Por primera vez, representantes del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional escucharon por parte de mujeres indígenas mexicanas y africanas la forma en que las políticas económicas afectan la vida de sus comunidades.
El diálogo, acordado a última hora, con los representantes de los organismos financieros multilaterales con las mujeres rurales, fue considerado por Carolyn Reynolds, del Banco Mundial como «el más importante que sostuvieron durante los dos días de debates y discusiones con diversos representantes de organizaciones civiles que asistieron al Foro Global: Financiación para el Derecho al Desarrollo Sustentable y con Equidad, que el día de hoy terminó sus trabajos.
Chief Bissi Ogunley, de la Asociación de Mujeres Rurales de Africa, una de las pocas mujeres jefas de su tribu en Nigeria, título heredado por su padre, fue contundente: «Hace años escuchamos de la existencia del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional y apenas ahora nos vemos las caras».
Es importante, enfatizó, que sepan que no tomar en cuenta a las mujeres a la hora de que establecen junto con nuestros gobiernos sus programas, es considerado por nosotras como una intromisión, porque afecta la vida de las comunidades.
En el mismo tenor, Josefina Ruiz y Mercedes Rubio, indígenas raramuris, quienes aprendieron cómo cuidar su salud y las de sus familias, fueron desplazadas de ese trabajo que «costó mucho hacer en la comunidad, sobre todo para que nos creyeran», cuando el gobierno junto con el Banco Mundial decidieron impulsar el Programa de Ampliación de Cobertura (PAC).
El PAC provee servicios básicos de salud a las comunidades más alejadas, y aunque no calificaron el programa como un error, sí afirmaron ante los representantes del BM que no tomar en cuenta la voz de las mujeres al momento de hacer dichos programas, pone en riesgo la efectividad del mismo, porque «no forma parte de nuestra cultura».
En respuesta, Jaime Bilderman, también representante del Banco Mundial, señaló que la mayoría de las políticas y programas de la institución están orientadas hacia las poblaciones urbanas y que justamente uno de los objetivos de las políticas de ajuste estructural es asegurar que las poblaciones rurales tengan acceso a los servicios de salud, educación y a los programas de alimentación.
La pregunta que animó la discusión fue la que hizo una de las participantes a los representantes del FMI: «Qué se siente estar en el banquillo de los acusados?». La respuesta vino de Simonetta Nardin, quien dijo que de ninguna manera este diálogo entre los organismos financieros y la sociedad civil «es estar en el banquillo de los acusados».
Al contrario, dijo, «es un honor poder constatar cuáles son las necesidades y demandas que expresa la sociedad civil y darnos cuenta que tenemos todavía mucho por hacer». Entendemos, expresó, que «hay mucho sufrimiento en el mundo y hoy podemos afirmar que en los últimos años la institución ha comenzado a evaluar los impactos de sus políticas macroeconómicas mundiales».
En el mismo sentido, Reynolds del Banco Mundial, expresó que cada vez más el trabajo que realiza la institución está dirigido hacia las comunidades rurales, pero que sin duda este tipo de diálogos entre las instituciones y la sociedad civil sirven para conocer «qué es lo que les gusta y lo que no les gusta».
Al término del panel, que duró una hora, la africana Chief Bissi Ogunley solicitó al Banco Mundial evaluar los mecanismos de participación de la sociedad civil en la elaboración y puesta en práctica de sus programas, y considerar en especial la participación de las mujeres rurales; así como motivar este tipo de diálogos entre las partes.
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