«Ser niña y vivir en el territorio de Neuquén en las primeras décadas del siglo XX no parece haber sido una experiencia provechosa, sostiene Beatriz Gentile, doctora en Historia, integrante del GEHiSO (Grupo de Historia Social) de la Universidad Nacional del Comahue.
Un minucioso trabajo de investigación en las sentencias judiciales de los primeros 40 años del siglo pasado en el territorio del Neuquén, la investigadora revela las condiciones de la infancia de las niñas y niños por la condición de género.
«A los siete u ocho años, una niña o un varón, ya se había iniciado en los quehaceres más rudimentarios de la vida doméstica, sea en la cocina, juntando leña o cuidando chivos, actividad económica principal de las familias».
Las hijas mujeres de hogares que no estaban en condiciones de educarlas y sostenerlas, eran entregadas a familias ricas, casi siempre residentes en los centros poblados más desarrollados, para realizar tareas domésticas, a cambio de alojamiento, comida y educación bajo acuerdos informales que no siempre se respetaban», afirma la investigadora Beatriz Gentile.
Luego de analizar los archivos judiciales que reflejan la vida de una niñez vulnerada en sus derechos en la época en que Neuquén era territorio nacional, la investigadora resaltó que el incumplimiento en los acuerdos, era uno de los rasgos que más se reflejan en las querellas.
El incumplimiento en la educación de las niñas, era recurrente en estas denuncias. «El ingreso al mundo del trabajo por parte de niñas y niños conducía no sólo a la pérdida de la escolaridad, sino también a la entrada «en condiciones de subordinación al mundo de sociabilidades estrictamente adultas, con códigos y prácticas donde la dureza y rusticidad laboral se conjugaba con prácticas culturales de «dudosa moralidad», como calificaría el discurso oficial, señala Gentile en la entrevista con Urbanas en red.
¿Cómo ha sido tratada la sexualidad y los cuerpos?
-Las sentencias judiciales, generalmente, evidenciaron una especial preocupación por las normas y pautas que debían orientar las prácticas amorosas; o en otras palabras mostraban la preocupación por normativizar la sexualidad de hombres y mujeres.
Desde este punto de vista, definir conductas y prácticas sexuales socialmente aceptables o condenables tenía como contrapartida la represión de la sexualidad no reproductiva.
La tradición judeocristiana aparece en la base de este proceso represivo ocultado tras el concepto de bien moral; a fin de reprimir lo corporal, muchas manifestaciones sexuales se prohibieron y se castigaron con la muerte.
No solo se castigó la sexualidad no reproductiva, sino también fue castigada la sexualidad reproductiva si ésta, en lugar de guiarse por normas sociales, se dejaba librada al reinado del deseo, explicó Gentile.
Las relaciones de poder y el carácter disciplinario son otros aspectos que destaca la investigación. Gentile asegura que «es innegable la presencia de numerosos avatares por los que transita una niña que son propios de su género.
Es claro, dice, que las niñas sufrieron por mucho tiempo la postergación de sus derechos, como consecuencia de relaciones asimétricas y de subordinación, ellas vivieron una doble marginación, por ser menores de edad y mujeres.
«El rapto y la fuga del hogar resultaron en algunas ocasiones formas de resistencia y escape de estas niñas-adolescentes de un mundo sin derechos», explica Beatriz Gentile al referirse a la conformación y características que asumían las relaciones en las primeras décadas del siglo XX en Neuquén, donde la oferta de «damas casaderas» era limitada y las niñas de 14 años conformaban la mitad de la población femenina.
Si bien estas relaciones en aquel contexto podían no ser opresivas, no siempre resultaron beneficiosas para las niñas pobres, y la respuesta de la Justicia muchas veces fue la criminalización de aquellas relaciones amorosas.
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