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El derecho al olvido en la demanda de prostitución

Por Teresa Ulloa Ziáurriz*
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Cuando la sociedad señala y critica a los políticos y gobernantes por cometer actos de corrupción o por haberse extralimitado en sus funciones, existe la necesidad de visibilizar a la persona, con nombre y apellidos, porque representa las razones del hartazgo social.
 
Si decimos que fulano tiene cuentas millonarias en algún paraíso fiscal, por ejemplo, estamos señalando a una persona en particular que forma parte del desfalco a las arcas públicas, de tal forma que exhibirlo ante los medios o las redes sociales puede generar una presión tal, que a la larga logre justicia.
 
Así que, si preguntamos a cualquiera, es probable que la mayoría considere necesario señalar públicamente a este tipo de personas, ya que hacen daño a la sociedad y por lo general no reciben castigo. Pero además, muchas veces olvidamos que detrás de los grandes problemas nacionales existen responsables que pueden ser perfectamente identificables, e incluso estar más cerca de nosotros de lo que podríamos creer.
 
Ahora que los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro terminaron, empezamos a conocer datos interesantes. Si antes y durante las jornadas deportivas alertamos sobre la imperiosa necesidad de prevenir, desalentar, combatir y erradicar el turismo sexual, hoy podemos saber que éste existió, gracias al rastro que dejaron los consumidores en internet.
 
Hace unos días, Net Idex Eliminalia (empresa española que se dedica a borrar información personal, a solicitud de sus usuarios) publicó un informe que da cuenta numérica de los solicitantes de servicios sexuales en webs de sexo, escorts y bares de alterne durante los Juegos Olímpicos, que solicitaron borrar su rastro digital.
 
Aunque por el momento no contamos con cifras reales de estos consumidores –sino solamente los que pidieron borrar sus datos-, lo aportado por Eliminalia sí alcanza a darnos dos indicadores importantes.
 
El primero, que son los mexicanos quienes más solicitaron borrar sus registros, “lo que supone un aumento del 124 por ciento respecto a las peticiones que tuvieron lugar desde México para eliminar el rastro online en el mismo periodo del año pasado”. Nuestros paisanos fueron seguidos por argentinos, brasileños, bolivianos, colombianos, caribeños, chilenos, uruguayos, peruanos, ecuatorianos y venezolanos, en ese orden.
 
Es posible, como dice el reporte, que los mexicanos sean quienes solicitaron más servicios sexuales por internet, pero esto también nos habla de un gran interés por ocultar y desaparecer su rastro. Es decir, vivimos en una sociedad hipócrita.
 
En segundo lugar, Eliminalia informa que las solicitudes de eliminación de interacciones en internet que tienen que ver con contactos sexuales, provienen de deportistas “que paulatinamente fueron descalificados en sus respectivas competiciones, así como de entrenadores, personal técnico adscrito a las delegaciones oficiales, miembros de federaciones deportivas y periodistas acreditados que no desean aparecer mencionados en las redes sociales de comercio sexual”.
 
Esto nos dice, en primer término, que efectivamente el turismo sexual no es bien visto socialmente y que, aunque aparentemente todo en Río fue sana convivencia, en realidad persistió la percepción de un evento deportivo de orden internacional como gran atractivo para practicar turismo sexual, aunque después sea necesario pedir que se eliminen los datos personales de la red.
 
Ponemos énfasis en este punto porque la trata y la explotación sexual de mujeres, niñas, niños y adolescentes que son usados para el turismo sexual, no es un fenómeno lejano o difuso, sino la consecuencia real de dos factores principales que nadie ha querido resolver.
 
Por un lado, la pobreza, desigualdad, discriminación y ausencia de derechos que vulneran a las mujeres y a las niñas, y las entregan a proxenetas y tratantes. Y en segundo lugar, pero no menos importante, la demanda de servicios sexuales que estos mexicanos (sean o no deportistas), argentinos, etcétera, activan, convirtiéndose así en cómplices de un oscuro y violento entramado comercial que no vende camisetas o artesanías, sino cuerpos a los que se puede usar y hacer lo que se desee a cambio de dinero.
 
Dice Eliminalia en su sitio web que su único objetivo es la defensa al derecho al olvido y el borrado de los contenidos en internet relacionados con empresas y particulares. Apelan al habeas data (recurso para proteger la información nominativa, es decir, la que identifica al individuo) y se dirigen a sus clientes asumiéndose como “los vigilantes de su reputación, suya y de su compañía…”
 
No dudamos que el derecho al olvido es importante en muchas otras circunstancias, pero cuando hablamos de quienes demandan los servicios de víctimas de trata y explotación sexual, no parece buena idea defender reputaciones, ya que estaríamos hablando de complicidad.
 
Y les tenemos una mala noticia a los consumidores mexicanos de turismo sexual. Aunque esta práctica se lleve a cabo en el extranjero, pueden ser castigados a su regreso en nuestro país con una pena que va de 2 a 40 años de cárcel.
 
No olvidemos que sin demanda no hay oferta.
 
*Directora Regional de la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe (Catwlac, por sus siglas en inglés)

Twitter: @CATWLACDIR
 
16/TUZ/LGL

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