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El matrimonio hoy: entre la tradición y la esperanza

Por Soledad Jarquín Edgar

El matrimonio es un acto social que da prestigio. Representa «cumplirle a los padres» para las mujeres, y una «realización personal» para los hombres. Las mujeres con mayor escolaridad no sólo posponen un poco más el casamiento, sino que también determinan con quién desean unirse. Para los hombres, tener dinero suficiente para la boda reafirma su papel de proveedores.

La boda civil o religiosa es un símbolo de poder. «Echar la casa por la ventana» significa una satisfacción familiar, aunque se tenga que vender propiedades o pedir dinero prestado, o incluso ir «al gabacho» para juntar el dinero.

Las investigadoras Gloria Zafra y Sara Méndez señalan que una boda suele ser una demostración de la capacidad financiera de la familia, en especial en comunidades consideradas como expulsoras de mano de obra, donde se amalgaman el consumismo aprendido -sobre todo en Estados Unidos- y la tradición de las comunidades.

SE CASARON Y FUERON FELICES

Aurora eligió diciembre de 2004 para casarse, pero no fue posible por falta de dinero. Junto con Omar, su novio, determinaron esperar un año más para realizar «su sueño». Los meses siguientes no fueron muy buenos, pues a pesar de tener preparación profesional con rango de maestría, sus sueldos no les permitieron alcanzar su objetivo.

Omar decidió emigrar a Estados Unidos; a pesar de su preparación académica no tuvo ningún reparo y se empleó, primero, en la construcción, y después en un restaurante. Sólo así juntaría el dinero para la boda que le había prometido a Aurora, con quien cumpliría 10 años de noviazgo.

Primero en Houston y luego en Arizona, Omar se sometió a duras pruebas, incluso a los cuestionamientos de sus amigos, quienes no entendían «su sacrificio», ya que la mayoría emigra por razones distintas.

En realidad, sostienen las investigadoras Zafra y Méndez, un número importante de los jóvenes que emigran lo hacen para tener dinero para casarse, aunque después continúan emigrando por motivos relacionados con su función de proveedores.

UNA COSTUMBRE MUY ARRAIGADA

Aurora confiesa que su ilusión era casarse «bien», para que su papá y su mamá se sintieran orgullosos. «Siempre enseñan que te tienes que casar por la iglesia, de blanco; es para ellos una gran ilusión, por eso te lo dicen desde pequeña. Es una costumbre muy arraigada que difícilmente podría cambiar»

Sara Méndez, socióloga y secretaria técnica de la Red Oaxaqueña por los Derechos Humanos, opina que hay avances importantes para las mujeres. Uno de ellos es la determinación de la novia de elegir a quién será su compañero, siguiendo así el modelo del amor romántico.

Esto rompe con el modelo hegemónico de la boda y de la «obligación» de tener hijos, pero persisten los estereotipos que son reforzados de manera cotidiana en los medios de comunicación, como las telenovelas y las películas, además de la publicidad.

Así, aunque existen mujeres que trabajan y son independientes, persisten los valores tradicionales, como el que ellas deben llegar vírgenes al matrimonio; éste, a su vez, es mostrado como un acto de felicidad, un estado que se debe alcanzar, explica la entrevistada.

EL NEGOCIO DE LA BODA Y LA EMIGRACION

Casarse tiene costos financieros altos que la pareja está dispuesta a pagar. De esta manera, la boda se convierte en un negocio para los comerciantes.

Aurora y Omar invirtieron 14 mil pesos en el vestido y el traje; 20 mil en el conjunto musical; 39 mil en la cena; unos cinco mil en refrescos; cuatro mil en el alquiler de la loza, una cantidad similar por las fundas de 300 sillas; siete mil en el pastel; 40 mil en arreglos para las mesas y cinco mil 500 pesos en la fotografía. Además, hubo otros gastos.

La investigadora de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca Gloria Zafra indica que una boda es un acto de reconocimiento social inmerso en la publicidad y en lo que se ofrece de este acontecimiento a través de las películas y novelas, ahora modificado por la emigración.

Señala que en poblados de la región de los valles centrales, en el estado de Oaxaca, es común que el novio -quien por lo regular reside en Los Ángeles, California- pague a una persona para que realice las tareas previas, como llevar el burro de leña a la casa de la novia, y la elaboración del pan y el chocolate en la casa de ella. Ambos actos son símbolos que representan que él será el proveedor y ella estará en la casa, desempeñando su rol tradicional.

Zafra, quien es autora de una serie de investigaciones sociológicas, apunta que en Santo Domingo del Valle, Tlacolula, por ejemplo, los novios se casan con botas tejanas y pantalón negro, y que la salida de la iglesia se ameniza con mariachis; los recuerditos, que pueden ser de plástico o imanes para el refrigerador, se traen de Estados Unidos.

Esto nos muestra como «el dinero del emigrante» empieza a cambiar las costumbres de la localidad como ejemplo de su éxito durante su estancia en el extranjero.

LA FIESTA

Una boda suele durar varios días, dependiendo de la comunidad. En Santo Domingo empieza con el sacrificio de los animales y la bendición de los ingredientes para el mole, todo lo cual se lleva a la iglesia. Después los hombres elaboran un collar de poleo que van a traer al cerro mientras las mujeres cocinan desayuno, comida y cena.

El día de la boda es común el desayuno con chocolate, pan e higaditos, y la tradición es que «el que no come lleva»; así, reparten bolsas de plástico con pedazos de pan y otros alimentos. Por lo regular, la comida incluye consomé, arroz y mole, además del pastel.

Siempre hay mariachi en la iglesia, banda o conjunto y luz y sonido y, por supuesto, no puede faltar la videograbación. Ésta, sostiene Zafra, es muy importante porque permite al novio, quien seguramente volverá a Estados Unidos, llevar «la evidencia» de cómo se realizó la boda a la familia que radica en Estados Unidos.

Al hacer un estimado del costo, señaló que éste podría ascender a unos 150 mil pesos en comunidades como Zaachila o Santo del Valle, Tlacolula, a pesar de que es común que la familia, las y los compadres y las amistades den su guelaguetza, es decir, una aportación en pollos, guajolotes para el mole, pan, tortillas y refrescos.

TRADICION Y EDUCACION

Hay otras costumbres. En Huayapan, la madrina de bautizo del novio compra el vestido de la novia, para lo cual se tiene que avisar con tiempo del compromiso en un acto que se realiza en una pequeña ceremonia.

En Santo Domingo del Valle, la madrina de bautizo de la novia regala el baúl, que en la actualidad se cambió por un comedor o una alacena. La madrina de primera comunión le regala el metate, una costumbre que, contrariamente al proceso de modernización que ha traído la migración, se recuperó como un símbolo de mexicanidad para los emigrantes.

Las investigadoras señalan que en los mismos rituales se reproducen los roles de proveedores y amas de casa que se establecen dentro de los parámetros sociales; sin embargo, el paradigma se rompe con una mayor educación de las mujeres, quienes establecen nuevas formas de relación con sus parejas.

Es cierto, algunas cosas han cambiado. Aurora dice que comparte las tareas del hogar con Omar: los quehaceres domésticos y la elaboración de los alimentos. También comparten los gastos de la casa, pues los dos tienen empleos. Sin embargo, Aurora reconoce que sí hay un cambio importante en su vida por las nuevas responsabilidades adquiridas.

Este no es sino uno más de los costos del matrimonio.

06/SJ/YT

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