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El cuello: nuestro centro de la comunicación

Por Carolina Velásquez

Conozco a muy poca gente cuya nuca esté libre, desanudada y sana, como lo quiere la naturaleza», expone Therese Bertherat, creadora de la antigimnasia (La Guarida del Tigre, 1990), luego de observar como es frecuente en sus pacientes que hundan la cabeza entre los hombros, quizá por un miedo «de que algo del cuerpo pase a la cabeza o a la inversa».

Probablemente esto sucede porque las personas no logramos ver todo lo que pasa aquí, señala Bertherat.

Tenemos no sólo una compleja estructura muscular que sostiene la cabeza, sino también hay vasos, nervios, conductos; están la faringe, laringe, glándula tiroides y la red del sistema nervioso autónomo que nace en la base del cráneo.

En el cuello descendemos de la concepción abstracta a la física, sostiene Debbie Shapiro (Cuerpo mente. La conexión curativa, 1991). No es casual que a través de él pasen el aire de la respiración y los alimentos que nos nutren, «ambos darán vida a nuestra existencia física».

Funciona como una especie de puente en dos direcciones, entre el cuerpo y la mente, que permiten a la abstracción encontrar forma y a la forma encontrar comunicación.

Al respecto dice la autora: «A través del cuello, nuestros pensamientos, ideas y concepciones pueden manifestarse en acción; al mismo tiempo, los sentimientos internos, sobre todo los del corazón, pueden ser liberados. Cruzar el puente del cuello exige el compromiso de estar aquí y participar plenamente de la vida; una falta de compromiso puede provocar una grave separación entre el cuerpo y la mente».

Por lo anterior, es muy probable que los problemas físicos en esta zona estén relacionados con una resistencia a aceptar y asumir nuestra realidad.

Enfoque que coincide con la visión mística oriental acerca de los siete chakras o centros de energía en el cuerpo.

El quinto, nuestro centro de la comunicación, se encuentra en el cuello, detrás de la boca de la garganta, a la altura de la tercera vértebra cervical, influyendo sobre laringe y tiroides.

En él reside nuestra capacidad para discriminar, entre la identificación y la comprensión de lo que penetra en la conciencia, desde los niveles superiores de la sabiduría y la charlatanería de la mente inconsciente.

Saber distinguir, por ejemplo, entre agua y leche, verdad e ignorancia, la persona que es hábil y la que no lo es.

Agradecería sus comentarios: [email protected]

*Periodista mexicana.

2004/CV/GV

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