace rato? –pregunté, y él sonrió enigmáticamente.
— Porque no fui yo quien te habló.

— ¿Quéee?

Yo estaba cada vez más desconcertada.

— Entonces, ¿quién me habló?

— Fue otro. Yo sólo soy un instrumento.

— ¡No te vayas! ¡Explícame!

— No puedo, ya es tarde —sonrió más— pero no me importa. Hoy serví.

Caminaba ya por el camellón, de prisa. No lo seguí. Miré desconcertada la hoja que me dejó con sus dibujos… y mi ruta a Teotihuacan, que se hizo realidad el siguiente 12 de octubre en una visita mágica y llena de sorpresas.

Estuve en Teotihuacan de las 8 de la mañana a las 7 de la noche, sola, y encontré la estrella de cinco picos que me dibujó. La estrella tenía una boca….

* Autobiografía de una mujer en su búsqueda por una vida libre de violencia. Fragmento del texto Entre mi máscara y mi espejo, publicado bajo en pseudónimo de Alicia III, en Mujeres Latinoamericanas. Religión, Espiritualidad, Pecado, Cuerpo y Sexualidad». Documentación y Estudios de Mujeres, AC (DEMAC). México, 2001

07/C/GG

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